EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sexto Domingo de Pascua B
Libro de los Hechos de los Apóstoles 10,25-26.34-35.44-48.
Cuando Pedro entró, Cornelio fue a su encuentro y se postró a sus pies.
Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole: "Levántate, porque yo no soy más que un
hombre".
Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: "Verdaderamente, comprendo que Dios
no hace acepción de personas,
y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a
él.
Mientras Pedro estaba hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que
escuchaban la Palabra.
Los fieles de origen judío que habían venido con Pedro quedaron maravillados al ver
que el Espíritu Santo era derramado también sobre los paganos.
En efecto, los oían hablar diversas lenguas y proclamar la grandeza de Dios. Pedro
dijo:
"¿Acaso se puede negar el agua del bautismo a los que recibieron el Espíritu Santo
como nosotros?".
Y ordenó que fueran bautizados en el nombre del Señor Jesucristo. Entonces le
rogaron que se quedara con ellos algunos días.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Epístola I de San Juan 4,7-10.
Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y
el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que
tuviéramos Vida por medio de él.
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Evangelio según San Juan 15,9-17.
Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi
amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los
llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los
destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan
al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
Comentario del Evangelio por
Pablo VI, papa de 1963-1978
Exhortación apostólica «Gaudete in domino» sobre la alegría cristiana, 4
"Os dije esto para que mi alegría esté en vosotros"
Desde hace veinte siglos esta fuente de alegría no ha cesado de manar en la
Iglesia y especialmente en el corazón de los santos... En la vida de los hijos de la
Iglesia, esta participación en la alegría del Señor es inseparable de la celebración
del misterio eucarístico, en donde comen y beben su Cuerpo y su Sangre. Así
sustentados, como los caminantes, en el camino de la eternidad, reciben ya
sacramentalmente las primicias de la alegría escatológica.
Puesta en esta perspectiva, la alegría amplia y profunda derramada ya en la
tierra dentro del corazón de los verdaderos fieles, no puede menos de revelarse
como «diffusivum sui», lo mismo que la vida y el amor de los que es un síntoma
gozoso. La alegría es el resultado de una comunión humano-divina cada vez más
universal. De ninguna manera podría incitar a quien la gusta a una actitud de
repliegue sobre sí mismo Procura al corazón una apertura católica hacia el mundo
de los hombres, al mismo tiempo que los hiere con la nostalgia de los bienes
eternos...
Los hace encaminarse con premura hacia la consumación celestial de las
Bodas del Cordero. Está serenamente tensa entre el tiempo de las fatigas terrestres
y la paz de la Morada eterna, conforme a la ley de gravitación del Espíritu: «Si
pues, por haber recibido estas arras (del espíritu filial), gritamos ya desde ahora:
"Abba, Padre", ¿qué será cuando, resucitados, los veamos cara a cara, cuando
todos los miembros en desbordante marea prorrumpirán en un himno de júbilo,
glorificando a Aquel que los ha resucitado de entre los muertos y premiado con la
vida eterna?
Porque si ahora las simples arras, envolviendo completamente en ellas al
hombre, le hacen gritar: "Abba, Padre", ¿qué no hará la gracia plena del Espíritu,
cuando Dios la haya dado a los hombres? Ella nos hará semejantes a él y dará
cumplimiento a la voluntad del Padre, porque ella hará al hombre a imagen y
semejanza de Dios». Ya desde ahora, los santos nos ofrecen una pregustación de
esta semejanza.
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