XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B
LA ACCIÓN DE DIOS EN EL MUNDO
La Palabra: “El reino de los cielos se parece a un hombre que echa simiente en la
tierra; él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va
creciendo sin que él sepa cómo” (evangelio).
1. “Reino de Dios” es un símbolo para expresar un proyecto: que los seres humanos
nos humanicemos cada día, dejemos a un lado la pretensión de ser absolutos y
salgamos de nuestra propia tierra para tender la mano a los demás y así crear un
mundo más fraterno. Si bien la Iglesia o comunidad de bautizados que quieren
seguir a Jesucristo es germen y signo de ese reino de Dios, no se identifica sin más
con el mismo pues, por obra del Espíritu, brota continuamente en todos los
rincones de nuestro mundo. Dios, a cada uno, habla en la intimidad de su
conciencia, y siempre que los seres humanos se abren a esa llamada con sincero
corazón, el reino de Dios germina y crece.
2. No todas las religiones son igualmente verdaderas, pero todas apuntan de algún
modo a ese misterio de Dios que nos envuelve para dar a todos y a todo vida y
aliento. Quiere decir que podemos y debemos gustar esa presencia benevolente de
Dios en nuestro mundo, en las personas y en los acontecimientos. Hay muchas
personas que, a veces, sin ser religiosas, se dejan alcanzar por esa presencia de
Dios que es amor y actúan en consecuencia. No hace falta recurrir a figuras
emblemáticas como pueden ser Teresa de Calcuta o la mujer analfabeta que hoy en
un pueblo pobre de África recoge y se hace cargo de trescientos niños
abandonados. En nuestro mismo pueblo cubano, a veces tan castigado por la
inclemencia, todavía hoy muchas mujeres y hombres que sufren esa inclemencia
son testigos creíbles de que el reino de Dios germina y sigue creciendo en nuestra
tierra.
3. El evangelio termina con una observación. El reino de Dios primero asoma como
semilla muy pequeña, pero luego va creciendo hasta ser un árbol frondoso donde
las aves pueden construir su nido. Las grandes revoluciones que hacemos los
humanos suelen llegar con gran fuerza y esplendor. Los imperialismos son
manifestaciones de poder y grandeza deslumbrantes, pero pronto se ve que tienen
pies de barro y acaban derrumbándose. El reino de Dios, ese proyecto de sociedad
fraterna, comienza cuando las personas cambian de corazón y, en vez dominar y
aprovecharse de los otros, siembran vida y suscitan confianza para todos. Según la
noble historia cubana, el futuro de nuestra sociedad se construye en la medida en
que hombres y mujeres, creciendo en solidaridad y renunciando a cualquier
pretensión imperialista, vayamos creando y ofreciendo ese árbol frondoso, ese
ansiado espacio donde todos puedan tener su casa.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net