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Día litúrgico: Lunes VIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Mc 10,17-27): Un día que Jesús se ponía ya en camino,
uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno,
¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?. Jesús le dijo: () Ya
sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes
falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le
dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su
mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a
los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido
por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes ().
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
La pobreza cristiana: desprendimiento de los bienes terrenos
Hoy, nos cruzamos con la figura "anónima" del "joven rico". Si hubiera respondido
positivamente a la invitación de Jesús, se habría convertido en su discípulo y,
probablemente, ahora conoceríamos su nombre. Si el hombre pone su seguridad en
las riquezas de este mundo no alcanza el sentido pleno de la vida ni la verdadera
alegría.
Jesús puede en verdad garantizar una existencia feliz y la vida eterna, pero por un
camino diverso del que imaginaba el joven rico, es decir, no mediante una obra
buena, un servicio legal, sino con la elección del reino de Dios como "perla
preciosa" por la cual vale la pena vender todo lo que se posee. El joven rico no
logra dar este paso. A pesar de haber sido alcanzado por la mirada llena de amor
de Jesús, su corazón no logró desapegarse de los numerosos bienes que poseía.
—Jesús no dice que las riquezas terrenas sean malas, sino que alejan de Dios si no
se "invierten" en el reino de los cielos.
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