Jn 8, 1-11
1 Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Pero de madrugada se
presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se
sentó y se puso a enseñarles. 3 Los escribas y fariseos le llevan una mujer
sorprendida en adulterio, la ponen en medio 4 y le dicen: «Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 Moisés nos mandó en la
Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» 6 Esto lo decían para
tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a
escribir con el dedo en la tierra. 7 Pero, como ellos insistían en preguntarle,
se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le
arroje la primera piedra.»
8 E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
9 Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando
por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en
medio.
10 Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado?»
11 Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno.
Vete, y en adelante no peques más.»
COMENTARIO
Tirar la primera piedra
1.-Suele ser muy dado a todo tipo de pensamientos el dirigirse,
sobre otros, de una forma, digamos, juzgadora y ver, en las vidas de
los demás, algo malo o negativo. Eso les pasaba a aquellos que, piedras en
la mano, esperaban su turno para lapidar a la mujer a la que Jesús miraba.
2.- Como era de esperar la respuesta de aquellos que preguntan al
Maestro no iba a ser la que esperaban para ver, sobre todo, si lo cogían
en algún tipo de renuncio legal, doctrinal o religioso.
3.- A punto estaban de apedrearla porque el sentido que, de la Ley de Dios,
habían ido elaborando a lo largo de los siglos, imponía un castigo
absolutamente desorbitado para la comisión de adulterio: la muerte por
lapidación lo cual no guardaba demasiada relación con lo llevado a cabo.
4.-Merecían, por lo tanto, una lección de misericordia que no
olvidaran jamás y que, además, les fuera dada por la misma persona a la
que preguntaban.
5.- Jesús les ofreció la posibilidad de tirar, sobre la mujer, las piedras
que llevaban en sus manos . Era, por decirlo así, una invitación con
trampa porque, para poder llevar a cabo tal acción deberían, antes, revisar
sus corazones y ver quiénes no tenían pecado de entre los posibles
lapidadores.
6.- Es bien cierto que el pecado original pesaba sobre los corazones de
los miembros del pueblo elegido . Siquiera tal pecado ya era imputable a
todos. Además de eso más de uno podía estar pensando que en alguna que
otra contravención de la Ley de Dios habían incurrido. Ninguno quiso tirar
piedra alguna.
7.- Lo más curioso de todo esto es que las primeras personas que se
retiraron fueron, precisamente, los más viejos porque habrían
acumulado, a lo largo de su vida, más pecados. Eso, al parecer, lo tenían
claro. Y actuaron en consecuencia.
8.- La escena, la podemos imaginar, era elocuente: quedaron, a solas, Jesús
y la mujer (¿Quizá María Magdalena?) Nadie de aquellos juzgadores de
corazones ajenos quedó para oír lo que el Hijo de Dios supo decirle a la que
acusaban de adulterio.
9.-Hay algo que, cuando se quiere zaherir a Jesucristo se omite . Se
dice que perdonó a una mujer adúltera y que se juntaba con tal tipo de
personas. Sin embargo, se omite lo último que le dice que es, en fin, lo
mejor de todo: “ Vete, y en adelante no peques más ”.
Tal consejo que Jesús le da a la mujer no es, sino, la expresión, de lo que
debe ser la vida de un cristiano: cuando pecamos, pedimos perdón, nos
levantamos y seguimos adelante.
10.- Este episodio se resume en decir que, al igual que respondiera Jesús
cuando se le preguntó sobre lo que estaba establecido para poder
divorciarse y que no era otra que así se estableció en su tiempo por la
dureza del corazón de los miembros del pueblo elegido, también ahora
Jesús dice lo que dice aludiendo, sin decirlo, a la dureza del corazón
de aquellos que lo escuchaban .
A lo mejor, algún corazón de aquellos que tan duros eran, cambió.