LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR
(Hechos 1:1-11; Efesios 1:17-23; Marcos 16:15-20)
Es domingo. Toda la familia está en la casa del patriarca y matriarca. Han tomado
mucha comida y no poco vino. Ya es la hora de conversar. Hablan del precio de
gasolina que por fin está bajando y los planes para el verano. Entonces el tema
cambia a la política. Una persona toca la pregunta que domina el aire estos días:
“¿Por quién vas a votar en las elecciones este ao?” La escena es parecida al
evangelio hoy y la pregunta tan pujante.
“Seor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” los discípulos
preguntan a Jesús. Han visto maravillas, particularmente al mismo Jesús
resucitado de la muerte. Ya, les parece, es tiempo para realizar otro prodigio: el fin
del sometimiento de Israel. Pues, en su manera de ver, Jesús es el Mesías, el
cacique encargado por Dios para entregar al pueblo Israel de las garras duras de
Roma. Son como nosotros hoy en día. Vivimos en un mundo de gobiernos
corruptos, pobreza masiva, y enfermedades matadoras. Sin embargo, ha llegado el
Internet que -- según algunos – nos capacita para superar los grandes problemas
sociales. ¿No ha facilitado el derrocamiento de algunas dictaduras el año pasado?
¿No ha aportado la reducción de la extrema pobreza mundial por una mitad desde
el año 1990? ¿No está contribuyendo a la distribución de información que limita el
impacto de SIDA y otros retos a la salud?
Sí, el Internet ayuda el progreso de la humanidad en algunos aspectos, pero
apenas representa el adviento del Reino de Dios. De hecho, en algunos modos el
Internet causa dificultades más complejas e igualmente amenazantes que nos
ayuda resolver. Ha facilitado muchísimo la mercancía de la pornografía que
corrompe almas. También ha distanciado al individuo del ambiente en que vive
para crear relaciones superficiales con personas en otras partes. Por eso, vemos la
disolución de comunidades, sean religiosas con la menor participación en la misa o
sean sociales con la membrecía muy reducida en las organizaciones como los
Leones. Así en el evangelio Jesús reprocha a sus discípulos por ser demasiado
optimistas en cuanto al triunfo final. Les dice: “A ustedes no les toca conocer el
tiempo y la hora que el Padre ha determinado…” Indica que el Reino de Dios es de
Dios, no de ellos para conocer cuando y mucho menos para realizar como su
proyecto.
Pero ellos tienen su propio propósito en el mundo. Jesús les envía a ser sus
testigos primero en Jerusalén, entonces entre los pueblos cercanos, y finalmente en
los rincones del mundo. Han de dar buen ejemplo por vivir sanamente como el
reportaje de los cristianos antiguos: “Viven en la carne, pero no según la carne.
Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes
establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes”. Nosotros hoy en día
seguimos atestiguando a Jesús por nuestra caridad. Nos aprovechamos del
Internet no tanto como un medio de traer la auto-satisfacción sino para ayudar a
los demás en el nombre del Señor. Cuando se usa para informar a toda la familia
de las actividades del joven voluntario del Cuerpo de Paz, para ordenar café de
“comercio justo”, o para actuar un milln de otras posibilidades, el Internet nos
sirve como testigos de Jesús.
De hecho, el Internet nos ha conectado a gentes no sólo en países extranjeros sino
en nuestra ciudad de modo que no más podamos ignorarnos de los pobres.
Tenemos que responder o vamos a sufrir una conciencia culpable. Encontramos
una exigencia parecida en el pasaje. Cuando los hombres angélicos dicen a los
discípulos que Jesús volverá como lo han visto alejarse, está proponiendo una
advertencia. No deben mantenerse parados sino tienen que cumplir el mandato
porque Jesús regresará para juzgarlos. Si cuentan de Jesús a las gentes y les
apoyan en su nombre, van a ser premiados en su regreso. Si no, van a ser
desilusionados.
“Vean cmo aman a uno y otro”. Dice un reportaje de los cristianos antiguos.
Según ello los seguidores de Jesús ponen monedas en la alcancía común para
apoyar a los pobres, mantener a los huérfanos, y socorrer a los prisioneros de
conciencia. Atestiguan a Jesús por acciones de caridad. Es nuestro propósito en el
mundo hoy. Hemos de atestiguar a Jesús por la caridad.
Padre Carmelo Mele, O.P.