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Día litúrgico: Lunes X del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Mt 5,1-12): En aquel tiempo, viendo la muchedumbre,
subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les
enseaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu (), los mansos (),
los que lloran (), los que tienen hambre y sed de la justicia (), los
misericordiosos (), los limpios de corazn (), los que trabajan por la paz ().
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos ().
Comentario: Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)
«Bienaventurados los pobres de espíritu»
Hoy, con la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús nos hace notar que a
menudo somos unos desmemoriados y actuamos como los niños, pues el juego nos
hace perder el recuerdo. Jesús temía que la gran cantidad de “buenas noticias” que
nos ha comunicado es decir, de palabras, gestos y silencios se diluyera en
nuestros pecados y preocupaciones. ¿Recordáis, en la parábola del sembrador, la
imagen del grano de trigo ahogado en las espinas? Por eso san Mateo engarza las
Bienaventuranzas como unos principios fundamentales, para que no las olvidemos
nunca. Son un compendio de la Nueva Ley presentada por Jesús, como unos puntos
básicos que nos ayudan a vivir cristianamente.
Las Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. El Maestro no sólo enseña
a los discípulos que le rodean, ni excluye a ninguna clase de personas, sino que
presenta un mensaje universal. Ahora bien, puntualiza las disposiciones que
debemos tener y la conducta moral que nos pide. Aunque la salvación definitiva no
se da en este mundo, sino en el otro, mientras vivimos en la tierra debemos
cambiar de mentalidad y transformar nuestra valoración de las cosas. Debemos
acostumbrarnos a ver el rostro del Cristo que llora en los que lloran, en los que
quieren vivir desprendidos de palabra y de hechos, en los mansos de corazón, en
los que fomentan las ansias de santidad, en los que han tomado una “determinada
determinacin”, como decía santa Teresa de Jesús, para ser sembradores de paz y
alegría.
Las Bienaventuranzas son el perfume del Señor participando en la historia humana.
También en la tuya y en la mía. Los dos últimos versículos incorporan la presencia
de la Cruz, ya que invitan a la alegría cuando las cosas se ponen feas
humanamente hablando por causa de Jesús y del Evangelio. Y es que, cuando la
coherencia de la vida cristiana sea firme, entonces, fácilmente vendrá la
persecución de mil maneras distintas, entre dificultades y contrariedades
inesperadas. El texto de san Mateo es rotundo: entonces «alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,12).
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