X Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
MIERCOLES
Lecturas
a.- 1Re. 18,20-39: Yahvé es el Dios verdadero.
b.- Mt. 5,17-19: No vine a abolir, sino a dar cumplimiento.
Cumplir y enseñar lo vivido, es considerado, bueno por Jesús, es más, quien lo
haga será grande en el reino de los cielos (v.19). Jesús, afirma que no ha venido a
abolir, sino a dar cumplimiento, es decir, darle plenitud, un sentido nuevo a la
misma ley que promulgó Moisés (v.18). Si Mateo tiene una característica en su
evangelio, es su aprecio por la Ley de Moisés. Estas palabras parecen contradecirse
luego con las famosas antítesis o imprecaciones (cfr. Mt. 5,21-48). Lo que hace el
evangelista, es la confirmación de la validez de la Ley como fundamento de la
primera parte de la historia de la salvación, hay que asumirla nuevamente por
Israel y la Iglesia, desde una nueva comprensión y valoración. Al llegar la plenitud
de los tiempos, la Ley no puede permanecer igual en su formulación, con todo el
valor que posee, se trata, de más que de yuxtaponer, valorar la conexión, dentro
del proceso de continuidad y superación que constituye un tema fundamental de su
evangelio. Por esto es que Mateo, al lado de la Ley pone las antítesis, porque quiere
establecer antes de establecer los principios de la era mesiánica, establece la
conexión y la continuidad con el tiempo de preparación que Israel ya ha conocido.
Encontramos la unidad entre lo pasado y lo nuevo, que otorga plenitud. La ley
alcanza su plenitud, pero llegado el Mesías, es superada por lo nuevo. Si bien, ya
no interpreta lo nuevo, sigue siendo norma escrita que prepara los tiempos nuevos
del Reino de Dios. La Ley sigue siendo superada y todo, sigue estando vigente,
porque es parte de la Escritura que ha llegado hasta Cristo, y que Mateo deja en
claro en una dinámica de continuidad y superación. El período bajo la Ley, ha
marcado un camino luminoso que ha desembocado en Cristo, la llegada del Reino
de Dios, pero este camino lejos de ser abrogado, es reivindicado, asumido, llevado
a su cenit por la nueva comprensión que hará Cristo de él. Este evangelio, es claro
en señalar la vigencia de la Ley, categóricamente confirmada en su valor y deseo
de continuidad de la misma. Es legada como tesoro a conservar por la nueva
comunidad mesiánica, punto de partida de la Iglesia, y comprensión de sí misma en
su dimensión histórica. De esta forma la comunidad eclesial, puede desde ahora
comprender como ha actuado Dios en la historia, y la etapa de plenitud en que se
encuentra ahora. La Ley tiene un valor indiscutible, pero ya no posee, el mismo
significado y alcance, por lo que Jesús, ahora establece las nuevas exigencias, que
persiguen alcanzar la perfección del amor a Dios y al prójimo. La Ley sigue siendo
parte de las Escrituras, se asume; el Mesías ha venido para cumplirla, y es
perfeccionada por la nueva justicia cimentada en una nueva relación con Dios y
con el prójimo, la nueva ley, se resumen precisamente en dicho amor a Dios y al
prójimo (cfr. Mt. 22,40). Sabemos por experiencia, que por propia debilidad, no
siempre podemos observarla con regularidad, procuramos hacerlo, aunque sea
difícil. Sin embargo, con la gracia de Dios el hombre puede cumplir su palabra, y es
más, puede ver los frutos en la propia existencia y la del prójimo. Enseñar a los
hombres, con una experiencia que respalda la Palabra, es un don de Dios, una
gracia, para quien ya vive en Dios y puede compartir su camino de fe.
Teresa de Jesús, “Madre de los espirituales”, como se le designa a la Santa de
Ávila, nos enseña como el Señor la condujo por el camino de la vida interior.
“Entiendo que, sin ruido de palabras, le está enseando este Maestro divino,
suspendiendo las potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si
obrasen. Gozan sin entender cómo gozan; está el alma abrasándose en amor, y no
entiende cómo ama; conoce que goza de lo que ama, y no sabe cómo lo goza; bien
entiende que no es gozo que alcanza el entendimiento a desearle; abrázale la
voluntad sin entender cómo; mas en pudiendo entender algo, ve que no es este
bien que se puede merecer con todos los trabajos que se pasasen juntos por
ganarle en la tierra. Es don del Señor de ella y del cielo, que, en fin, de como quien
es. Esta, hijas, es contemplacin perfecta.” (Camino de Perfección 25,2).