Solemnidad de la Ascención del Señor B
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
Lecturas:
a.- Hch. 1,1-11: Jesús se elevó a la vista de ellos.
El libro de los Hechos se abre con dos secciones: el discurso de despedida de Jesús
de los suyos y su Ascensión a la diestra del Padre. La mención que hace Lucas, de
los cuarenta días de las apariciones del Resucitado a los suyos, tiene un fin
pedagógico: afianzar el dato de la resurrección y recordarles la misión de predicar
el Reino de Dios (v.3). Desde otra perspectiva, el dato de los cuarenta días viene a
confirmar la continuidad entre el Jesús histórico y el Cristo pos-pascual. Los
discípulos no deben alejarse de Jerusalén, porque para Lucas, la predicación del
Evangelio debe iniciarse, precisamente, donde todo había comenzado (v. 5). Toda
su obra la comienza Lucas, en Jerusalén, comienza en la ciudad santa, llegará hasta
Roma, corazón del mundo pagano, en la persona del apóstol Pablo, cumpliéndose
las palabras de Jesús, que los discípulos serán sus testigos, comenzando por
Jerusalén hasta los confines de la tierra, de ahí que llegado el Evangelio a Roma,
concluye Lucas su obra. La espera tiene un fin: el cumplimiento de la promesa del
Padre, la efusión del Espíritu, que Jesús había prometido (cfr. Hch.11, 16), garantía
de su presencia cercana para los momentos en que dar testimonio del evangelio era
fundamental (cfr. Lc.21,15; Mc.13, 11). La mención del bautismo de Juan, apunta a
comprenderlo como una preparación al bautismo del Espíritu, que tendría lugar una
vez que Jesús regrese junto al Padre (cfr. Lc. 3, 16; Jn. 7,37-39). La pregunta que
hacen los discípulos, habla de lo poco que habían comprendido acerca del reino de
Dios, entendido por ellos, como los reinos de este mundo y también porque la
efusión del Espíritu, suponía estar viviendo los últimos tiempos, lo que dio origen a
pensar que la esperanza de la parusía era inmediata. La respuesta de Jesús es
categórica: sólo el Padre sabe cuando llegará el momento fijado por su autoridad
para culminar la historia que ÉL mismo inició. Mientras tanto, hay que predicar el
evangelio a toda la creación comenzando en Jerusalén, por lo tanto queda claro,
que el Reino de Dios no se limitará sólo a Israel. Para cumplir esta misión, los
apóstoles recibirán la fuerza de lo alto por medio del Espíritu Santo, para ser sus
testigos. Promesa y mandato que se cumple en la Iglesia, que desde su génesis es
misionera, rompiendo las fronteras de Israel. Un segundo momento, lo fija el hecho
mismo de la Ascensión. La sobriedad en nombrar algunos elementos fundamentales
dentro de una epifanía: la nube de gran significado en el simbolismo bíblico, la
mención del cielo, los hombres de ropajes blancos que identificamos con ángeles, y
su mensaje, caracterizan el relato del regreso de Jesús al seno del Padre. Las
palabras de los discípulos reflejan la mentalidad de los cristianos y sus
comunidades, respecto de un fin inmediato y la despreocupación de los quehaceres
temporales. Precisamente, el mensaje de los dos varones de blanco, una vez que
Jesús ha subido a los cielos, es una palabra sobre el sentido que tiene la Ascensión
y la parusía. Más que especular sobre el “cuando”, la idea está centrada en no
perderla vista: ese Jesús que subi a los cielos… vendrá. Lo que Lucas pretende al
narrarnos este acontecimiento, es presentarnos el camino de Jesús en su regreso al
Padre, el mismo que debemos recorrer hoy, para alcanzar a Jesús, y entrar para
siempre en la Casa del Padre.
b.- Ef. 1,17-23: El Padre le sentó a su derecha en el cielo.
