Comentario al evangelio del Jueves 24 de Mayo del 2012
Hola, amigos y amigas:
El impacto que produce una familia o una comunidad unidas es muy fuerte, puede fascinar y seducir,
hasta convertirse en una fuerza provocadora. Jesús estaba convencido de ello, por eso, en la oración
sacerdotal insiste al Padre que sus discípulos sean uno. Pero esa unidad no procede de una simple
buena voluntad por estar unidos, sino que procede de la comunión íntima de amor entre el Padre y el
Hijo, que hace posible la unidad con cada uno de los creyentes y entre ellos. ¿Cómo hacer para que
nuestras familias, comunidades y parroquias superen las divisiones, los enfrentamientos y haya más
unidad? Quizá ya estamos cansados de intentarlo con muchos métodos psicológicos y sociológicos y
ver que los buenos propósitos poco a poco se vuelven a diluir. Jesús va mucho más allá, nos revela la
unidad que él nos pide procede de vivir en profunda comunión con el Padre y el Hijo; ese amor es el
que nos une de verdad. ¿Cómo vivirlo? No hay otro camino que el de la fe, que nos convierte el
corazón, nos purifica de tantas ambiciones, egoísmos y codicias para dar paso a la aceptación del otro,
a la acogida de lo diferente, al diálogo, al discernimiento, a la pluralidad y a la profunda unidad de fe y
amor.
El evangelio a veces parece utópico, pero no es así. Lo leemos en esta clave cuando perdemos la
convicción del poder de la Palabra y de la gracia de Dios en nuestras vidas y en el mundo en el que
vivimos. Necesitamos volver a creer para entrar en la comunión que hace posible la unidad. Entonces
seremos capaces de sufrir los duros efectos de buscar la unidad en medio de la pluralidad y, a pesar de
todo, ser portadores de paz, perdón, lucidez, generosidad y amistad.
Un saludo fraterno
Carlos Sánchez Miranda, cmf.
Carlos Sánchez Miranda, cmf.