Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Vigilia de Pentecostés
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua
de toda la tierra * Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra * El
Espíritu intercede con gemidos inefables * Manarán torrentes de agua viva
Textos para este día:
Génesis 11, 1-9:
Toda la tierra hablaba la misma lengua con las mismas palabras.
Al emigrar (el hombre) de oriente, encontraron una llanura en el país de Senaar y
se establecieron allí.
Y se dijeron unos a otros: "Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos."
Emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de cemento.
Y dijeron: "Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para
hacernos famosos, y para no dispersarnos por la superficie de la tierra."
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres; y se
dijo: "Son un solo pueblo con una sola lengua. Si esto no es más que el comienzo
de su actividad, nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Voy a bajar y
a confundir su lengua, de modo que uno no entienda la lengua del prójimo."
El Señor los dispersó por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.
Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y
desde allí los dispersó por la superficie de la tierra.
Salmo 103:
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y
majestad, la luz te envuelve como un manto. R.
Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena
de tus criaturas. R.
Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo; se la echas, y la
atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes - R.
Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R.
Romanos 8,22-27:
Hermanos: Sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con
dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la
redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una
esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que
ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Pero
además el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no
sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del
Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Juan 7, 37-39:
El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús, en pie, gritaba: "El que tenga
sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba.
Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva."
Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él.
Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Homilía
Temas de las lecturas: Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua
de toda la tierra * Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra * El
Espíritu intercede con gemidos inefables * Manarán torrentes de agua viva
1. La Espera de la Promesa
1.1 La belleza incomparable del triunfo de Cristo en su Ascensión puede nublar la
mirada frente a un hecho clave: Cristo, antes de partir, dejó una orden a sus
discípulos: que oraran juntos esperando "la Promesa del Padre." Es importante
recordar que cuando nos reunimos en vigilia de Pentecostés estamos cumpliendo de
modo muy concreto ese mandato de nuestro Señor.
1.2 El nombre mismo que recibe aquí el Espíritu es un discurso muy bello, una
poesía en sí mismo. Este Espíritu es "la Promesa." Juan Bautista preguntó en
alguna ocasión a Cristo si él era el Mesías "o había que esperar a otro" (véase
Mateo 11,3). De esa pregunta podemos saber que uno de los nombres del Mesías
era: el Esperado. Ahora Cristo nos habla de otro Esperado, el Espíritu.
2. Razones para la Esperanza
2.1 El Papa Benedicto estimó saludable escribir a todos sobre el misterio y la
riqueza de la virtud de la esperanza, basándose en aquel texto de san Pablo que
reza: "estamos salvados en esperanza" (Romanos 8,24). La espera del Espíritu es
al espera de un regalo; es la certeza de un abrazo que ya llega; es la alegría que se
adelanta a sí misma y nos saluda como desde lejos.
2.2 Una historia judía medieval habla de un hombre que pasaba por un pésimo
momento en su vida, un tiempo en que todo parecía salir muy mal. A punto de
claudicar en su fe recibió un consejo piadoso de un amigo que le invitó a que
resistiera la prueba, y añadió: "¡Dios viene pronto a ayudarte!" Y el otro replicó:
"Yo sé que Dios me va a ayudar, ¡pero necesito que me ayude mientras llega su
ayuda!" Esa "ayuda mientras llega la ayuda" es la esperanza.
3. Reunidos en oración
3.1 En Getsemaní, Cristo nos mandó velar y orar (Mateo 26,41). De nuevo en su
Ascensión nos ordena estar reunidos en la Ciudad Santa, en Jerusalén, para ser
bautizados con el Espíritu (Hechos 1,4-8).
3.2 La Ciudad Santa es hoy la Iglesia, pues san Pablo nos dice que nosotros
pertenecemos no a la Jerusalén de abajo sino a la de arriba (véase Gálatas 4,26).
Quedarse en esta "Jerusalén" es un modo muy específico de cumplir aquello que
decimos en el Credo: "Creo... en la Iglesia, que es una, santa, católica y
apostólica..." Hay tiempos en la vida en que uno se siente tentado de buscar al
Espíritu fuera de la Iglesia, por ejemplo, en aquellos grupos o sectas que parece
que hacen más milagros o predican con más vigor. Obrando así, sin embargo, uno
está desobedeciendo a Cristo.
3.3 Orar "en Jerusalén" junto con los hermanos es un modo de reconocer que todos
tenemos básicamente las mismas necesidades. Nuestra religión no es intimista. No
es una huida, ni hacia arriba, con un falso espiritualismo; ni hacia abajo, como si el
Evangelio fuera sólo promoción humana y social; ni hacia adentro, como si el
Espíritu fuera solo un dato de conciencia o una sensación interna. Oramos, nos
reunimos para orar, porque creemos que el mismo que renueva a cada uno nos
dispone a todos para renovarlo todo.
Fr. Nelson Medina, O.P.