EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Solemnidad de Pentecostés B
Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que
resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por
separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas
lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno
los oía hablar en su propia lengua.
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son
todos galileos?
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma
Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor,
en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma,
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras
lenguas las maravillas de Dios".
Salmo 104(103),1.24.29-30.31.34.
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría,
la tierra está llena de tus criaturas!
Si escondes tu rostro, se espantan;
si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados,
y renuevas la superficie de la tierra.
¡Gloria al Señor para siempre,
alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable,
y yo me alegraré en el Señor.
Carta de San Pablo a los Gálatas 5,16-25.
Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán
arrastrados por los deseos de la carne.
Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan
entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren.
Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y
libertinaje,
idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y
discordias, sectarismos, disensiones
y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo
a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.
Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad,
afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más,
porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones
y sus malos deseos.
Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.
Evangelio según San Juan 15,26-27.16,12-15.
Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la
Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender
ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque
no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá
sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo
anunciará a ustedes'.
Comentario del Evangelio por:
San Ireneo de Lyon (v. 130-v. 208), obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, III, 17, 2; SC 211 (trad. SC; cf breviario Pentecostés)
«Pediré al Padre y os dará otro Defensor que estará siempre con vosotros»
El Señor dijo a los discípulos: Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19).
Con este mandato, les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios. Dios
había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su
Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían... Así el Señor
prometió a la Samaritana «un agua viva», «para que nunca más tuviera sed» y no
se viera obligada a sacar agua con dificultad ya q ella misma poseía un agua «que
brotaba hasta la vida eterna» (Jn 4,10-14). Se trata de poder beber lo que el Señor
ha recibido de su Padre, y que a su regreso da a los que esperan en él, enviando el
Espíritu Santo sobre toda la tierra...
Gedeón había profetizado que se extendería el rocío sobre toda la tierra, que
es el Espíritu de Dios. Es precisamente este Espíritu el que descendió sobre el
Señor: «Espíritu de prudencia y sabiduría, Espíritu de consejo y valentía, Espíritu de
ciencia y temor del Señor» (Is 11,2-3). El Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia,
enviando al Defensor sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el
Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo (Lc 10,18); por esto
necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al
fuego; y ya que tenemos quien nos acusa (Ap 12,10), tengamos también un
Defensor, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre,
posesión suya, que había caído en manos de ladrones (Lc 10,30), del cual se
compadeció, y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para
que nosotros, recibiendo por el Espíritu «la imagen y la inscripción» (Lc 20,23) del
Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado,
retornándolo al Señor con intereses (cf Mt 25,14s).
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