VI Semana de Pascua
Con permiso de dominicos.org
Introducción a la semana
A estas alturas de la Pascua, y por un instante, volvamos la vista atrás y
contemplemos la prodigiosa aventura de las primeras comunidades que,
superando persecución, castigos e incomprensión, saben superar sus diferencias,
integrar a los diferentes, gozar de su creencia con honda libertad y abrirse a un
horizonte de universalidad que avala la confesión de un Dios que da su Espíritu a
todos sus hijos, los de dentro y los de fuera. Judíos y gentiles ven cómo
desaparecen las líneas fronterizas que los separan gracias al único nombre que
salva, Jesús el Señor. Algunos de los mejores argumentos de esta creyente
aventura desfilan ante nosotros en la segunda lectura y en el evangelio de este
VI Domingo de Pascua: nuestro Dios es, ante todo, amor, y nos lo evidencia
dando la vida por sus amigos, los que conocen su exclusivo modo de hacer,
amar y servir sin medida.
Parte del tercer viaje apostólico de Pablo se nos relata en las primeras lecturas
de esta semana, en las que no faltan mensajes de vida, agresiones por predicar
la Buena Noticia, gestos de hospitalidad como el de Lidia y, en todo caso,
valentía evangelizadora. Y Atenas: punto de inflexión para el hacer predicador
de Pablo; a partir de aquí, y tras fracasar con estrépito en el Areópago, se
centrará en transmitir el mensaje de la sabiduría-locura de la cruz, la fuerza de
su debilidad. Y la cosmopolita Corinto: que le dará pie a vivir experiencias
comunitarias de alto calado y que nos transmitirá en sus cartas, ya de regreso
por Antioquía y Éfeso.
El tenor de las páginas evangélicas de la semana prepara el ambiente pre-
pentecostal. El Defensor de la Verdad dará el mejor testimonio de Jesús el
Señor, y ofrecerá el sentido suficiente para que la ausencia del Maestro no sea
tal, ni provoque tristeza ni síndrome de soledad. Con el impulso del Espíritu es
posible que nuestra inicial tristeza se torne alegría, y nada ni nadie será capaz
de arrebatárnosla, porque somos domicilio del Espíritu, la fuerza del Señor.
Los días centrales de mayo nos brindan la ocasión de memorar al apóstol San
Matías, el que ocupó el vacío dejado en los Doce; y un santo tan popular como
San Isidro, el protector de nuestro campo, tan necesitado este año de amparo y
de lluvia benefactora. Cerramos la semana con San Francisco Coll, por cuyo
motivo toda la familia dominicana y, en particular, las hermanas de la Anunciata,
agradecemos al Padre común el regalo de su vida y de su obra. Nuestro corazón
está contento en el Señor y nadie nos quitará esta vivencia pascual.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)