Comentario al evangelio del Jueves 07 de Junio del 2012
El Evangelio, como los de los días pasados, recoge un diálogo entre Jesús y un letrado. Pero, todo
hay que decirlo, por una vez no se centran en temas accidentales, legales y secundarios sino que el
diálogo va a lo fundamental. ¿Cuál es el mandamiento principal? En su respuesta Jesús no se anda con
rodeos –como en los días pasados– sino que va al núcleo de la relación con Dios –“amarás al Señor tu
Dios con todo el corazón”– y con los demás –“amarás a tu prójimo como a ti mismo”–. Hay que
señalar que a Jesús le habían preguntado por el mandamiento primero y que responde con dos
mandamientos. Es importante tenerlo en cuenta porque debe ser que los dos tienen el mismo nivel.
Hay otra cuestión a subrayar. Está en la respuesta del letrado pero como ésta es aprobada por Jesús
–“No estás lejos del Reino de Dios”– nos vale casi como si la hubiese pronunciado Jesús. El letrado
alaba la respuesta de Jesús a su pregunta pero añade un interesante colofón: cumplir esos
mandamientos de que habla Jesús “vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”
Es importante este añadido. Nos dice que la vida cristiana no se juega en la liturgia ni dentro de las
iglesias. No se juega en las horas de oración ni en los sacrificios y penitencias personales. La clave está
en la relación con Dios y ésta se manifiesta en la relación con el hermano. Lo dice muy claro la
primera carta de Juan: “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues
quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20-21).
Es importante tener en cuenta esta realidad sobre todo en una época en que a veces se nos va toda
la fuerza en grandes espectáculos litúrgicos amplificados por el poder de los medios de comunicación.
El humilde servicio al vecino enfermo vale más que todos los inciensos echados en los altares de las
iglesias del mundo. Y manifiesta más el amor a Dios que todos los cánticos solemnes de las
ceremonias de cualquier basílica.
La cuestión está en amar, a Dios y a los demás. Lo demás es puro accidente, pura transitoriedad
que puede cambiar con los tiempos y las circunstancias. Que Dios nos dé a todos capacidad para
distinguir lo fundamental de lo accidental en nuestra vida cristiana.
Fernando Torres Pérez cmf