EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la sexta semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,22-34.
La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la
ropa y ordenaron que los azotaran.
Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión,
ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado.
Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les
sujetó los pies en el cepo.
Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios,
mientras los otros prisioneros los escuchaban.
De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los
cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas
de los prisioneros se soltaron.
El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión,
desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se
habían escapado.
Pero Pablo le gritó: "No te hagas ningún mal, estamos todos aquí".
El carcelero pidió unas antorchas, entró precipitadamente en la celda y, temblando,
se echó a los pies de Pablo y de Silas.
Luego los hizo salir y les preguntó: "Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la
salvación?".
Ellos le respondieron: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia".
En seguida le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa.
A esa misma hora de la noche, el carcelero los atendió y curó sus llagas.
Inmediatamente después, fue bautizado junto con toda su familia.
Luego los hizo subir a su casa y preparó la mesa para festejar con los suyos la
alegría de haber creído en Dios.
Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo,
y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad,
porque tu promesa ha superado tu renombre.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.
Tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!
Evangelio según San Juan 16,5-11. «
Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde
vas?'.
Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.
Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me
voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.
Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y
cuál es el juicio.
El pecado está en no haber creído en mí.
La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.
Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
Comentario del Evangelio por
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
3º sermón de Pentecostés
«Os conviene que me vaya»
Él cubrió con su sombra a la Virgen(Lc 1,35) y, el día de Pentecostés, confortó
a los apóstoles; preparó un acceso a la divinidad en un cuerpo virginal, y revistió a
los apóstoles con una fuerza venida de lo alto(Lc 24,49), es decir, con su ferviente
caridad. El coro de los apóstoles se vistió esa coraza como un gigante para tomar
venganza de los pueblos y aplicar el castigo a los paganos, sujetando a los reyes
con argollas y a los nobles con esposas de hierro. Como se trataba de meterse en
casa de un hombre fuerte y deshacer todo su ajuar, era necesario ser más fuerte
que él.
Triunfar de la muerte y no sucumbir ante el poder del infierno les era
totalmente imposible: únicamente vencerían llenos de «un amor fuerte como la
muerte» (Mt 16,18; Ct 8,6) y de una pasión tan cruel como el abismo. Este es el
celo que los devoraba cuando la gente los creía borrachos. Es cierto que estaban
bebidos, pero no de un vino ordinario. Estaban ebrios, repito, pero del vino nuevo
que los odres viejos no merecen ni pueden contener. Este vino es fruto de la «vid
celestial», un vino que alegra el corazón y no trastorna la mente; un vino que
desarrolla a los jóvenes y no extravía a los hombres inteligentes. Un vino
desconocido para los habitantes de la tierra. En el cielo siempre había sido
abundante... Por todas las calles y plazas de la ciudad corría ese vino que llena de
alegría el corazón(Jn 15,1; Sal. 103,15)...
Así, pues, el cielo saborea un vino especial que la tierra todavía no ha
probado. Y era tal su ignorancia que tampoco se deleitaba en la humanidad de
Cristo, cuya presencia ansiaba el cielo. ¿Cómo no iban a hacer, pues, el cielo y la
tierra, los ángeles y apóstoles un negocio tan honesto como provechoso para ellos?
Aquellos piden la humanidad de Cristo, estos el vino del cielo; que el Espíritu venga
a la tierra y la carne suba al cielo, y en adelante todo sea común para todos. Jesús
había dicho: si no me voy, no vendrá vuestro Defensor. Que quiere decir: Si no dais
eso que tanto amáis, no tendréis lo que deseáis. Os conviene que yo me vaya, para
trasladaros a vosotros de la tierra al cielo y de la carne al espíritu. El Hijo es
espíritu, el Padre es espíritu, y el Espíritu Santo es espíritu. Recordemos la
Escritura: Cristo, el Señor, es un espíritu que está siempre con nosotros. Y el Padre,
por ser espíritu, quiere que se le adore en espíritu y de verdad. (Jn 4,23-24)..
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