“Dar a Dios lo que es de Dios.”
Mc 12, 13 -17:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. ESTA FUE UNA INSIDIA FARISAICA BIEN PREMEDITADA.
San Mateo y San Marcos tienen una narración muy semejante, también la trae el Evangelio
de san Lucas. La mención de los “herodianos” lleva preferentemente a situar la escena en
la época galilea. La pregunta no sólo era capciosa, sino especialmente comprometida en
aquella época de exaltación mesiánico-política de independencia de Roma y de los
“zelotes.” Admitir pagar tributo al Cesar era enemistarle con el pueblo. Negarlo era
enemistarlo con las autoridades romanas y sanedritas, que lo utilizarían como halago a
Roma.
La respuesta “Dad al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios” es una
respuesta habilísima. La tradición cristiana primitiva exigirá la obediencia a los poderes
constituidos (Rom 13:7; 1 Pe 2:13-14). El Estado tiene sus exigencias legítimas, pero no al
margen de Dios. Precisamente se ha de estar “sujetos a toda ordenación humana por
respeto a Dios” (1 Pe 2:13; Ap 17:Ι7-18). La respuesta de Cristo tiene un enunciado
“sapiencial.” También la dominación romana, como castigo, contaba en el plan de Dios.
2. LAS INTRIGAS CONTRA CRISTO CONTINUABAN.
Los fariseos le enviaron algunos de los suyos, según san Mateo, discípulos suyos que eran
estudiantes ya aprovechados de la Ley, pero que aún no habían recibido el título oficial de
rabí. Estos jóvenes, que podrían aparentar más naturalidad, pero eran los espías que le
enviaron para sus oscuros propósitos.
Con ellos le enviaron también una representación de herodianos. Estos eran los partidarios
de la dinastía de Herodes, por oposición a los partidarios de Antígono , lo mismo que gentes
palaciegas de esta dinastía, y que estaban en buenas relaciones con la autoridad romana.
La pregunta podía encerrar un problema moral para algún judío de conciencia recta. Como
seguía teniendo interés para las comunidades judeo-cristianas antes de la catástrofe de los
años 70, y, en sentido más general, para el tema de la obediencia a la potestad civil (cf.
Rom 13:6-7; 1 Pe 2:13). El Señor de Israel era Dios.
3. PAGAR UN TRIBUTO A OTRO QUE NO FUERA EL REPRESENTANTE DE DIOS
Pagar un tributo a otro que no fuera el representante de Dios ¿No era renunciar a la
teocracia sobre Israel? Hasta hubo un levantamiento por este motivo. A la muerte de
Arquelao, bajo el procurador Coponius (6 d.C.), Judas el Galileo (Act 5:37) armó una
revuelta echando en cara a los judíos que pagasen el tributo a los romanos y que sufriesen
otros señores mortales distintos de Dios. La pregunta está muy bien ambientada en aquella
época de zelotes. Se entendía por el impuesto del censo todos los impuestos que habían de
pagarse, en contraposición a los impuestos aduaneros. Podría referirse a la capitación, que
era el tributo personal que debían pagar al César todas las personas, incluidos los siervos;
los hombres desde los catorce años, y las mujeres desde los doce, hasta la edad de
sesenta y cinco años para todos. Pero sería muy probable que, por la palabra impuesto, se
refiriese aquí a todos los impuestos que los judíos tenían que pagar, directa o
indirectamente, a Roma, en contraposición al medio siclo que, por motivo religioso, se
pagaba al templo.
4. LA PREGUNTA CAPCIOSA QUE SE HACÍA A CRISTO ERA DE GRAVEDAD
EXTREMA.
Si decía que había que pagarlo, iba contra el sentido teocrático nacional, pues sometía la
teocracia al Cesar y a Roma; aprobaba a los publicanos, estos eran muy odiados por
recaudar estas contribuciones; y hasta querían ponerlo en contradicción consigo mismo, al
admitir injerencias extranjeras en el reinado mesiánico: él que se proclamaba Mesías.
5. PERO LA RESPUESTA DE CRISTO FUE INESPERADA.
En el Evangelio según san Mateo se refleja, probablemente, mejor las palabras de Cristo:
“Mostradme la moneda del censo.” Aquí en san Marcos: “Traedme un denario para verlo.”
Le traen un denario. Talvez este denario podía tener la imagen de Augusto o de Tiberio. Ya
que las monedas del emperador anterior tenían curso válido en el del siguiente. Lo
interesante es que pertenecía al Cesar.
Los judíos usaban las monedas romanas en su nación, por lo que reconocían de hecho el
dominio sobre ellos del Cesar. La moneda extranjera se tenía por señal de sujeción a un
poder extranjero. Por eso, si ellos reconocían este dominio de hecho, también de hecho, por
ser súbditos de un poder y gobierno, estaban obligados a las relaciones que este gobierno
les imponía. No sería eso para la nación teocrática lo ideal, pero sí era una situación de
hecho, un gobierno de hecho, y de hecho había que cumplir con él las obligaciones exigidas
por el bien común. La Iglesia primitiva insistirá sobre estas obligaciones (Roma 13:7; 1 Pe
2:13-14) al poder constituido.
6. “DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS.”
Los dirigentes de la nación preferían esta situación y veían en ello una buena protección
contra la tiranía de Herodes. Ellos mismos rechazarán la realeza mesiánica de Cristo,
diciéndole a Pilato: “No tenemos más rey que al Cesar” (Jn 19:15). Era el claro
reconocimiento de la soberanía que el Cesar tenía en ellos, y de que ellos se consideraban
de hecho sus súbditos.
Pero si, por tanto, había que dar “al Cesar lo que es del Cesar,” había otra obligación
también en los súbditos. Hay también que “dar a Dios lo que es de Dios.” En realidad, este
precepto abarca el otro, de sumisión al poder constituido, y en éste cobra su fuerza aquél.
Que den, pues, “a Dios lo que es de Dios,” no sólo en el orden moral personal, sino en el
colectivo de la nación, en cuanto las exigencias teocráticas sean compatibles, en aspectos
no esenciales, con las determinaciones del poder que los tiene sometidos. Las obligaciones
para con el Cesar son temporales; las obligaciones para con Dios son trascendentales. Fue
una de estas enseñanzas definitivas de Jesucristo con una gran repercusión social-estatal.
7. ¿DEBEMOS OBEDECER A LOS QUE NOS GOBIERNAN?
El Maestro nos enseña que debemos obedecer a los que nos gobiernan, cuando lo hacen
según la ley moral. San Hilario de Poitiers comenta: “¡Oh respuesta verdaderamente
admirable y claridad absoluta de la palabra celestial! Todo está allí medido, entre el
desprecio del mundo y la ofensa al César (Mt 22,21).” Declarando que es necesario “dar al
César lo que es del César”, libra a los espíritus consagrados a Dios de toda preocupación y
deber humano.
En efecto, si nada de lo que pertenece al César se retiene en nuestras manos, nosotros no
quedamos ligados por la obligación de devolverle las cosas que son suyas. “Si, por el
contrario, nos dedicamos a sus cosas y nos sometemos al cuidado del patrimonio ajeno, no
es injusticia devolver al César lo que es del César, y tener que dar a Dios las cosas que son
suyas como el cuerpo, el alma, la voluntad. “Es Dios, en efecto, quien da y acrecienta todos
los bienes que tenemos y, por consiguiente, es completamente justo devolver todo esto a
Dios; a quien, según se nos recuerda, debemos su origen y progreso (Comentario al
Evangelio de San Mateo 23,2).
El Señor les Bendiga