X Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
VIERNES
Lecturas
a.- 1Re. 19, 9. 11-16: Aguarda al Señor en el monte.
b.- Mt. 5, 27-32: El adulterio.
Comienza Jesús su discurso sobre el adulterio, estableciendo que quien desee una
mujer en su corazón, comete adulterio (v. 28). Jesús está por la fidelidad conyugal
en el amor. Declara inmoral no sólo el adulterio, sino también el deseo de adulterio
en el corazón. Jesús interioriza la Ley, en contra de los maestros judíos que
separaban la intención de la acción, el deseo equivale a la acción en el hombre. El
radicalismo de Jesús, queda reflejado en el ejemplo del ojo arrancado y de la mano
cortada, cómplices del deseo del corazón (v. 29). En cuanto al divorcio, Jesús
afirma la indisolubilidad del matrimonio, remitiéndose a la voluntad del Creador
desde el comienzo, que fue anulada por la permisividad de la ley mosaica, como la
interpretaron las escuelas rabínicas. El matrimonio indisoluble que Cristo predica,
devuelve la dignidad y los derechos de la mujer y los equipara a los del varón (cfr.
Dt. 24,1ss; Mt.19, 4-6). Estas antítesis, contraponen el cumplimiento externo de la
Ley y las actitudes internas del hombre. De esta forma, Cristo desacredita la
casuística judía, la del mínimo legal, la del mínimo esfuerzo, la que se conforma con
el cumplimiento externo, la sola letra de la Ley, sin el espíritu nuevo que Jesús le
infunde. El Maestro de Nazaret, exige más bien, el espíritu de la norma,
observancia impulsada por el amor sin límites, que es lo que da plenitud a la Ley. Si
Jesús le da la primacía al espíritu, sobre la Ley, es para enseñarnos que la vida
cristiana, no es un cumplimiento legalista, o la observancia de un código de
preceptos. Este es un peligro que nos puede acechar, si no estamos vigilantes. La
vida cristiana y la moral son mucho más que leyes. Es la respuesta personal a la
salvación, don de Dios, manifestado en Cristo Jesús, animada por la fe. El fin de la
Ley de Cristo, es hacernos hijos de Dios, libres y no esclavos de la Ley. Mientras no
nos liberemos del legalismo, no habremos comprendido el discurso de las
Bienaventuranzas, porque la Ley de Cristo, es un crecimiento en el amor. Es la
primacía de las actitudes interiores, sin descuidar las manifestaciones externa, la
opción por Dios y su Reino, los valores que Jesucristo nos enseñó. La libertad que
Cristo nos consiguió con su misterio pascual, es para vivir en la libertad de los hijos
de Dios (cfr. Gál. 5, 1). En esa libertad, se encuentra la raíz de la moral cristiana,
respuesta personal, fiel y llena de gratitud al don del amor de Dios en Cristo Jesús
(cfr. Gál. 5, 13s).
Siguiendo la tradición bíblica y patrística, Teresa considera a Jesucristo Esposo del
alma bautizada. Si la monja carmelita se desposa con ÉL con la consagración, debe
gozar de todos los bienes de Quien la llamó y amó desde siempre. “Sí, llegaos a
pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis
hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece
ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo
lo puede; su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en
estas grandezas que tiene nuestro Esposo, y que entendamos con quién estamos
casadas, qué vida hemos de tener.” (Camino de Perfección 22,7).