Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo B, Tiempo de Pascua,
Domingo de la Semana No. 6
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre
los gentiles * El Señor revela a las naciones su salvación. * Dios es amor * Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos
Textos para este día:
Hechos 10,25-26.34-35.44-48:
Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a
modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: "Levántate, que soy un hombre
como tú." Pedro tomó la palabra y dijo: "Está claro que Dios no hace distinciones;
acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea." Todavía
estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que
escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la
grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se
sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los
gentiles. Pedro añadió: "¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han
recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?" Y mandó bautizarlos en el nombre de
Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.
Salmo 97:
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas; / su diestra le ha
dado la victoria, / su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de
su misericordia y si fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclama al
Señor, tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.
1 Juan 4,7-10:
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el
que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios
envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos
envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Juan 15,9-17:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os
he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en
vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que
da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros
os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que
pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros."
Homilía
Temas de las lecturas: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre
los gentiles * El Señor revela a las naciones su salvación. * Dios es amor * Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos
1. Dios no hace distinción de personas
1.1 La primera lectura de hoy nos presenta un momento coyuntural en el desarrollo
de la predicación del Evangelio: la luz de la gracia, ¿es también para los paganos?
Los que no pertenecíamos a la raza de Abraham, de quien vienen los profetas,
¿tenemos derecho a esperar en las promesas que Dios hizo por los profetas? Hoy la
respuesta a una pregunta así nos parece obvia, pero no era así, ni mucho menos,
en el tiempo de los Apóstoles.
1.2 La palabra fundamental, para fundamentar una respuesta, es aquello que dice
Pedro: “Dios no hace distincin de personas”. Si se nos mira desde la cultura, la
lengua, la raza o incluso la religión, somos distintos; pero si se piensa en la
necesidad que todos tenemos de ser salvados, y en la imposibilidad que todos
tenemos, judíos y no judíos, de salvarnos por nuestras solas fuerzas o, méritos,
planes o propósitos, entonces somos iguales: no hay distinción.
1.4 Que Dios no hace distinción de personas no significa que no nos atiende de una
manera distinta según nuestras distintas circunstancias y necesidades; significa que
en cuanto a la necesidad de la salvación por la gracia somos iguales.
1.5 Y esto es importante decirlo, porque vivimos en una época que pretende
sentirse a salvo haciendo declaraciones de igualdad de derechos. Es como un
axioma de nuestra época hablar de “Derechos Humanos”. Pues bien, el artículo
primero de la Declaración de los Derechos del Hombre del 10 de Diciembre de 1948
reza así: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los
unos con los otros”. Aparentemente ahí está todo: libertad, igualdad, fraternidad,
esto es, el ideal de los revolucionarios de La Bastilla.
1.6 Mas, ¿son equivalentes la “igualdad” de la Revolucin Francesa y la “igualdad”
que predica Pedro en este capítulo décimo de los Hechos de los Apóstoles? ¿Valen
por igual la “fraternidad” de la ONU y la “fraternidad” de los que se declaran
hermanos en un mismo bautismo y con un mismo Padre en los Cielos?
1.7 Notemos, a partir de lo dicho al comienzo de esta reflexión, cuál es la igualdad
que predica Pedro: es la igualdad en la condición de necesitados de la gracia. No es
la igualdad como “derecho”, sino como “indigencia”; consiguiente, la fraternidad
que predica Pedro no es la de quienes “quieren” ser hermanos uniendo en sus
esfuerzos, según un ideal que ven conveniente a sus intereses, sino la fraternidad
de quienes “se descubren” hermanos, porque han sido amados, perdonados y
salvados por un mismo Dios y por una misma gracia. No son iguales la igualdad de
la ONU y la de la Biblia.
2. Permanecer en el amor y permanecer en el mandato
2.1 Es dulce a nuestros oídos aquello de “permanecer en el amor”, según la palabra
de Cristo en el evangelio de hoy; tal vez no suena tan amable eso otro de
“permanecer en los mandamientos”. Y sin embargo, estas dos indicaciones vienen
del mismo Cristo y apuntan hacia el mismo cielo.
2.2 El “mandamiento” nos recuerda que nuestra vida tiene una fuente, un origen, y
por consiguiente, no brota de su propia voluntad ni tiende sin más hacia su solo
deseo. El “amar” nos ensea que hay una compatibilidad fundamental entre nuestro
anhelo más íntimo de felicidad y aquello que hemos recibido del Señor Jesús por la
fuerza de su gracia y de su sangre.
2.3 Permanecer en el amor y guardar los mandamientos son, pues, dos aspectos
complementarios de una misma obra que Cristo ha hecho por nosotros. Vivir en el
amor es tender hacia lo más puro, dulce y feliz de nuestro ser y de nuestra sed.
Vivir en el mandamiento es afianzarse en lo más firme, fundante y prometedor que
pueden recibir nuestros oídos y descubrir nuestra razón. Sólo en la conjunción de
ese impulso maravilloso que es amar con ese cauce fiable y profundo que es
obedecer se encuentra la plenitud de la vida en Cristo.
Fr. Nelson Medina, O.P.