C ORPUS C HRISTI ( CICLO “B”)
+ Desde antiguo (desde siempre), Dios ha buscado al hombre para manifestarle
su Amor, su Amistad , para hacer con él su Alianza .
Israel celebraba cada año la Pascua , fiesta que revivía la liberación que Dios obró
con el pueblo judío, sacándolo de la esclavitud de Egipto y transformando esa multitud de
fugitivos en Pueblo de Dios, con el cual el Señor se vincula haciendo una Alianza (es
decir, un Pacto... y en este caso, más precisamente, un “Testamento”). Hemos escuchado
( Iª lect) que la sangre del sacrificio era compartida por las dos partes que hacían el
contrato: Dios y el pueblo. La parte de Dios quedaba en vasijas sobre el altar, y con la otra
mitad se rociaba al pueblo y las doce piedras, símbolos de las doce tribus de Israel.
+ En el Evangelio, Jesús, como buen judío, celebra la Pascua... pero le da un nuevo
sentido: la liberación de la esclavitud de Egipto y el cordero pascual, sacrificado aquél día,
pasarán a ser profecías, figuras de la realidad que es el mismo Jesús derramando su
Sangre para arrancar al hombre de la esclavitud del pecado...
...No con la sangre de terneros y chivos [IIª lect.] sino la suya propia ... si aquella
sangre tenía poder de santificar, ¡Cuánto más la sangre de Cristo nos purificará y
santificará a nosotros, que la bebemos al recibir su Cuerpo en cada Misa!
Si en el Antiguo Testamento (antigua “Alianza”) la sangre de los animales rociada
sobre el altar y sobre el pueblo daba firmeza al contrato, haciendo que Dios y los hombres
quedasen unidos para siempre con una misma sangre, ¡cuánto más ahora la Sangre de
Cristo, “Cordero de Dios”, sin defecto ni mancha, la verdadera víctima pascual hará
que Dios y los hombres estemos unidos para siempre!
+ Este milagro único, increíble , el gesto más grandioso del amor de Dios se realiza
para nosotros en cada Misa : en cada Misa repetimos lo que Cristo ha ordenado a sus
discípulos, se revive el Sacrificio de Jesús que se entrega como víctima y derrama su
Sangre por nosotros en la Cruz.
Cada Misa es la Pascua que Cristo mismo preside y nos alimenta con su Cuerpo y
Sangre, salvándonos de la condenación eterna y asegurando nuestra Alianza con Dios.
Sin embargo, todo está oculto: sólo vemos las apariencias del pan y del vino, y
sólo la fe nos asegura todo lo demás; por eso: “¡Este es el Sacramento (misterio) de
nuestra fe!”
Cada Misa es la celebración mayor de nuestra fe, y también la mayor y mejor
expresión de nuestra fe (vg: nos arrodillamos (gesto fuerte) en la consag; respondemos,
cuando el sacerdote nos presenta el Cuerpo de Cristo: “Amén” , exclamación que es una
síntesis profesada de nuestra fe...)
+ En cada Misa escuchamos la invitación de Jesús: “Tomad y comed, esto es mi
Cuerpo...” Él se ofrece al Padre por todos , y quiere que todos participen de este acto
salvador. Por eso entrega todos los días su Cuerpo y su Sangre en todos los altares del
mundo.
Por eso es triste y doloroso para un sacerdote comprobar que algunos cristianos
pasan mucho tiempo sin acercarse a comulgar:
Algunas veces esto ocurre porque hay diversas situaciones irregulares que impiden
hacerlo... A estos cristianos (que no son “de segunda”) todos debemos animar a seguir
uniéndose a Cristo en la escucha de la Palabra, en las obras de caridad y en el camino
de oración y conversión (la Comunión espiritual debe alimentar el deseo de unirse más
y más al Señor y a su Iglesia...)
Pero no pocas veces, se trata de cristianos indolentes y tibios, que pasan mucho tiempo
sin confesar, o a los que resulta indiferentes vivir en el pecado o en amistad con Dios,
comulgar o no... (¿Dios “da pan a quien no tiene dientes? ¿O da Su Pan a quienes NO
LO DESEAN?...
Frente a esto, preguntémonos:
¿No vale la pena hacer el esfuerzo por vivir en gracia, en amistad con Dios, libres de
pecado?
¿Y si estamos en pecado: qué nos impide confesarnos? ¿Acaso tenemos miedo de Dios
y de los sacerdotes, que lo único que quieren es perdonar nuestros pecados?
¿Cómo juzgaríamos la actitud de una persona a al que invitásemos a comer a casa, si
esa persona se pusiera a mirar cómo nosotros comemos, y no quisiera servirse nada de
lo que le ofrecemos?...
Hay quienes consideran que no son suficientemente puros o santos para
acercarse a comulgar... Esto es verdad... pero lo es para todos , también para el sacerdote
que preside la Misa... Por eso todos (también el sacerdote) declaran antes de comulgar:
“Señor, no soy digno...”
Debemos comprender que la Eucaristía no es un “premio para los buenos”, sino
el alimento , la fuerza , para nosotros, los débiles, que sin este alimento celestial no
podríamos vivir como hijos de Dios... Si ponemos lo que está de nuestra parte hacer (v.g.:
confesarnos , si nos hace falta), Dios mismo hará todo lo demás: “¡Una palabra tuya
bastará para salvarme!” Cuando estamos en la Casa de Dios, no seamos hijos rebeldes
que se niegan a comer lo que les ofrece el Padre.
+ La Eucaristía, la “ Comunión ” implica el compromiso de construir, cuidar y
fomentar la Común – Unión de los cristianos (Comunión de los santos). Es una comida
que nos compromete en Alianza con Dios y con los demás...
Estamos invitados a la Cena de Jesús ( “¡Felices los invitados a la Cena del
Señor!” ). Que sepamos responder con amor al “Amor de los amores”. Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel