X Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
SABADO
Lecturas
a.- 1Re. 19, 19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías.
b.- Mt. 5, 33-37: Sea vuestro lengua sí, sí, no, no.
Sigue enseñando Jesús a sus discípulos, esta vez a no jurar por nada: ni por el
cielo, ni por la tierra, ni por Jerusalén (v.33). Jurar por Dios, es colocar a Dios por
testigo de algo que puede ser verdadero o falso. Para evitar toda duda, es mejor no
jurar, enseña el Señor. El principio que introduce, es mucho más exigente porque
se requiere sinceridad, lo auténtico debe estar presente en nuestro trato con el
prójimo, con nosotros mismos y con Dios. El cristiano convencido de su fe, no
engaña, ni miente, porque sabe que su obrar es según Dios. El sí será sí y el no
será no (v.37), porque en ambas cosas se juegan la credibilidad, la confianza, que
se deposita en esa persona; todo dependerá de la veracidad de esa persona frente
a la realidad. Nuestra sociedad favorece muy poco la autenticidad, vivir en la
verdad, porque se promociona una visión utilitarista de la vida, más aún, algunos lo
asumen como criterio para salir adelante, no importa cómo, incluso pisoteando a
los demás. Tras la publicidad, el éxito, la fama de vida de muchos está la mentira,
que se presenta como verdad, y muchos de ellos ya no distinguen lo uno de lo otro,
incluso algunos han renunciado a la verdad. El contrapunto está en que
encontramos servidores de la verdad, de la justicia, la paz y el amor, como son los
cristianos convencidos de su fe, y hombres de buena voluntad, que creen en esos
valores. Los avances económicos y científicos, no pueden obviar la verdad del
hombre, y su trascendencia, lo que hace que se le respete y considere como lo más
importante del universo, referido siempre a Dios, su Creador. De ahí que la Iglesia,
asume todo lo humano, porque Cristo Jesús, lo hizo en su Encarnación para
redimirlo con su misterio pascual. El mal, que hoy muestra mucho de sus rostros
más aterradores, los cristianos lo han de vencer a fuerza de bien, como enseña
Pablo (cfr. Rm. 12, 21), y con un testimonio humilde pero de calidad, luminoso que
vence las tinieblas que a veces nublan el horizonte de mucho. Si Cristo es luz del
mundo, el cristiano cercano a ÉL, ser luz y amor de la sociedad.
Si el amor de Dios ilumina el corazón del cristiano, según Teresa de Jesús, está
asegurado el amor al prójimo. “Ande la verdad en vuestros corazones como ha de
andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los
prójimos.” (Camino de Perfección 20,4).