"“Con qué autoridad haces todo esto? "
Mc 11, 27-33
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“SILENCIO DE DIOS”
En estos últimos tiempos se habla con bastante frecuencia del “silencio de Dios”. Algunos
piensan que se trata de algo tan escandaloso que autoriza nuestro silencio sobre él. En
realidad, más que de silencio, tal vez se trate de preguntas no recibidas, de respuestas no
dadas, de insolencias no pagadas de nuevo con la misma moneda, como en el caso del
evangelio de hoy. En temas de autoridad, quienes se niegan a reconocer una que es auténtica
se ponen en condiciones de no aceptar ninguna: los que, puestos para reconocer los signos de
los tiempos y la presencia del Señor, omiten advertirlos porque se resisten a seguirlos, se
incapacitan para percibir la verdad que se anuncia.
Dios calla cuando somos nosotros quienes debemos hablar. Nos induce a desistir en la
resistencia que oponemos a su Palabra. El apóstol Judas declara que quien impugna la verdad
conocida, quien busca pretextos para contrarrestar la verdad a fin de impedirle iluminar nuestro
mundo de tinieblas, no sigue a Jesús, luz verdadera.
En nuestros días se ven cada vez con mayor frecuencia situaciones en las que unos someten a
Dios a juicio y otros se autoproclaman autorizados a defenderlo, olvidando que es él quien nos
defiende a nosotros, no nosotros a él. No podemos tener actitudes selectivas respecto al Señor
y a su Palabra, no podemos escoger lo que nos acomoda y desatender lo que no está de
acuerdo con nuestros puntos de vista o, peor aún, impugnar la verdad antes de conocerla.
La pedagogía de Dios, apacible y misericordiosa frente a la debilidad de la criatura, se muestra
dura con las actitudes hipócritas e insolentes.
ORACION
No mires, Señor, nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia. Concédenos construir nuestro
edificio espiritual sobre el fundamento de la fe y de los apóstoles. Perdónanos cuando nos
mostramos vacilantes. Pon en nuestro camino personas compasivas, que no se muestren
conniventes con nuestros errores y se hagan cargo de nuestra miseria. Hoy como ayer, son
muchas las veces que también nosotros nos atrevemos a preguntar con qué autoridad
interviene la Iglesia a través de su magisterio en uno u otro aspecto de la vida cotidiana. A
veces, el recuerdo de situaciones pasadas no del todo claras ni sencillas nos hace mostrarnos
audaces a la hora de inferir, de presumir respuestas y de rechazar, insatisfechos, las que se
han dado.
Concédenos tu Espíritu de consejo para discernir las situaciones y ver cuándo está bien
erigirse en voz de las personas que no la tienen y cuándo, en cambio, nuestra recriminación es
fruto de la impiedad y de la dureza de corazón. Existe una connivencia deletérea que vincula el
rechazo del ejercicio de la autoridad con la resistencia a ejercerla. Y, de este modo, tu pueblo o
bien se ve sometido al arbitrio de personas que usurpan el poder, ejercido con poderosos
medios de comunicación, o bien se ve frustrado en la espera de tu Palabra, que no llega a ellos
por desidia o por incompetencia y manipulación. Envía a tu cuervo que alimente el hambre de
tus fieles. Dales la fuerza de Elías para que, confiados en tu Nombre, se conviertan en
misioneros misericordiosos de tu Verdad.