“Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran
recompensa en el cielo”
Mt 4,25 - 5, 1-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. FELICES LOS QUE TIENEN ALMA DE POBRES, PORQUE A ELLOS LES
PERTENECE EL REINO DE LOS CIELOS
Este término “POBRE”, designa a los hombres que no poseen tierras u otros bienes en
el sentido material. Como sabemos, no porque alguien nos cuente, sino porque somos
sensibles y vemos, es gente sin apoyo ni influencia social. Ahí en esa calificación están
por lo general las gentes explotadas y humilladas. Aunque no es éste el exclusivo
aspecto que tiene aquí esta palabra. La frase del evangelio dice “espíritu del pobre”.
Pero por esta afinidad de conceptos se hacen sinónimos en el paralelismo poético, y se
interpretan indistintamente también, por las palabras correspondientes al “pobre” o al
“humillado”.
Pero también es cierto, que a la gente pobre, se le reconoce como la persona que confía
en Dios, Ellos son los que se aproximan primero, ellos además conocen muy de cerca el
concepto de la piedad. De este modo, el pobre, humilde y muchas veces humillado por
su pobreza, se enriquece en su pobreza con la fe en Dios y su constante necesidad de
pedir auxilio.
Dios siempre ha visto con mucho afecto y agrado al que ha vivido en la pobreza
material, aceptada libremente y no considerada como un castigo. Así es como Jesús, a
los pobres no les promete un simple premio, sino que el mejor de todos, un premio que
no es un bien temporal, esto es EL REINO DE LOS CIELOS.
Se equivocan los que creen que el Reino ya les pertenece, más aún, se equivocan los
que piensan que es patrimonio exclusivo del rico, del que se auto considera sabio,
poderoso, influyente o cercano materialmente a alguna institución religiosa, mucha
veces considerado por ellos como algo bueno, nadie entra en el reino por derecho
propio, en otras palabras, solo Dios sabe quien tiene meritos para entrar. Si la pobreza
esta situada, está en el plan de Dios, El prepara, meritoria y agradadamente el ingreso
de los pobres en el Reino.
El premio que tendrán los que tienen “el espíritu del pobre” es que de ellos “es” el Reino.
“Porque a ellos les pertenece”
2. “FELICES LOS AFLIGIDOS, PORQUE SERÁN CONSOLADOS
Nos afligimos y lloramos porque nos invade una amargura muy profunda. Es el “llanto”
de la vida, producto de las tristezas, desgracias y dolores. Este es el llanto que hacemos
ante Dios Padre e Hijo. Jesús abre al “dolor” una perspectiva distinta, este nos es
considerado como castigo a los pecados, es un dolor que tiene una misión de
purificación y mérito. El que llora ante Dios, no esta abandonado y tiene como premio la
“consolación.”
Los que lloran recibirán un gran consuelo. Todos buscamos y deseamos ser
consolados, pero no todos encontramos consuelo en esta vida, pero Jesús nos da
esperanza y nos promete con seguridad que lo tendremos, ¿Cuándo? En el momento
que nos acercamos íntimamente al Señor, por que en El encontramos la verdadera
esperanza, que es la confiada espera que Dios concede de los bienes prometidos.
Jesús vino a consolar a los tristes y vino a enseñarnos un norma de vida, quien siga el
camino por El trazado, a pesar de su tristeza que podemos llevar por las distintitas
situaciones de esta vida que mucha veces no es fácil para nosotros, recibirá finalmente
el consuelo de su amor abriéndole las Puertas del Reino de los Cielos, allí donde no
habrá mas llantos.
Felices los que lloran porque recibirán consuelo, esta es una esperanza, virtud que
capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de que va a conseguir la vida
eterna apoyada en el auxilio omnipotente de Dios
3. “FELICES LOS PACIENTES, PORQUE RECIBIRÁN LA TIERRA EN
HERENCIA”
La paciencia, es la mansedumbre, es la capacidad para sufrir o soportar las penas y los
infortunios sin perturbarse, es también la capacidad para hacer trabajos minuciosos o
pesados, es calma y tranquilidad cuando se espera algo que se desea. Ser manso, es
ser también dulce de corazón, es el que sabe llevar su suerte con resignación y paz, es
decir con “mansedumbre.”
