EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la cuarta semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,44-52.
Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios.
Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las
palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: "A ustedes debíamos anunciar
en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran
dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos.
Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las naciones,
para llevar la salvación hasta los confines de la tierra".
Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los
que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe.
Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.
Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia
y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y
Bernabé, y los echaron de su territorio.
Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se
dirigieron a Iconio.
Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Salmo 98(97),1.2.3-4.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Evangelio según San Juan 14,7-14: «Quien me ha visto, ha visto al Padre»
Comentario del Evangelio por: Beato Juan Pablo II Encíclica «Dives in
Misericordia» § 2 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen
y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no
me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al
Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que
digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las
obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún
mayores, porque yo me voy al Padre.
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo.
Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.
comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dives in Misericordia» § 2 (trad. © copyright Libreria Editrice
Vaticana)
«Quien me ha visto, ha visto al Padre»
De este modo en Cristo y por Cristo, se hace también particularmente visible
Dios en su misericordia, esto es, se pone de relieve el atributo de la divinidad, que
ya el Antiguo Testamento, sirviéndose de diversos conceptos y términos, definió
«misericordia». Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición
veterotestamentaria de la misericordia divina. No sólo habla de ella y la explica
usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la
encarna y personifica. El mismo es, en cierto sentido, la misericordia. A quien la ve
y la encuentra en él, Dios se hace concretamente «visible» como Padre «rico en
misericordia» (Ef. 2,4).
La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del
pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la
vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y
el concepto de «misericordia» parecen producir una cierta desazón en el hombre,
quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como
nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la
tierra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la tierra, entendido tal vez
unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia...
La situación del mundo contemporáneo pone de manifiesto no sólo
transformaciones tales que hacen esperar en un futuro mejor del hombre sobre la
tierra, sino que revela también múltiples amenazas, que sobrepasan con mucho las
hasta ahora conocidas...
Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia» nos
permite « verlo » especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre,
cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad.
Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y
muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi
espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a
hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los
corazones humanos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”