Comentario al evangelio del Martes 15 de Mayo del 2012
Queridos amigos:
Todo tiene su orden. Así sucede en el proyecto de Dios. Si lo propio del sabio es ordenar, con cuánta
más razón cabe decirlo de Dios, infinitamente sabio y fuente de toda sabiduría. Todo tiene su orden:
primero, la partida de Jesús; luego, el don del Espíritu. Jesús lo revela en este pasaje: «Os conviene que
yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo
enviaré».
Primero, la partida del Maestro, a cuya muerte va unido el don del Espíritu. Jesús, al morir,
«inclinando la cabeza, entregó el espíritu/Espíritu» (Jn 19,30). San Hipólito lo expresa con una bella
imagen: «Igual que cuando se rompe un frasco de perfume, su olor se difunde por todas partes, al
romperse el Cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras estuvo vivo había poseído en
exclusiva, se derramó en los corazones de todos».
Luego, la resurrección de Jesús, a la que de nuevo va unido el don del Espíritu. El mismo evangelista
lo había indicado páginas atrás: «No había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido resucitado
de entre los muertos» (Jn 7,39). El mismo día de su resurrección Jesús se aparece a los discípulos y,
después de saludarlos, sopla sobre ellos y les dice: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los
pecados les quedan perdonados». Es la gran obra del Espíritu: difundir por el mundo el perdón que
Dios nos otorga por el Cordero degollado. Sí, todo tiene su orden y todo tiene su tiempo.
Vuestro amigo
Pablo Largo
Pablo Largo, cmf