EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la novena semana del tiempo ordinario
Epístola II Carta de San Pedro 1,2-7.
Lleguen a ustedes la gracia y la paz en abundancia, por medio del conocimiento de
Dios y de Jesucristo, nuestro Señor.
Su poder divino, en efecto, nos ha concedido gratuitamente todo lo necesario para
la vida y la piedad, haciéndonos conocer a aquel que nos llamó por la fuerza de su
propia gloria.
Gracias a ella, se nos han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de
que ustedes lleguen a participar de la naturaleza divina, sustrayéndose a la
corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos.
Por esta misma razón, pongan todo el empeño posible en unir a la fe, la virtud; a la
virtud, el conocimiento;
al conocimiento, la templanza; a la templanza, la perseverancia; a la perseverancia,
la piedad;
a la piedad, el espíritu fraternal, y al espíritu fraternal, el amor.
Salmo 91(90),1-2.14-15ab.15c-16.
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: "Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío".
"El se entregó a mí,
por eso, yo lo glorificaré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.
Estaré con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré;
le haré gozar de una larga vida
y le haré ver mi salvación".
Evangelio según San Marcos 12,1-12.
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó
un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y
se fue al extranjero.
A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de
los frutos que le correspondía.
Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.
De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de
ultrajes.
Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos
otros.
Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último
término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.
Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia
será nuestra'.
Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la
viña a otros.
¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores
rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:
esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?".
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta
parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se
fueron.
Comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo
de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 11ª sobre la 2ª carta a los Corintios
"Todavía le quedaba alguien: su hijo muy amado"
"Cristo nos confió el ministerio de la reconciliación " (2Co 5,18). Pablo destaca
la grandeza de los apóstoles mostrándonos qué ministerio les ha sido confiado, al
mismo tiempo que manifiesta el amor con que Dios nos amó. Después de que los
hombres se hubieran negado a escuchar al que les había enviado, Dios no hizo
estallar su cólera, no les rechazó. Sino que persiste en llamarlos por sí mismo y por
los apóstoles... "Dios puso en nuestra boca la palabra de la reconciliación " (v. 19).
Venimos pues, no para una obra penosa, sino para hacer a todos los hombres
amigos de Dios. Ya que no escucharon, nos dice el Señor, continúa exhortándolos
hasta que alcancen la fe. Por eso Pablo añade: "Somos embajadores Cristo; es Dios
mismo quien os llama por nuestro medio. Os suplicamos en nombre de Cristo:
reconciliaos con Dios "...
¿Qué podríamos comparar con un amor tan grande? Después de que hemos
pagado sus bienes con ultrajes, lejos de castigarnos, nos dio a su Hijo para
reconciliarnos con él. Entonces, lejos de querer reconciliarse, los hombres lo
mataron. Dios envió a otros embajadores para exhortarlos y, después de eso, él
mismo se hace súplica por ellos. Siempre nos pedía: "Reconciliaos con Dios". No
dice: "Que se reconcilie Dios con vosotros". No es él quien nos rechaza; somos
nosotros los que nos negamos a ser sus amigos. ¿Acaso Dios puede anidar un
sentimiento de odio?
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”