Ciclo B. Solemnidad. La Asunción del Señor, Ciclo B.
Alfonso Berrade, C.M.
La última cima
Los sacerdotes de la comunidad tenemos, en este momento, un libro de meditación
escrito por un sacerdote que, habiendo acabado de predicar una tanda de Ejercicios
espirituales a una comunidad de monjas de clausura, escaló como montañero una
alta cima. Al bajar una avalancha lo sepultó y murió. Su muerte conmocionó a toda
la nación, pero sus reflexiones y escritos siguen tocando el corazón de muchas
personas en el caminar al encuentro con Cristo.
Las ascensiones montañeras ejercen un atractivo irreprimible para los andinistas o
alpinistas. Llegar a la cima es experimentar el dominio que el ser humano tiene
sobre las cosas. Más difícil es la escalada, mayor es el disfrute de la cima. Mirar
desde la altura es ampliar el horizonte y la visión hasta límites inimaginables desde
el pie del monte.
De la cima se baja, es poco lo que se puede hacer en ella. Solo poder decir unos y
otros a coro: “Te dominamos, pudimos más que tus dificultades”. La vida, los
entrenamientos, las fortalezas musculares y la vivencia del espíritu de equipo se
van programando y realizando en el llano, en la vida de cada día.
Al andinista Jesús lo vemos hoy triunfante. Pudo sobre las tentaciones, sobre la
muerte, sobre el odio de los fariseos y escribas, sobre el demonio: “El príncipe este
mundo ha sido vencido”. Vemos a los discípulos en torno a él. Les manda a recorrer
el mundo. Les mandó entonces y nos manda hoy a todos nosotros. Ocurre que
muchas veces admiramos a los montañeros, pero pensamos que están un poco
locos. ¡Nosotros somos muy cuerdos, muy normales! Preferimos caminar por los
parques y jardines. Preferimos ser cristianos, no sé si del montón o amontonados,
pero sin ninguna gana de entregar nuestra vida a hacer presente el mensaje de
Jesús en nuestro ambiente. ¡Eso que lo hagan los sacerdotes y las monjas!
Nosotros callados, sin llamar la atención, no nos vayan a decir que somos fanáticos.
La inquietud por llegar a las alturas llena el corazón del andinista. La sed de
eternidad llena nuestro espíritu. Abrir nuestro corazón a los hermanos. Dedicar lo
mejor de nosotros a ellos. Dar razón de nuestra esperanza a todos los que nos
conocen. Confiar plenamente en Cristo que camina con nosotros, que no nos
abandona “estaré con ustedes hasta el final de los tiempos”. Tener como programa
de vida trabajar por la construcción del reino de Dios en la tierra. Y lanzarnos hacia
la altura, hasta el monte de Dios, hasta la entrega de la propia vida por amor. Todo
eso es la razón de ser de toda nuestra vida.
Ser andinista, montañero, es mantenerse joven. Cada día se tiene menos miedo a
las dificultades. Uno va adquiriendo experiencia sobre cómo enfrentar las
dificultades y los riesgos. La vida cristiana ha sido considerada a través de la
historia como un ejercicio de montañismo. Recuerdo un libro impresionante “La
Montaa de los siete círculos” del Monje americano Thomas Merton. El lleg a la
gran cima, murió mártir, murió amando la vida y dándola como expresión de fe y
esperanza, después de haber dado todo lo que él sabía.
Día de la Ascensión! Día de la plenitud de nuestra unión en Cristo que murió,
resucitó, subió al cielo y nos enviará el Espíritu del amor y la verdad. Día de
nuestro sí a Dios. ¡Día de nuestra última cima!
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)