La fiesta de todas las criaturas y de la humanidad.
Pentecostés 2012
Pentecostés es la fiesta de todos los días y de todos los lugares, capillas y
corazones. No tendremos que ir a Jerusalén. El corazón de cada uno de los
cristianos tiene que reproducir aquel momento memorable en que el Espíritu Santo
se derramaba sobre aquellas gentes buenas que habían sido cobardes pero que
ahora anunciaban con toda la valentía del mundo la presencia inconmovible de
Cristo el Hijo de Dios que los hombres habían pretendido desaparecer
cobardemente de la superficie de la tierra. Sin embargo, como los planes de
salvación eran otros, Cristo volvió a hacer su presencia entre los suyos y de una
manera que nunca volverían a apartarlo de entre ellos, pues se trataba de una
presencia en el amor. Se presentaba como el amor mismo, como el fuego, como la
alegría, como el más cercano a cada uno de los hombres. Se trataba del Espíritu
Santo de Jesús que quiso dejarnos como la más rica herencia y como su más firme
testimonio y su más sólida presencia entre los hombres.
“Bendice Al Señor, alma mía, Señor y Dios mío, inmensa en tu grandeza, ¡Qué
numerosas son tus obras, Señor, la tierra está llena de tus criaturas!”. El salmo 143
quiere alabar al Dios de los cielos por su inmensidad, por la amplia gama de se
seres que pueblan la tierra y que dan brillo, vigor y entusiasmo a la obra del
hombre al que ha encomendado el cuidado de nuestro mundo. Si en verdad
queremos que el Espíritu Santo viva entre los hombres, nuestra labor al frente de
este universo sea engrandecer precisamente este mundo, donde a nadie, a ninguna
especie se le niegue la vida y menos a los hombres que siempre serán testigos del
amor grande y maravilloso del Dios de los cielos
“Si retiras tu aliento, toda criatura muere y vuelve al polvo, .pero envías tu espíritu,
que da vida y renuevas el aspecto de la tierra”. El aliento del Espíritu y de Cristo
estuvieron desde el principio de la creación, dando vida, orden, concierto, armonía
a este mundo portentoso salido de las manos pródigas de Dios y continúa en el
tiempo, recreando, alentando y vigorizando este mundo que parece que se nos
deshace con las acciones no siempre benéficas del hombre, de su industria y de sus
adelantos. Tenemos que pedir incesantemente ese Espíritu Santo porque la tierra
tiene necesidad de un aspecto nuevo, renovado, alegre, confiado, fraternal,
acogedor y cálido.
”Que Dios sea glorificado para siempre, y se goce en sus criaturas. Ojalá que le
agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor”. Así quiere aclamar el Salmo al
Señor, que se ha complacido en la alegría de los hombres, y que quiere que esa
alegría sea patrimonio de todos y de cada uno de los hombres. Una alegría brotada
precisamente de la cercanía, de la frescura y la acogida del Espíritu Santo de Jesús
que vive entre los suyos, en la Iglesia y en el corazón de cada uno de los creyentes.
Mantengamos esa unidad con el Cristo eucarístico, la máxima manifestación y la
máxima presencia de Cristo entre los hombres y hagamos de cada día, en cada
casa, en cada hogar y en cada corazón. la presencia y la alegría de un nuevo
Pentecostés que traiga esa anhelada paz que haga que los fenómenos de la
violencia, la maldad y la sangre derramada sea para siempre desterrados.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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