Una vez que ha presentado la economía de la salvación, proyectada por el Padre,
llevada a cabo por el Hijo y el Espíritu Santo que la actualiza en el tiempo (cfr. Ef.
1, 3-14), el apóstol se dirige al Padre, para agradecerle la fe y la caridad de los
efesios (cfr. Ef.1,15), y le pide les haga comprender la grandeza de la esperanza
cristiana, que no falla, porque se apoya en el poder de Dios, manifestado en Cristo
Jesús (vv.19-23). Con lo que el apóstol coloca las tres virtudes teologales, como
cimiento de toda la vida cristiana (cfr. Ef.1,15-18; Rm.5,1-5; 1 Cor.13,13; Gál. 5,5-
6; 1,4-5; 1 Tes.5,8). La expresin: “Dios de Jesucristo y Padre de la gloria” (v.17;
2Cor.1,3), vienen a significar, el profundo conocimiento íntimo de Dios y de sus
planes de salvación, que el hombre puede conocer por su intimidad divina con
Cristo, lo que más tarde desarrolla, con el término esperanza cristiana, objetivo de
este conocimiento, con lo que designa el cúmulo de bienes de gracia y de gloria a
los que el cristiano está llamado ha heredar una vez alcanzada la dignidad de hijos
de Dios. Toda esta riqueza de bienes, es obra del poder de Dios, cuya eficacia se
contempla en lo realizado en Cristo Jesús (vv.19-23). Constituido por sobre todo
poder, esta exaltación de Cristo, culmina con la idea de Cristo, Cabeza de la Iglesia.
En la mente de Pablo, esta dignidad es muy superior a ser considerado soberano
sobre los ángeles, y tener sujetas a Sí todas las cosas, es que entre la Cabeza, y el
cuerpo no hay separación, y Cristo está más unido a los fieles que con los ángeles,
hasta que en cierto modo la Iglesia, es elevada a la misma comunión trinitaria.
“Sentándole a su diestra” (v.20), es una expresin, que designa el máximo honor
concedido a Cristo por el Padre, no concedido a nadie, ni en el cielo ni en la tierra
(vv. 21-22; cfr. Sal.110, 1). Las relaciones entre Cristo y la Iglesia, manifiestan la
complementariedad, porque no pueden existir el uno sin el otro: Cristo necesita de
la Iglesia para llevar a delante la evangelización de todos los pueblos, la Iglesia no
se entiende sino desde el misterio de Cristo Jesús y su obra salvífica.
c.- Mc. 16,15-20: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
El evangelio nos habla de otra aparición de Jesús resucitado y el envío de los
discípulos a predicar el Evangelio. Jesús envía a sus discípulos como misioneros,
les asegura la eficacia de su obra, es el término de su ministerio terrenal, pero su
obra y presencia, está asegurada por el trabajo de evangelizar de sus discípulos
(vv.17-20). En estas páginas conclusivas del evangelio de Marco, queda claro, que
el anuncio de la salvación, se constituye en un deber esencial, lo que compromete a
todo cristiano llamado por Jesucristo a ser su discípulo. Todo ser humano, es
destinatario de este anuncio evangélico; la universalidad está expresada por los
términos, “por todo el mundo”, “toda criatura” (v.15; cfr. Rm.1,8; Col.1,23). La
predicación es fundamental para que se pueda crear, entendiendo por creer la
adhesión a Cristo. Luego se da la orden de predicar el Evangelio a todas las gentes,
junto con el bautismo. Es la enseñanza que aparece en el evangelio de Mateo (cfr.
Mt. 28,19). Se observa ya el universalismo cristiano, en acción entre los gentiles.
