V Domingo de Pascua, "Permananecer"
V DOMINGO DE PASCUA B
(Act 9, 26-31; Sal 21; 1 Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8)
TEXTO EVANGÉLICO
Lo mismo que el sarmiento, si no permanece en la vid no puede dar fruto, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da
fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca.
CONTEXTO
Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto
conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
CONTEMPLACIÓN
Estamos invitados a permanece en Jesús, injertados en la cepa, unidos por la savia
de la gracia, por la relación amiga, fiel, como la que Jesús tiene con su Padre.
Paradójicamente, el sarmiento en invierno parece una rama seca, y el viñador llega
a podarlo de tal forma, que sólo queda un tallo corto que brota de la vid. Si
aplicamos esta imagen a la vida espiritual, podemos descubrir la semejanza con los
procesos que se desarrollan en nuestro propio interior ante la experiencia de vernos
desnudos, secos, sin hojas ni frutos, podados casi de raíz, y sin embargo, con una
capacidad íntima de fecundidad abundante.
Nos suele gustar la cepa frondosa, cargada de racimos. Es fascinante el momento
de la vendimia, con la alegría de los caminos perfumados por la fragancia de la uva
sazonada, en la expectación de un vino generoso. Pero antes ha sido preciso un
tiempo doloroso, de despojo y poda; de no tener conocimiento del proceso, se
puede llegar a pensar que todo se ha perdido.
El secreto está en permanecer unido a la vid por corto que sea el tallo, y quedar en
la discreción íntima hasta que el Dueño de la viña quiera gozarse de la abundancia
de las vides florecidas y maduradas.
MISIÓN “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo
que deseáis, y se realizará.” Pedid al Dueño de la viña: «Yo te pido no desesperar
en el tiempo del despojo, en el momento de la poda, en el que me siento desnudo
de frutos y de pámpanos, y tan sólo me queda la savia interior que me habita, la fe
en tu Palabra. ¡Señor, no deseches la cepa que tu diestra plantó, y que Tú hiciste
vigorosa y fecunda.»
Padre Angel Moreno