X Domingo del Tiempo Ordinario
Padre Julio Gonzalez Carretti
DOMINGO
Lecturas
a.- Gn. 3, 9-15: Establezco hostilidad entre tu estirpe y la de tu mujer.
Esta primera lectura, nos presenta la caída de nuestros primeros padres, Adán y
Eva, en el paraíso, su desobediencia es castigada, y Yahvé dicta sentencia. Ellos se
acusan mutuamente, Adán hace ver como que la mujer que Dios le dio fuera
demasiado frágil. La verdadera culpable de esta tragedia, en este relato popular, es
la serpiente. A ella la condena Dios a comer polvo, arrastrarse por la tierra; a la
mujer, le costará tener sus hijos, son los dolores de parto, expresión de
sufrimiento, al hombre como jefe de la familia, deberá ahora buscar su sustento,
labrando la tierra con el sudor de su frente. Pero Yahvé, establece enemistad entre
la mujer, Eva y la serpiente, entre su descendencia y ella. Ahora la mujer queda
vencida, sujeta al poder del mal. Pero no siempre será así, por designio divino, Dios
hará nacer de ella surgirá otra mujer, otra descendencia, que se levantará contra la
serpiente y la vencerá aplastándole la cabeza. Los Santos Padres, verán en María
de Nazaret, a la Nueva Eva, lo que arruinó Eva con su desobediencia, María lo
restauró con su obediencia y fidelidad. Su Hijo, Jesús, el Salvador será quien venza
definitivamente a la serpiente con su misterio pascual.
b.- 2Cor. 4, 13; 5,1: Creemos por eso hablamos.
El apóstol Pablo está hablando de que a pesar de las tribulaciones que vive por el
evangelio, tesoro que llevamos en vasijas de barro, no hay que decaer en la fe. Si
la predicación es una proclamación, es necesario ser creyentes, por eso afirma,
porque creemos hablamos (v.13). El motivo de la predicación es siempre la muerte
y resurrección de Cristo, de ahí que la experiencia de morir cada día por el
evangelio, sólo merece ser vivida, porque contribuye a la propia futura
resurrección, de la que participarán los predicadores, como los evangelizados. Toca
el apóstol, el tema de la resurrección de nuestros cuerpos, dentro de una realidad
histórica y cósmica, llamadas a superarse dentro de sus propios límites. A mayor
gracia acumulada, mayor será la participación de gloria en el cielo. Mientras el
hombre exterior, desfallece, el hombre interior, el nuevo Adán, es el que vive en lo
interior, en la realidad histórica actual (cfr. Rm. 8, 19; Col. 3, 3-4). Siempre en lo
histórico, el cristiano contempla o pone su mirada en las realidades invisibles, las
eternas, espera la resurrección, las realidades visibles son pasajeras. No establece
un dualismo, sino que invita a relativizar la historia de los hombres, pero que se
vive, como paso hacia la eternidad. Si los cristianos aportan algo a las realidades
temporales, es precisamente, creer en la redención y resurrección de lo material,
nuestros cuerpos, y movidos por esta esperanza, relativizar esta historia, todo
movimiento producido en ella antes de su destino, final glorioso.
c.- Mc. 3, 20-35: Jesús lleno del Espíritu Santo, forma una familia.
Este pasaje evangélico posee tres secciones: sus parientes buscan a Jesús (vv. 20-
21); las calumnias de los escribas que bajaron de Jerusalén (vv. 22-30); el
verdadero parentesco de Jesús (vv. 31-35). Esta primera sección es propia de
Marco, es uno de los textos oscuros y un aspecto difícil de comprender respecto de
la misión de Jesús. No son muchas las veces en este evangelio, en que Jesús da a
conocer su identidad más profunda. Las gentes buscan milagros del joven rabino de
Nazaret, sus propios discípulos, están aprendiendo a conocerle. Pero son sus
parientes más cercanos que vienen a por ÉL, porque, dicen, está fuera de sus
cabales. Si bien la expresión viene a significar, que se salió de su conducta
habitual, exaltado, fuera de sí, loco quizás, no deja de ser humillante Como todos
los profetas, Jesucristo experimenta la soledad, la incomprensión, la excentricidad.
