VIII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B
DOMINGO
Lecturas
a.- Os. 2, 14.15.19-22: Me casaré contigo en matrimonio perpetuo.
Esta lectura esta tomada que tiene por idea central el amor de Yahvé por su
esposa, Israel, infiel. En nombre de Dios, el profeta ha lanzado toda clase de
amenazas contra su pueblo a la que ya no la considera su mujer, tampoco él se
considera su marido, anuncios nefastos, con un lenguaje de prostitución, finalmente
se hace consciente que de parte de ella está todo perdido. No hay nada que esperar
(vv.14-15). Pero al mismo tiempo, surge el amor del profeta por su esposa,
nuevamente infiel. Si el primer matrimonio fue de su iniciativa, ahora es por
iniciativa de Yahvé, que se propone volver a desposarla. Sabemos que es a Israel, a
quien se le ofrece una nueva alianza. Previo a la propuesta hay otro paso, “llevarla
al desierto y hablarle al corazón” (Os. 2,16). Habiendo experimentado la vida
sedentaria en Canaan y conocido los cultos de los baales, fuente de todos los
males, Oseas, vuela su recuerdo hacia el desierto, donde Israel sólo conocía a
Yahvé y vivió su primer amor, con desposorios divinos, de ahí, que en vísperas de
una nueva alianza la imagen del desierto adquiere nuevo significado: Israel Debe
volver al desierto y disponerse en soledad e intimidad ha escuchar y hablar con
Yahvé, como amantes de corazón a corazón, como en los días de su juventud,
cuando la sacó de Egipto (cfr. Os. 2,17). Por tres veces menciona que la desposará
con lo que se quiere recalcar la iniciativa divina. Ya no le llamará más baal mío,
sino marido mío, el nombre de los baales será borrado de su boca (cfr. Os.2,18-
19). “Yo te desposaré en justicia” (v.21), se refiere a la dote que el novio ofrece por
la novia, aquí Yahvé, ya no ofrece bienes materiales de la antigua alianza, sino las
disposiciones interiores para vivir en fidelidad la nueva alianza (cfr. Jr.31,31-34; Ez.
36,26-27). Estas cinco disposiciones son: justicia y derecho, para Israel y las
naciones que la rodean; en amor y compasión, es decir, no sólo sentimiento sino
afectividad, solidaridad, lealtad y asistencia, finalmente, fidelidad para siempre, un
Esposo, que es Dios, en quien se puede confiar. Es la mejor dote que ninguna
esposa recibió jamás. “Y tú conocerás a Yahvé” (v. 22), este conocimiento no es de
tipo puramente intelectual, lo que Oseas, quiere significar, una entrega del hombre
que entrega su voluntad a Yahvé, precisamente para hacer su voluntad; se trata de
conocer con el corazón, según la traducción hebrea (cfr. Jr. 22,15-16). Implica no
sólo recibir los beneficios divinos sino una fidelidad a su alianza, a su amor, lo que
se traduce, de parte del hombre, en conocimiento de Yahvé.
b.- 2Cor. 3, 1-6: Sois una carta de Cristo redactada por nuestro ministerio.
El apóstol hace su defensa frente a sus adversarios de Corinto, le acusan de
arrogante y ambicioso, quizás basados en sus propios escritos, todo para ganarse
admiradores (cfr. 1 Cor. 4,18-21; 9,1; 14,18; 15,10). Las preguntas que hace
están cargadas de ironía, porque los que necesitan cartas de recomendación son
ellos (cfr. 1Cor.2,17; Hch. 18,27; 28,21; Rm.16,1-2). Pablo usa la metáfora de la
carta, ellos los corintios cristianos son su mejor carta, abierta, donde todos puedan
leer, su trabajo entre ellos, es decir, el tipo de apóstol que realmente era él. En otra
parte había dicho, que ellos eran el “sello de su apostolado” (1Cor. 9,2). Esta carta
la llevaba “escrita en su corazón”, con el amor que siempre les había profesado
(1Cor.7,3); más que una carta escrita por él, era una carta de Cristo (v.3), escrita
no con tinta, sino por el Espíritu Santo vivo, y él sólo un simple instrumento (cfr. 1
Cor. 3,5). La imagen de las “tablas de piedra” y “corazones de carne”, tomadas del
AT, es preludio de la diferencia que Pablo establecerá entre la Alianza Antigua y la
Nueva (cfr. Ex. 24,12; 31,18; Jer. 31,33; Ez.36, 26). Explica Pablo que los
predicadores del Evangelio, son ministros de una revelación mucho mayor a la de
Moisés. Su confianza y capacidad para dicha misión le viene, únicamente de la
gracia de Dios, por los méritos de Jesucristo, que los capacitó como ministros de la
Nueva Alianza (vv. 4-6). “La letra mata y el Espíritu da vida” (v. 6), viene a
significar la superioridad de la alianza cristiana por sobre la mosaica. No significa
que la Ley no fuera buena ni santa, sino que indicaba desde fuera cuál era la
voluntad de Dios, pero no tenía la fuerza interior para poder cumplirla (cfr. Rm.7,7-
24). El cristiano consigue la justicia, sólo desde los méritos de Jesucristo y el influjo
del Espíritu vivificador que obra en el alma, iluminando la mente, corroborando la
voluntad y transformando las disposiciones del corazón (cfr. Rm.5,5; 8,1-17).