La “mansedumbre” es la carencia de violencia, resignación, es también benevolencia y
compasión. Pero, además, es esencialmente modestia, teniendo una afinidad particular
con la humildad, de una parte, y con la benignidad o compasión, de otra. El paciente es
bueno y enemigo de la ira vengativa, como del orgullo extremo.
Para los pacientes, los mansos, también Dios les tiene el gran premio, es así como si
sabemos ser pacientes y benevolente hacia los demás, el premio será la “tierra en
herencia”, esta retribución, es la tierra prometida, la tierra ideal, esa está en el Reino de
los Cielos. Lo más bello, es que esta herencia prometida, no hace coherederos con
Jesucristo, es decir estaremos reunidos y en su compañía.
Felices los pacientes y sufridos, felices los mansos de corazón, felices los suaves y dócil
en el trato con los demás, feliz el que es tranquilo y apacible con su hermano, porque
recibirán la herencia de Dios.
4. “FELICES LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE
SERÁN SACIADOS”
Jesús se refiere al hambre como el deseo intenso y a la sed como esa necesidad de
satisfacer ese deseo de Justicia. Hablamos de justicia, cuando nos inclinamos a dar y
reconocer a cada uno lo que le corresponde, sin dejarse llevar de favoritismos, es decir
tratar a las personas como les corresponde por sus propios méritos y condiciones.
Su sentido entonces, es felices los que ansían grandemente la justicia. Nada está más
cerca de esta bienaventuranza que lo que dice Jesucristo en este mismo sermón:
“Buscad el reino y su justicia” (Mt 6:33). Esta justicia yuxtapuesta al concepto del Reino
es todo lo que hace al hombre justo, porque es el cumplimiento de la voluntad divina. Es
aquella de la que dijo Jesús: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20). Es la justicia que dispone a incorporarse
al reino, o, dentro de él, progresar en el mismo. “El tema evocado por la expresión y el
contexto del sermón no nos orienta hacia la idea de una justicia que Dios hace, sino más
bien hacia aquella justicia que se esfuerza uno en adquirir a los ojos de Dios,
cumpliendo su voluntad.” Por tanto el sentido de la justicia, es del tipo moral hecha del
conjunto de obras cristianas y el premio no es la de un el cumplimiento material de la
Ley.
La metáfora del hambre, no desvirtúa su contenido, en efecto, no es el “hambre”
material. La palabra hambre, hecha metáfora, es espiritualizada, es desear el
cumplimiento de la voluntad, ”justicia” de Dios en nosotros, en la que, como parte, queda
incluida esa primitiva formulación escueta del “hambriento,” que lleva, religiosamente, su
situación. El premio asignado es ser saciados, es decir completamente satisfechos por
el Señor.
5. “FELICES LOS MISERICORDIOSOS, PORQUE OBTENDRÁN
MISERICORDIA”
El compasivo y misericordioso, es aquel que se muestra comprensivo ante la miseria y
sufrimiento ajeno o de su prójimo, es aquel que de verdad tiene sentimiento de pena y
lástima por la desgracia o por el sufrimiento de sus hermanos, la misericordia, es el
atributo de Dios por el cual perdona y remedia los pecados y miserias de las personas.