Juan, agrega, que sus parientes no creían en ÉL (cfr. Jn. 7, 5). La segunda sección,
Marcos presenta a la delegación que ha venido de parte de las autoridades de
Jerusalén, con un prejuicio, acerca del joven Maestro de Nazaret, o hacer un
interrogatorio a Jesús, por noticias que les han llegado de Galilea. La sentencia que
hacen es que Jesús, está poseído y expulsa a los demonios con el poder de
Belcebú. ¿Qué ha pasado? Jesús ha estado predicando, sanando, no tiene tiempo ni
siquiera para comer, están preocupados sus parientes, está fuera de sí. Ha perdido
la cabeza, por ello será necesario intervenir y volverlo a la normalidad de la vida
familiar. Está fuera de lo común. El descrédito familiar, es una sombra que se
cierne sobe ellos. Si para sus parientes es un loco, para los dirigentes religiosos de
Jerusalén, resulta ser un endemoniado (v. 22). Irónicamente, Jesús ve en la
sentencia, mala voluntad, querer cerrar los ojos a la luz verdadera. La rechaza
desde el principio (vv.23-36). Establece, que todos los pecados de los hombres
serán perdonados, menos los pecados contra el Espíritu Santo. ¿En qué consiste
este pecado? Es atribuir al demonio, lo que realmente es obra del Espíritu Santo;
no admitir la luz de la gracia divina y el perdón que le sigue al que acoge el Reino
de Dios. Esta ceguera, excluye de la salvación, a quien no reconoce los signos del
Reino, manifestado en la persona y obras de Jesús de Nazaret. La acusación,
pretende desprestigiar a Jesús ante el pueblo, que lo admira y sigue; lo que
consiguen es que su familia lo considere un loco (cfr. Mc. 3, 21). Las palabras de
Jesús, su parábola de misericordia por la dureza del corazón de los fariseos,
termina siendo instrumento de condena (v.29; cfr. Mc. 4, 10.12). La imagen del
hombre fuerte, es la de Cristo, que vence a su enemigo, el príncipe de los
demonios, asegurando a su Iglesia la paz y la invita a confiar en ÉL y seguirle con
fidelidad. El pecado contra el Espíritu, consiste en negar los signos y la acción de
Dios, es cerrar los ojos a la acción profética y predicación de Jesús, interpretándola
como acción demoníaca. En el fondo, es el pecado contra la luz. Pero es el mismo
Jesús, de quien viene la luz y la esperanza, porque declara que su familia la
conforman ahora todos los que intuyen su misterio de Hijo de Dios, los que
cumplen la palabra de Dios. La tercera sección, hay que recordar que el mismo
Jesús estableció los parámetros del verdadero parentesco con ÉL, que nace del
cumplimiento de la voluntad de Dios: esos van a ser su madre, hermanos y
hermanas (cfr. Mc. 3, 31ss). Sus parientes de Nazaret tampoco creerán en sus
palabras cuando los visite; no tenían fe (cfr. Mc. 6,1ss). El mensaje de Jesús, sus
prédicas debieron causar un enorme revuelo entre la gente importante y sencilla
porque sus propuestas eran toda una novedad, que rompía con todos los
parámetros establecidos en lo religioso, social y político, como por ejemplo las
bienaventuranzas, el tema de orar por los enemigos, el sentido de amor al prójimo,
la pobreza, la puerta estrecha, etc. No extraña entonces que digan está fuera de sí.
Si Cristo fue incomprendido en su tiempo, por las autoridades religiosas, por el
poder político, por sus parientes y discípulos hasta que llegó la luz pascual, no es de
extrañar la incomprensión que vive hoy en nuestra sociedad. Él es siempre bandera
discutida y suscita las más variadas reacciones. De una parte están los que lo
rechazan abiertamente, en el otro extremo están los que lo siguen en forma
incondicional, luego hay una masa cuyas motivaciones religiosas, no siempre
cristianas, deben madurar, por ignorancia o una deficiente relación con Dios y la
Iglesia. Hay un segmento que no podemos de olvidar de admiradores de Jesucristo
y la Iglesia y los indiferentes. El verdadero discípulo como Jesús, deberá sufrir
incomprensión y su fe se verá fortalecida por las pruebas, lo mismo su esperanza y
caridad. Los santos, los auténticos cristianos que se tomaron en serio el Evangelio y
a Jesucristo, fueron tratados de locos. Como verdaderos parientes de Jesús, locos
de amor por ÉL, dentro de lo razonable abrazamos el evangelio, la radicalidad del
seguimiento y la cruz con todo lo que encierra. Si nos guiamos por solo lo
razonable, no llegaremos muy lejos como discípulos de Cristo Jesús, entendiendo
por razonable, lo que hace todo el mundo, es muy pobre como concepto y como
realidad, se queda en la mediocridad egoísta. Sólo el camino del amor nos
transforma en locos, porque nos hace penetrar en el misterio de la persona amada:
conocer a Jesucristo lo es todo, el amor y la fe las vías más a nuestro alcance para
recorrer desde hoy.
Hablando del sueño de potencias, la tercer grado de oración, otra forma de regar el
huerto del alma, la Santa Madre Teresa exclama: “Es un glorioso desatino, una
celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría” (Vida 16,1).