El primer encuentro lo tiene el hombre con Cristo, precisamente por la predicación,
el Bautismo, principio y causa de salvación (cfr. Tit. 3,5; 1Pe. 3,21). Adhesión o
rechazo de Cristo y su evangelio, determinan su destino eterno, salvación o
condena determinan la urgencia de la predicación, la tarea misionera, y la
respuesta de los destinatarios, su decisión. Cristo no es una opción más, es el
Camino, la Verdad y la Vida. La advertencia contra los incrédulos no es que si no
se bautiza se condenará, si se niega a creer, conocerá la condenación en el juicio.
Se trata de la obstinación de quien conociendo la fe, se niega a creer en Jesús, y su
evangelio. Lo importante del encuentro con el Resucitado, es la transformación que
produce en los discípulos y en los destinatarios de la salvación. Los signos que
acompañan a la predicación, constituyen la ayuda que ofrece el Señor para
decidirse por creer. No son los milagros, lo esencial del evangelio, pero para los
hombres son importantes, abren sus corazones a la fe. A esto, se añaden una serie
de carismas, no directamente, para confirmar la fe que se anuncia, sino como un
don a los creyentes. Estas señales, tienen un valor global, que no exige que se
vayan a cumplir en todos, y cada uno de los creyentes. Estos carismas se realizarán
“en mi nombre.” Ya los apstoles, habían recibido estos carismas (cfr. Mt 10,1).
Hasta se lee: “Yo os he dado poder para andar sobre serpientes y escorpiones y
sobre toda potencia enemiga, y nada os daará” (Lc 10:19). En la primitiva Iglesia,
se han visto muchos de estos casos: expulsión de demonios, el don de lenguas; en
San Pablo, la mordedura de una serpiente, no le afectará. Y hasta se pensaría si la
imposición de manos no podría estar relacionada aquí con los efectos de la unción,
con que se curaban los enfermos (cfr. Mc 6:13). En toda la larga historia de la
Iglesia, el milagro ha tenido su realización en los fieles. Probablemente, aquí hay
una agrupación de sentencias y comentarios a las enseñanzas del Señor, ya que se
ven diseminadas en forma más primitiva en otros textos. Y muy especialmente en
el final de Mateo (Mt. 28:16-20). Lo esencial de este pasaje evangélico está en la
Ascensión de Jesús a los cielos: Jesús de Nazaret, se presenta ahora como, el
Señor Jesús, el Resucitado (cfr.2 Re.2,4). Más que un alejamiento, se trata de un
nuevo modo de presencia de Jesús, y a una comunión más real con ÉL, y su Iglesia.
Marcos termina su evangelio, afirmando que el Señor resucitado, está en los cielos.
Recuerda su lenguaje la “ascensin” de Elías (cfr. 2 Re. 2,11; Eclo. 48,9). La
proclamación de su gloria se expresa con el Salmo 110:1, en que se reconoce a
Cristo “sentado a la diestra de Dios.” Es estar en su misma esfera divina y
participando de sus poderes. La expresin “Seor Jesús” es no es frecuente en los
evangelios, pero también lo encontramos en Hechos y Pablo (cfr. Lc. 24,3). Y tanto
en varios de estos pasajes como en la Iglesia primitiva, el título de Señor, el Kyrios,
aplicado a Cristo, era una confesión de su divinidad. Es la confesión con que
comienza el evangelio de Marcos (cfr. Mc.1,1). Un relato más detallado de la
“ascensin” de Cristo, se refiere en el evangelio de Lucas y Hechos (cfr. Lc.24,
50.51; Hch. 1,9-11). El final del evangelio, reconoce la obra misionera de los
apóstoles y la confirmación de ella que Cristo les hacía con milagros. Es ya la
predicación y extensión de la fe, vista desde la perspectiva histórica de la Iglesia
con unas decenas de años.Esta concentración de contenidos teológicos, habla de la
nueva conciencia que posee la propia comunidad creyente tiene de sí misma, de su
relación con la Cabeza, que es Cristo y su apertura misionera. Ambas realidades
favorecen la comprensión del hombre que van a evangelizar; tara que hizo la
comunidad de Marcos y tarea también para nuestro tiempo.