Jn 10, 11-18
11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12 Pero
el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir
al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las
dispersa, 13 porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. 14 Yo
soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15
como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las
ovejas. 16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a
ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño,
un solo pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para
recobrarla de nuevo.18 Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente.
Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden
que he recibido de mi Padre.»
COMENTARIO
Siendo, el pueblo hebreo, esencialmente pueblo de pastores, Jesús utiliza
esta imagen para dar a conocer su persona ya que, de esa forma, iba a ser
entendido por aquellos que le escuchaban. Paralelamente traza una relación
entre él y el Padre identificándose de tal forma, que no cabe duda alguna de
que el amor que Dios tiene por su persona es justificado: siendo Él mismo,
está en su Hijo en su totalidad. Jesús insiste en que Él es el buen pastor,
contraponiendo, para demostrar esto, su figura a la de aquel que, siendo
pastor, por apacentar ovejas (creyentes), huye ante el embate del maligno,
dejando de lado a aquellos que debían ser sus custodiados, hecho que
aprovecha, el maligno, para dispersarlos, dividiendo al pueblo de Dios entre
aquellos que le siguen y aquellos que han huido. Y esto porque “ el
asalariado ”, aquel que trabaja en cumplimiento, por una parte, de la Ley en
sentido estricto y, por otra, para otra persona, no tiene en cuenta lo que
debería ser su verdadera labor. Atento, exclusivamente, al apacentamiento
pasivo, no inquiere sobre la verdadera Verdad, ni da el sentido adecuado a
lo que la Ley dice sino que, vendido a la costumbre y a la tradición, en este
caso equivocada como demuestra Jesús, no va más allá.
El Mesías, sin embargo, no huye ante las acechanzas del mal , de su
mal, ni se abandona a la molicie y a la desidia: da su vida por sus ovejas.
Esto está claro lo que quiere decir, por lo que tuvo que pasar en su Pasión.
Por esto, sobre todo por esto (no por el mero hecho de sufrir, sino por
comprender el valor de su dolor y de sus padecimientos) es por lo que el
Padre le ama. Por eso Dios lo resucitará y Jesús así lo dice: para recobrarla
de nuevo, la vida, se entiende. No pierde su vida porque la da para que los
demás tengamos perdonados los pecados, por eso Dios no le quita la vida
(lo cual sería impropio de un Padre amoroso y misericordioso) sino que la
da por su voluntad, porque sabe el significado que tiene esa sangre que va
a derramar, que bautizará al mundo en una nueva creación, para remediar
las faltas de toda la humanidad y nacer, así, limpia, pura, digna.
Pero la misión de Cristo no acaba con ese, digámoslo así, trabajo de pastor,
sino que esa misma labor tiene una finalidad, un fin, una comprensión
teleológica: unir, en su persona (cuando muera atraeré a todos hacia mí,
diría luego) a toda persona, pero, sobretodo, a aquellos que están
separados, que pertenecen a otro redil, a aquellas personas que pueden o
no tener conocimiento de su persona o que habiéndolo conocido, lo han
abandonado, no han creído en su mensaje. Aquí radica, arraiga, su labor de
conductor, de quien conduce a Dios. Con su persona, con su labor, con su
vida misma, ha de juntar, con el ejercicio de esa función específica, y
atribuida por su Padre, de pastor, recogiendo, bajo su manto, a todos, para
que así, sea uno solo el rebaño, las ovejas que sigan a ese buen pastor que,
cumpliendo la voluntad de Dios, puede optar por dar su vida o no darla: yo
la doy voluntariamente, dice.
He aquí lo esencial de la fe del cristiano: voluntad, cumplimiento,
entrega . Tan sólo, y nada más, que eso.