c.- Mc. 2, 18-22: El novio está con ellos.
El evangelio nos presenta dos unidades: la primera tiene que ver con el ayuno
(vv.18-20) y otra sobre lo viejo y lo nuevo (vv.21ss). Los discípulos de Juan y los
fariseos están ayunando, práctica que se extendió entre los judíos después del
exilio. Los motivos para ayunar eran muy diversos. Los fariseos había adoptado la
costumbre de ayunar dos veces a la semana (cfr. Lc. 1812). A la pregunta sobre el
ayuno, Jesús responde con toda libertad frente a una praxis común en ciertos
grupos de su tiempo. Si los dos grupos, los discípulos de Juan y los fariseos tienen
en alto grado esta práctica devocional, ¿quiénes eran los discípulos de Jesús para
optar por una vía diferente? La pregunta va dirigida a Jesús como Maestro.
Responde con otra pregunta: sus discípulos son como invitados a una boda, donde
el ayuno, significaría no participar del banquete. Hay un salto considerable en las
palabras de Jesús, se pasa de la imagen del banquete e invitados a la del Esposo
que tiene que ver con su persona y discípulos. La esperanza mesiánica hablaba de
los días del Mesías y del banquete, pero al identificarse con la imagen del esposo,
Jesús se transforma en el Esposo que hace posible las bodas y el banquete
anunciado por los profetas y esperado por Israel. El grupo de Jesús, vive un
momento de plenitud y gozo por la presencia del Maestro en medio de ellos. Es
gozo interior como si fueran unas bodas: el Esposo está con ellos. Llegará el
momento, el día (v.20), en que los discípulos atraviesen momentos difíciles, alusión
a su pasión y muerte, debido a su compromiso adquirido con Cristo, no necesitarán
el ayuno, sino afianzar su compromiso con ÉL. Jesús rechaza el ritualismo que
apura o planifica la salvación, al estilo farisaico. El evangelio, no le da la
oportunidad de planificar su salvación. En el evangelio es Dios, quien lleva la
iniciativa absoluta. La actitud de Jesús, es de respeto con lo establecido por ciertos
grupos religiosos, en particular los seguidores de Juan. ÉL adopta una línea
teológica nueva, pascual, compuesta de presencia y de ausencia, pero que el
Espíritu hará presente en la Iglesia. Usa luego Jesús las imágenes de del paño
nuevo y de los odres nuevos para guardar el vino. Pero no engaña a nadie, cuando
enseña que no va a poner un remiendo nuevo, que es el Evangelio, a una tela vieja,
como son las experiencias y estructuras del judaísmo de su tiempo. Tampoco va a
poner, el vino nuevo del Evangelio, en los odres viejos, porque ya no tiene la
flexibilidad para contener el vino nuevo en fermentación y que finalmente se
romperá. Aquí está la salvación, por lo mismo, no se trata de modernizar una vieja
praxis, sino de un cambio total, es decir, colocar algo completamente nuevo. El
Evangelio, es la novedad de Dios para el hombre; Jesucristo es el Esposo que
celebra las bodas con quien el Padre he ha entregado para ser su discípulo. Jesús
mismo es esa novedad, requiere una mentalidad y vida que no tienen modelos
precedentes. Hay muchas prácticas, que debemos cambiar en nuestra manera de
ser y de vivir el Evangelio, de estar en la Iglesia, pero esto lo hace sólo quien ha
sabido acoger la iniciativa de Dios, porque no se trata de cambiar por cambiar, sino
que con mirada contemplativa puesta e inspirada en ÉL, ir redescubriendo lo que
necesitamos mejorar, para ser cada día, más gratos a Dios Padre.
Santa Teresa de Jesús, comprendió que Jesús era su “Libro Vivo” por ello afirma:
“Siempre yo he sido aficionada, y me han recogido más las palabras de los
Evangelios que libros muy concertados” (Vida 30,19).