EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Solemnidad del Santísimo Sacramendo del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Libro del Exodo 24,3-8.
Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el
pueblo respondió a una sola voz: "Estamos decididos a poner en práctica todas las
palabras que ha dicho el Señor".
Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien
temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en
representación a las doce tribus de Israel.
Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e
inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.
Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra
mitad sobre el altar.
Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual
exclamó: "Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor
ha dicho".
Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: "Esta es la
sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en
estas cláusulas".
Salmo 116(115),12-13.15.16bc.17-18.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
Carta a los Hebreos 9,11-15.
Cristo, en cambio, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. El, a
través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua -no construida por
manos humanas, es decir, no de este mundo creado-
entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros,
sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna.
Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los
que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza
externa,
¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin
mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte,
para permitirnos tributar culto al Dios viviente!
Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin
de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera
Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima
pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte
la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán
con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala,
en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya
dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les
había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino
nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo
de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 24 sobre la 1ª carta a los Corintios, 2; PG 61, 199
«Esta es mi sangre, derramada por vosotros»
Los amantes de este mundo demuestran su generosidad dando dinero,
vestidos, regalos diversos; nadie da su sangre. Cristo, la da; demuestra así la
ternura que nos tiene y el ardor de su amor. Bajo la antigua Ley... Dios aceptaba
recibir la sangre de los sacrificios, pero era para impedir que su pueblo la ofreciera
a los ídolos, y ya era prueba de un amor muy grande. Pero Cristo cambió este rito;
la víctima no es la misma: es él mismo el que se ofrece en sacrificio.
"¿El pan que partimos, no es la comunión con el cuerpo del Cristo?" (1Co
10,16)... ¿Qué es este pan? El cuerpo de Cristo. ¿En qué se convierten los que
comulgan? En el cuerpo de Cristo: no una multitud de cuerpos sino un cuerpo
único. Lo mismo que el pan, compuesto de tantos granos de trigo, es un solo pan
donde los granos desaparecen y lo mismo que los granos subsisten allí pero es
imposible distinguirlos en la masa tan bien unida, así nosotros todos, unidos con
Cristo, no somos más que uno... ¿Ahora, si todos nosotros participamos del mismo
pan, y si todos estamos unidos entre nosotros con Cristo, por qué no mostramos el
mismo amor? ¿Por qué no nos hacemos uno en esto también?
Así era al principio: "la multitud de los creyentes tenían un sólo corazón y una
sola alma" (Hch. 4, 32)... Cristo vino a buscarte, tú que estabas lejos de él, para
unirse a ti; ¿y tú, no quieres ser uno con tu hermano?... ¡Te separas violentamente
de él, después de haber conseguido del Señor una gran prueba de amor - y la vida!
En efecto, no sólo dio su cuerpo, sino que como nuestra carne, arrastrada por
tierra, había perdido la vida y había muerto por el pecado, introdujo en ella, por así
decirlo, otra sustancia, como un fermento: su propia carne, su carne de la misma
naturaleza que la nuestra pero exenta de pecado y llena de vida. Y nos la dio a
todos, con el fin de que, alimentados en este banquete con esta nueva carne...
pudiéramos entrar en la vida inmortal.
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