El misericordioso es un hombre sensible, afectivo, comprensivo, así como pide perdón a
Dios por ofender, sabe perdonar las ofensas. Jesús, se nos mostró todo en misericordia,
en el sentido mas amplio de la palabra, el hizo la misericordia en la curación de muchos
males. Por misericordia, curo a los ciegos, y a los que le pidieron curación sus hijos,
amigos o servidores. Jesús, le dio a la misericordia un amplio sentido de hacer el bien a
todo el necesitado y, nos enseña a los hombres que en la medida en que se ha de
practicar la misericordia, se ha de optar al premio a ellos prometido. Ya se leía en el
Antiguo Testamento, “El que tiene compasión, encontrará misericordia” (Proverbios
17:5). Y en el Talmud: “De quien tiene misericordia de los hombres, se tiene misericordia
en el Cielo.”
El pensamiento, pues, de esta bienaventuranza es sólo afirmar la excelencia y
necesidad de la misericordia en los hombres para que sepan que entonces Dios la
tendrá con ellos. Pero esto, por parte de Dios, siempre será un exceso y un secreto
sobre la que el nombre hace.
“La bienaventuranza de los misericordiosos es una exigencia moral. San Mateo se para
especialmente a considerar el aspecto moral de la enseñanza de Jesús; Las
bienaventuranzas de este evangelio, no se contentan con anunciar la Buena Nueva de
la venida del Reino; presentan el Reino como la recompensa prometida a aquellos que
practicasen en su vida las exigencias de la nueva enseñanza. La gran novedad de estas
bienaventuranzas de Jesucristo, está en prometer su ingreso en la fase que sea a
los que practiquen la misericordia con todos los hombres, sin excluir a nadie, ni por su
condición social, económica, ni por raza o pueblo de origen.
6. “ FELICES LOS QUE TIENEN EL CORAZÓN PURO, PORQUE VERÁN A
DIOS”
Los “puros de corazón” evocan a los que tienen en el culto la “pureza” en el conjunto de
ritos o ceremonias litúrgicas con los que se expresa este homenaje. El salmista dice que
al Templo subirá el “de limpias manos y puro corazón” (Sal 24:2.4). Corazón y espíritu
son usados indistintamente como los principios responsables de la actividad moral. Pero
no se quiere indicar con esto, a solo el que practica este rito, o de que solo basta esta
práctica, sino que se supone y exige la autenticidad moral de esta conducta. Pues “si
vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los
cielos” (Mt 5:20).
Limpio es aquel que no tiene mancha o suciedad moral, no esta contaminado de la
maldad, ha cuidado su rectitud, es aquel que no hace daño y no perjudica, honrado y
decente. Libre y exento de imperfecciones morales. Puro es el casto, honesto y
respetuoso con los principios morales que se consideran propios de las buenas
costumbres
“Porque verán a Dios”. Para ser dignos de estar presente donde El mora, como para
levantar la cabeza en nuestras solemnidades litúrgicas y ver con emoción cuando se
nos presenta el cuerpo y la sangre de Jesús, debemos presentarnos puros, para que
Dios nos muestre su rostro, por que los “Los rectos verán su benigna faz (de Dios)” (Sal
11:7b).
Los que sirven a Dios, con su templo limpio y puro, es decir con el corazón puro, le
rendirán culto y verán su rostro en el templo del cielo.
7. FELICES LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ, PORQUE SERÁN
LLAMADOS HIJOS DE DIOS”
Los que trabajan por la paz, no son los de temperamento pacifico pasivos y estáticos, al
contrario son preocupados y dinámicos en esta virtud de ser “hacedores de paz”. El
Señor busca aquí reconocer, a todo el que buscase difundir y trabajar por la paz.
A los cristianos, nos corresponde trabajar por vivir en la ausencia de guerra, no
debemos escatimar esfuerzos por conseguir hacer efectivo los tratados o convenio por
el que las partes enfrentadas en una guerra ponen fin a la misma, es decir: firmar la paz.
La paz es estado de tranquilidad y de entendimiento entre las personas: La Paz es
sosiego, calma o ausencia de agitaciones. La paz permite la reconciliación, salda las
deudas, da por terminado los conflictos, nos hace más hermanos y más amistosos.
