P ENTECOSTÉS
(Misa del día)
muy importante!!!!: IIª lect: Gál 5, 16-25
Evang.: San Juan
15, 26-27; 16, 12-15
II lect: San Pablo nos habla de dos principios de acción que conviven en el corazón
del hombre, y que evidentemente no se llevan bien entre sí: el Espíritu y la carne.
Cuando leemos textos como este, corremos el grave riesgo de interpretar que el
binomio “espíritu-carne” corresponde a lo que en nuestro modo de expresarnos sería
“alma-cuerpo” Pero esto no es así y aclararlo no está de más, no forma parte del
contexto de una clase de teología bíblica, porque las consecuencias de comprender
correctamente esto se manifiesta en nuestra vida de todos los días.
Hay quienes piensan - y están absolutamente equivocados - que en las
enseñanzas de Cristo, y por ende en el cristianismo, el cuerpo es algo malo , porque tiene
que ver con los sentidos, supuestamente fuentes del pecado, con la sensualidad y con
todas las tendencias más instintivas del ser humano. En realidad, este es un grave error,
que no se encuentra ni en el Evangelio ni en el Magisterio de la Iglesia, y que tiene que
ver con algunas concepciones maniqueas, dualistas de la realidad, y algunas veces
también con la ignorancia, los prejuicios y la estrechez mental de quienes, por atacar la
auténtica fe, hablan de lo que no saben, inventan y mienten.
Cuando San Pablo habla de la “carne” no hace sino recalcar lo que hay de
perecedera debilidad en la condición humana , y designar al hombre en su pequeñez
ante Dios. “Carne” implica entonces debilidad ético-religiosa, que genera una cierta
complicidad con el mal, una cierta disponibilidad al pecado y a su lógica de egoísmo y
desobediencia a Dios. Es el "hombre viejo" que aún queda nosotros.
"Apetencias de la carne" no es lo mismo que apetencias sexuales. Son todas las
apetencias del hombre viejo, y por orden importancia: soberbia, envidia, avaricia,
etcétera.
De este modo podemos comprender cómo el hombre que vive simplemente en
la carne es un esclavo de todas las apetencias e instintos de la misma, mientras que el
hombre que vive en el Espíritu posee ya la vida nueva de Jesús Resucitado, aunque no
deje de sentir en sí el aguijón del hombre viejo, de la carne.
No se trata de negar nuestra carnalidad (¡el Verbo se hizo carne!), sino de no
vivir según la carne (el Verbo se hizo carne para que nosotros nos hagamos
“espirituales”)
Esto produce en la vida del cristiano un conflicto permanente, pero positivo ,
pues muestra que no se es un resignado esclavo , sino un luchador que, habiendo sido
liberado por Cristo, busca que esa libertad alcance plenitud en su propia existencia...
¿No lo experimentamos acaso en nuestra vida de todos los días? Ya somos libres,
pero todavía no plenamente... ya somos hombres nuevos, pero todavía no plenamente...
“y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren”.
Esta libertad del Espíritu es un "ya", y al mismo tiempo un "todavía no"
Cuando no hay lucha es porque:
Todavía se es esclavo, o ya se está en la gloria.
“Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por Él”
En el fondo, el cristianismo no es una cuestión de voluntarismo a ultranza, ni un
esfuerzo estoico por la virtud, sino una cuestión de coherencia... Coherencia con lo que
hemos comenzado a ser desde nuestro Bautismo y nuestra Confirmación; coherencia con
la presencia del Espíritu del Resucitado en nuestras vidas; coherencia que no es sino
dejarse conducir por el Espíritu , y no por otros tantos principios que intentan guiar
nuestra vida, nuestras acciones y decisiones.
E VANG :
“Él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio”... porque habitados
por el E.S.
“Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad (que
no es lo mismo que algunas “opiniones”)
“Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes” La Verdad como garantía de la
presencia de Dios.
El Espíritu Santo que obró en la Creación; el Espíritu Santo que dio vida al primer
hombre; el Espíritu Santo que transformó a esos pobres pescadores en las columnas de la
Iglesia, en los apóstoles de Cristo, es el que viene hoy nuevamente a nosotros para
renovarnos, recrearnos, vivificarnos e iluminarnos... y Él es también el que nos envía al
mundo.
Todo lo que el Espíritu Santo hizo en los apóstoles ahora lo vuelve a realizar en
nosotros... pero a través de nosotros, lo quiere hacer en todo el mundo.
A un mundo envejecido, desilusionado y triste hay que llevarle la presencia del
Espíritu Santo para darle vida, fuerza y alegría... pero para esto hacen falta también hoy
apóstoles dinámicos y valientes, testigos de Cristo que vivan bajo la fuerza del Espíritu, y
no hombres de puro barro que se deshagan frente a las contrariedades.
Por eso clamemos hoy también nosotros "Ven Espíritu Santo, alma de la Iglesia,
haznos valientes y humildes mensajeros del Evangelio, enciende los corazones de tus
fieles con el fuego de tu amor".
Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel