Ciclo B. V Domingo de Pascua, Ciclo B.
Julio César Villalobos, C.M.
No puedo vivir sin Dios
¿Sabes Jesús que sería nuestra vida sin tu amor?, ¿sabes Jesús que no podemos
vivir sin ti? Perdónanos, Jesús, porque muchas veces hacemos cosas que a ti no te
agradan y mucho menos te consideramos como el más importante en nuestra vida.
Hacemos tantas y tantas cosas que por nuestra culpa otras personas se van de tu
lado, perdónanos por eso Jesús. Cuántas veces consultamos a personas que
quieren saber más que tú, perdónanos Jesús. Cuántas veces, Jesús, hacemos de
nuestra fe un cristianismo a nuestra manera y menos como tú quieres. Nos da
miedo, Jesús, comprometernos para que otros conozcan tu amor. A veces no
queremos acercarnos a comulgar, no queremos confesarnos, vivimos de cualquier
modo, perdónanos Jesús. Decimos, Jesús, que te amamos, pero no se nota;
perdónanos, también por eso Jesús. El mundo se está quedando sin ti porque no te
abre su corazón, apiádate de todos, Jesús.
Todo encuentro con Jesús, necesariamente provoca: conversión, sanación, ganas
de proclamar su amor, de servir más y mejor a los demás, de vivir la fraternidad
fruto del amor. Este es el caso de Pablo, que después de encontrarse con Jesús
(cf.Hch.9,1ss), “no se quedó callado”, sino que lo dio a conocer. Algunos todavía
desconfiaban de él y temían: “todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que
fuera realmente discípulo” (Hch.9,26-31). La Iglesia se fortalece por la predicación
de los apóstoles. Me pregunto: ¿cómo está mi compromiso con Jesús y con su
Iglesia?, ¿realmente hago lo que a Dios le agrada?, ¿me dejo guiar por el Espíritu
de Dios en mi vida?
Una persona que está con Dios o que se proclama creyente, o discípulo de Jesús,
no puede amar sólo de palabra y de boca, sino como dice San Juan en la 2da
lectura: “de verdad y con obras” (1Jn.3,18-24). Creer en Jesús y amarnos de
verdad es el reto que todo cristiano está llamado a asumir. Si amor a los demás, es
porque realmente creo en Dios. ¿Cuánta gente hay que se contenta con vivir un
cristianismo a “su manera” y no a la manera de Dios?
¿Queremos realmente permanecer en la presencia de Dios?, ¿queremos realmente
ser de Él y para Él? La respuesta la tenemos en el final de la 2da lectura: “Quien
guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él” (1Jn.3,18-24) y en todo
el evangelio de hoy: “permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes…SIN MÍ NO
PUEDEN HACER NADA” (Jn.15,1-8). No puedo darme el lujo de vivir tanto tiempo al
margen de Dios, de su amor, de su gracia, de su Iglesia.
Es claro el mensaje: si yo me uno a Dios, puedo dar fruto, de lo contrario Jesús
dirá: “Si alguna de mis ramas no da fruto, él la arranca”. ¿Queremos ser
arrancados de la presencia amorosa de Dios?, ¿queremos vivir así todo el tiempo?
Es claro cuando San Pablo dice: “para mí, vivir es Cristo” (Filp.1, 21). El final del
evangelio es esperanzador: “…recibe gloria mi Padre, en que ustedes den fruto
abundante; así serán discípulos míos”.
Si quiero ser de los discípulos del maestro, no puedo menos que unirme a Jesús
para dar fruto, y fruto abundante. El mundo de hoy necesita de hombres y mujeres
capaces de creerle más a Dios y de obrar como él quiere, sin cuestionar, sin dudar,
simplemente como María Santísima y los santos: abandonarnos en Dios para dar
frutos de salvación.
No puedo vivir sin Dios.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)