V Domingo de Pascua, Ciclo B.
Segunda Lectura: 1 Juan 3,18-24
“Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos”
“No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” (1 Jn
3, 18). Esta exhortación, tomada del apóstol Juan en el texto de la segunda lectura
de esta celebración, nos invita a imitar a Cristo, viviendo a la vez en estrecha unión
con Él. Jesús mismo nos lo ha dicho también en el Evangelio recién proclamado:
“Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Jn 15,4).
“Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mand” (1 Jn 3, 23). El mandato
por excelencia que Jesús dio a los suyos es amarse fraternalmente como él nos ha
amado (cf. Jn 15,12). En la segunda lectura que hemos escuchado, el mandamiento
tiene un doble aspecto: creer en la persona de Jesucristo, Hijo de Dios,
confesándolo en todo momento, y amarnos unos a otros porque Cristo mismo nos
lo ha mandado. Este mandamiento es tan fundamental para la vida del creyente
que se convierte como en el presupuesto necesario para que tenga lugar la
inhabitación divina. La fe, la esperanza, el amor llevan a acoger existencialmente a
Dios como camino seguro hacia la santidad.
El primer mandamiento es que creamos en el nombre de Jesús El acto
primero y fundamental para transformarse en morada de Dios y encontrar así la
felicidad definitiva es creer, es la fe en Dios, en el Dios que se manifestó en
Jesucristo y que se nos revela en la palabra divina de la sagrada Escritura.
Creer no es añadir una opinión a otras. Y la convicción, la fe en que Dios
existe, no es una información como otras. Muchas informaciones no nos importa si
son verdaderas o falsas, pues no cambian nuestra vida. Pero, si Dios no existe, la
vida es vacía, el futuro es vacío. En cambio, si Dios existe, todo cambia, la vida es
luz, nuestro futuro es luz y tenemos una orientación para saber cómo vivir.
Por eso, creer constituye la orientación fundamental de nuestra vida. Creer,
decir: “Sí, creo que tú eres Dios, creo que en el Hijo encarnado estás presente
entre nosotros”, orienta mi vida, me impulsa a adherirme a Dios, a unirme a Dios y
a encontrar así el lugar donde vivir, y el modo como debo vivir. Y creer no es sólo
una forma de pensamiento, una idea; como he dicho, es una acción, una forma de
vivir. Creer quiere decir seguir la senda señalada por la palabra de Dios.
El segundo mandamiento es que nos amemos unos a otros. El que cree en
Dios permanece uido a dios, hace su voluntad, le agrada con su vida, vive con dios
y para Dios. El que dice que cree ama, cumple los mandamientos y da frutos
abundantes. Pero, ¿Cómo dar buen fruto? Jesús nos lo explica muy claramente:
“quien permanece en Mí y Yo en él, ése da fruto abundante, porque sin Mí nada
pueden hacer”. Significa que debemos estar unidos al Seor, como la rama al tallo
de la vid. Y ¿Cómo podemos estar unidos a Jesús? San Juan nos explica esto en la
Segunda Lectura:
”Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto
conocemos que El permanece en nosotros” (Jn. 3, 18-24).
Cumplir los mandamientos de Dios es hacer en todo la Voluntad Divina. En
esto consiste la unión entre Dios y nosotros: en que hacemos lo que El desea y no
lo que nosotros deseamos. Y lo que El desea para nosotros es nuestro máximo
bien. Lo que nosotros deseamos para nosotros mismos, no siempre es para nuestro
bien. San Juan nos advierte en esta carta de que no podemos “amar slo de
palabra, sino de verdad y con obras”. “Obras son amores y no buenas razones”,
dice el adagio popular. Y ¿cuáles son las obras?
A través de la unión profunda con Cristo, iniciada en el bautismo y
alimentada por la oración, los sacramentos y la práctica de las virtudes evangélicas,
hombres y mujeres de todos los tiempos, como hijos de la Iglesia, han alcanzado la
meta de la santidad. Son santos porque pusieron a Dios en el centro de su vida e
hicieron de la búsqueda y extensión de su Reino el móvil de su propia existencia;
santos porque sus obras siguen hablando de su amor total al Señor y a los
hermanos dando copiosos frutos, gracias a su fe viva en Jesucristo, y a su
compromiso de amar como Él nos ha amado, incluso a los enemigos.
A la Virgen María, Madre de Cristo y de todos los que creen en él, pidámosle
que nos ayude a vivir realmente como hijos de Dios, no de palabra, o no sólo de
palabra, sino con obras. San Juan escribe también: “Este es su mandamiento: que
creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal
como nos lo mand” (1 Jn 3, 23).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)