Solemnidad. La Ascensión del Señor
LIBRE Y SERVIDOR TOTAL
Por Padre Pedrojosé Ynaraja
Pese a que ni los veamos, ni los toquemos, nuestra vida está encerrada en una
cárcel con rejas que nos aprisionan, son dos barrotes: el espacio y el tiempo. Si
pudiéramos afirmar como Guy de Larigaudie: “Me he paseado por el mundo como
por un jardín cerrado por muros. He llevado la aventura de un extremo al otro de
los cinco continentes y he realizado uno tras otro todos los sueños de mi infancia. El
parque de la vieja casa solariega de Perigord, donde di mis primeros pasos, se ha
alargado a los confines de la tierra y he jugado sobre el mapamundi, el maravilloso
juego de mi vida. Por tanto, las paredes del jardín no han hecho más que
retroceder y continúo en una jaula. Pero vendrá un día que podré cantar mi canción
de amor y júbilo. Todas las barreras caerán. Y poseeré el infinito”. Si con sinceridad
pudiésemos confesar lo mismo, nos daríamos cuenta de que esta realidad no nos
satisface del todo. El hombre, culminación sublime de la creación, intuye que está
destinado a otra realidad superior.
La resurrección de Jesús, como os he dicho en otras ocasiones, mis queridos
jóvenes lectores, no es una resucitación. Las apariciones, hablando, enseñando
cicatrices, comiendo o compartiendo pesca del lago, si bien les aseguraba a sus
discípulos que estaba vivo, que era el mismo que con ellos se había movido de
arriba abajo, y de este a oeste, por la Galilea, convenía que se enteraran
claramente que Él pertenecía a otra existencia, que cuando terminaba una
aparición, no se ocultaba, para volver en otro momento a encontrarse con ellos.
Que su vida, su muerte y su resurrección no les pertenecía a ellos. Que era
salvación para todos los que quisieran aceptarla y que con todo ello, había abierto
un camino seguro, que se inauguraba para todos. Era, pues conveniente, que esta
etapa acabase y quedaran convencidos de ello. De aquí que lo que llamamos
Ascensión, es en realidad la última aparición y el mensaje de los varones (ángeles
en realidad) que les reprochan su alelada actitud, quería enseñarles lo dicho. Había
llegado la hora de que Él velara por todos, de que a todos fuera accesible. Si
hubiera permanecido en un lugar, únicamente los que estuvieran capacitados para
viajar, hubieran podido ponerse en contacto con Él.
La Ascensión es llegar Él a una gran morada, donde, si en Él creemos, todos
podemos permanecer felices para siempre. También es una demostración de su
triunfo, pero, pese a ser testigos de ello, continuaron sin decidirse y es que, para
que la estancia del Señor entre nosotros, cambiara, mejorara la vida de los
discípulos, y la llevara a caminos de heroicidad, era necesaria la asistencia del
Espíritu del Señor, que llegó el día de Pentecostés. Solamente apunto la idea.
Debemos esperar impacientes y esperanzados, el próximo domingo. Si le somos
fieles, nuestra vida cambiará. El nacimiento, los desvelos de Jesús mientras predico
por Galilea, su tortura, condena y ejecución, no serán inútiles. Para que se incruste
en el interior de nuestro ser e influya en nuestra vida, se precisa la asistencia del
Espíritu del Señor. Lo repitió más de una vez: conviene que me aleje de vosotros
para que Él, que es vuestro abogado y será estímulo en vuestra vida, os llegue, os
ilumine y os de coraje.
Como sé que a muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os gusta que dé
detalles topográficos de las hazañas del Maestro, os explicaré que la cima de la
montaña donde acabó la aparición, esta delante de Jerusalén. En realidad, es una
minúscula sierra que se eleva pocos metros más que la ciudad. Se construyó allí
una basílica, de sólidos muros, pero sin techo. En el centro del perímetro octogonal,
hay un pequeño edículo, también octogonal y este sí cubierto por una sencilla
cúpula, donde se atreven a enseñarnos la huella (sic) que dejó el pie del Señor,
antes de elevarse. Lamentablemente, el recinto pertenece al mundo musulmán y
para visitar el lugar hay que pagar entrada. Solo el día de la festividad se permite a
los cristianos celebra la liturgia. He subido y bajado la empinada cuesta bastantes
veces. Creo que si uno no se para por el camino, se puede llegar aproximadamente
en media hora, a partir de Getsemaní. Si uno sube en coche, debe poner la primera
marcha, os cuento este detalle para que imaginéis la pendiente de la ruta.
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