Solemnidad. Domingo de Pentecostés
Segunda Lectura: 1Cor 12,3b-7.12-13:
“Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo
cuerpo”
La solemnidad de Pentecostés, que hoy celebramos, concluye el tiempo
litúrgico de Pascua. En efecto, el Misterio pascual -la pasión, muerte y resurrección
de Cristo y su ascensión al Cielo- encuentra su cumplimiento en la poderosa efusión
del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos junto con María, la Madre del Señor,
y los demás discípulos. Fue el “bautismo” de la Iglesia, bautismo en el Espíritu
Santo (cf. Hch 1, 5), como dice san Pablo en la segunda lectura: “Hemos sido
bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”. En efecto, el Espíritu
Santo, es quien crea en nosotros la fe en el momento de nuestro Bautismo, y nos
permite vivir como hijos de Dios, como miembros del Cuerpo místico de Cristo.
Por consiguiente, el Espíritu Santo nos hace comunidad entre nosotros,
seamos quienes seamos, vengamos de donde vengamos. El Espíritu Santo, como el
viento “sopla donde quiere”, le dijo Jesús a Nicodemo (Jn. 3, 8). Y como dice San
Pablo en la Segunda Lectura: no importa la raza, ni la condición (“judíos o no
judíos, esclavos o libres”), hemos sido llamados para formar el Cuerpo Místico de
Cristo. Y en éste, cada uno tiene un tipo de función, a la cual Cristo nos ha llamado.
En realidad, la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por el Espíritu y su acción en los
sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, Cristo muerto y resucitado constituye la
comunidad de los creyentes como cuerpo suyo.
Al Espíritu de Cristo se le atribuye el que todas las partes del cuerpo estén
íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está
todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros” (Pío
XII: Mystici Corporis: DS 3808). El Espíritu Santo hace de la Iglesia “el Templo del
Dios vivo” (2 Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21): Por tanto, “allí donde está la
Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios,
está la Iglesia y toda gracia” (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 24, 1).
En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros y de funciones.
Todos los miembros están unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a
los pobres y perseguidos. En efecto vemos también en esta Segunda Lectura cómo
actúa el Espíritu Santo en la Iglesia. “Hay diferentes actividades, pero Dios, que
hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien
común”. Y nos da el Espíritu Santo diferentes funciones a cada uno, como los
diferentes miembros de un cuerpo tiene cada uno su función, pero todos formamos
un mismo cuerpo: el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.
Así pues, “El Espíritu Santo actúa de múltiples maneras en la edificación de
todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, ‘que tiene el
poder de construir el edificio’ (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma
el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que hacen crecer y curan
a los miembros de Cristo; por ‘la gracia concedida a los apóstoles’ que ‘entre estos
dones destaca’ (LG 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las
múltiples gracias especiales [llamadas ‘carismas’] mediante las cuales los fieles
quedan ‘preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que
contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia’ (LG 12; cf. AA 3)” (Cfr. CEC
798)
Por Esto, la Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. El Espíritu es como el
alma del Cuerpo Místico, principio de su vida, de la unidad en la diversidad y de la
riqueza de sus dones y carismas. «Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido
“por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4; cf. San Cipriano de
Cartago, De dominica Oratione, 23).
El Espíritu Santo, que es vínculo de comunión, convierta nuestros corazones
desviados por el egoísmo y nos ayude a cada uno y a cada familia, a esta parroquia
de la Soledad, a redescubrir y custodiar con vigilancia la comunión, ya que “Hemos
sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)