La paz esta pedida en los pasajes bíblicos, en el que este término tiene sentido de
reconciliación con los enemigos. El que busca la paz es misericordioso, compasivo y
ama a su prójimo y es reconocido como hijo de Dios. El premio es que “serán llamados
hijos de Dios.” “Ser llamados,” significa ser reconocido por tal, ser verdad lo que se dice
de uno. Dios es Dios de paz; los “hacedores de paz” tendrán una relación especial con
Dios, por eso serán reconocidos por el Padre como “hijos de Dios”.
Jesús, nos esta enseñando, que el modo de establecer el Reino, no es por el ruido de
armas, sino espiritualmente: “haciendo la paz” del reino entre los seres humanos. Jesús
nos trajo y nos dejo la paz, para que podamos convivir y vivir en armonía, pero el nos
pide que no seamos pasivos ni permisivos con los que atentan contra ella, es decir
debemos trabajar en forma permanente por la paz, así podremos caminar al encuentro
con el Padre, con la confianza de ser reconocidos como sus hijos.
8. FELICES LOS QUE SON PERSEGUIDOS POR PRACTICAR LA JUSTICIA,
PORQUE A ELLOS LES PERTENECE EL REINO DE LOS CIELOS”
Jesús no se refiere a los que huyen por que son seguidos por cualquier causa, es
preciso, es por causa del bien. Perseguido es aquel que es molestado, aquel que se le
hace sufrir, al que se le busca hacerle daño por el solo hecho de ser hombre de bien.
Cuando Jesús dice por causa, esta considerando el origen o el motivo incluso el
fundamento por el cual se es perseguido. Y el fundamento no es otra cosa que hacer el
bien, buscar lo bueno para si y los demás en el sentido moral y espiritual. El perseguido
por trabajar por la paz, por el amor de los hombres, por los valores morales enseñados
por Jesucristo, por vivir en armonía, por estar al lado de los que sufren, por hacer que el
hombre sea bueno, posee el Reino de los Cielo.
Durante la historia del hombre, mucho han sido perseguidos por causa del bien, muchos
han sido martirizados, encarcelados, y han entregado la vida por una buena causa. Del
mismo modo otros han sido perseguido por una causa religiosa, por esto, ellos deben
estar felices, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
9. “FELICES USTEDES, CUANDO SEAN INSULTADOS Y PERSEGUIDOS, Y
CUANDO SE LOS CALUMNIE EN TODA FORMA A CAUSA DE MÍ”
Felices, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de
calumnias. Bienaventurados son los injuriados, ofendidos, insultados, acusados
dañados y menoscabados a causa de promover y motivar las enseñanzas de Jesús y
por defender su amor hacia El. Jesús nuevamente es preciso, se refiere “a causa de mí”,
“por causa mía”, es decir “por amor del Hijo del hombre”. Esto supone la lealtad absoluta
a Jesucristo, a la fe, por que fe es estar incondicionalmente adherido a Jesús.
Jesús nos invita a estar felices si por el nos acosan, nos persiguen y nos hacen sufrir.
Así lo experimentaron primeramente los apóstoles. Así fue como también fueron leales
servidores de Cristo, con la esperanza cierta de que así recibirían la recompensa del
Cielo.
Jesús, nos promete la felicidad y nos da seguridad de llegar a ella, solo necesitamos,
seguir el camino que a ella conduce, esto es, siendo leales con sus enseñanzas,
viviendo conforme a como nos instruyo, a esto nos esta animando, el nos ha dado una
pauta de vida y por si vivir de esta forma, si por cumplir ineludiblemente el camino
trazado por El, tengamos que pasar por grandes dificultades, nos insulten, nos persigan,
nos calumnien, seremos bienaventurados porque hemos llevado fuertemente en nuestro
corazón la proclamación de su mensaje y que por nada dejaremos de cumplir.
Por todas estas bienaventuranzas, alegremos el corazón, mostremos el espíritu
contento, porque será grande la recompensa, esta es recibir el cielo.
Que Cristo Jesús viva en sus corazones