Domingo X Ordinario del ciclo B.
Meditación de MC. 3, 20-35.
Introducción.
Estimados hermanos y amigos:
Para comprender los sucesos de la vida de Jesús que consideraaremos al meditar
el texto evangélico correspondiente a la celebración eucarística de este Domingo X
del tiempo ordinario, nos es útil recordar los siguientes textos del Evangelio de San
Marcos:
1. Jesús afirmó que el Reino de Dios estaba cerca de quienes creían en su
Evangelio, lo cual constituyó un motivo por el que empezó a ganarse la enemistad
de los saduceos, -es decir, la clase sacerdotal y política-, los escribas -los teólogos-,
y los fariseos, quienes tenían poder para indicarle al pueblo cómo había de profesar
su fe.
"Después que Juan (el Bautista) fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando
el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de
Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (MC. 1, 14-15).
2. Los judíos creían que quienes eran ricos y gozaban de salud, gozaban del
premio de su merecimiento de la amistad de Dios, y que los enfermos y pobres
pagaban el castigo merecido, ora por sus pecados, ora por las transgresiones en el
cumplimiento de la Ley de sus antepasados. Jesús, además de predicar con
independencia de los saduceos y fariseos, -lo cual fue muy conflictivo para el
Mesías-, no tuvo reparo alguno en hacerse seguir por pobres, enfermos y pecadores
públicos, -tales como recaudadores de impuestos imperiales y prostitutas-, lo cual
hacía que sus enemigos lo consideraran como impuro, -esto es, pecador, y, por
tanto, maldito por Dios-, por el hecho de relacionarse con quienes ellos
marginaban.
"Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba. Y al
pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo:
Sígueme. Y levantándose, le siguió. Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa
de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con
Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido. Y los escribas y
los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los
discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír
esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (MC. 2, 13-17).
3. De la misma forma que hay religiones que cambian sistemáticamente sus
creencias a raíz de ciertos acontecimientos tales como la comisión de errores al
predecir la fecha en que supuestamente debe acontecer el fin del mundo, Los
intérpretes de la Ley mosaica, convirtieron la misma en un conjunto de preceptos,
que prácticamente era imposible cumplir a cabalidad. Mientras que la citada Ley
prohibía la curación de enfermos en los días destinados al culto divino, Jesús
incumplió el citado precepto, considerando que el hecho de hacer el bien y el culto
a Yahveh, son complementarios, lo cual le ganó la enemistad de los fariseos, dado
que los tales le daban más importancia al culto divino que al servicio a los hombres.
"Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga,
enseñaba. Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas (los escribas se jactaban de saberse muchas citas
bíblicas de memoria, así como de conocer perfectamente las enseñanzas de quienes
les instruyeron en el conocimiento del Antiguo Testamento, y de sus
interpretaciones legales). Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu
inmundo, que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno?
¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le
reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con
violencia, y clamando a gran voz, salió de él. Y todos se asombraron, de tal manera
que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que
con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? Y muy pronto se
difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. Y
la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.
Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó
la fiebre, y ella les servía.
Cuando llegó la noche (y por tanto pasó el día preceptual), luego que el sol se
puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda
la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas
enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios,
porque le conocían...
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una
mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder
acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en
medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la
vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo,
entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él
la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Y salidos los fariseos, tomaron
consejo con los herodianos contra él para destruirle" (MC. 1, 21-34, 3, 1-6).
4. Dado que Jesús realizó su obra sin hacerse dependiente de los fariseos, estos
lo consideraron como enemigo, y por ello, -tal como veremos en la meditación del
Evangelio de este Domingo X Ordinario-, afirmaron que estaba poseído por un
demonio, con tal de que sus seguidores lo abandonaran.
"Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron:
¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no
ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras
está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden
ayunar. Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en
aquellos días ayunarán. Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de
otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y
nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los
odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres
nuevos se ha de echar.
Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos,
andando, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira,
¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito? Pero él les dijo: ¿Nunca
leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con
él estaban; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió
los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y
aun dio a los que con él estaban? También les dijo: El día de reposo fue hecho por
causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo
del Hombre es Señor aun del día de reposo" (MC. 2, 18-28).
5. Jesús no solo apareció a los ojos de los fariseos como un revolucionario
molesto, pues también lo hizo como inductor a incumplir las normas a que ellos
querían someter a sus hermanos de raza.
"Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que
echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos
de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le
siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a
Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los
llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron...
Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y
estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que
tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: a
Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan
hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a
Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el
cananita, y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa" (MC. 1, 16-20. 3,
13-19).
1. La blasfemia contra el Espíritu Santo.
"Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de
sí" (MC. 3, 20-21).
Dado que Jesús estaba acompañado por sus Apóstoles y probablemente también
había con El otros seguidores que le acompañaban ocasionalmente en la realización
de su Ministerio real, sacerdotal y profético, es razonable creer que quienes
intentaron hacerles creer a sus oyentes que había perdido la cordura, no eran sus
seguidores, sino sus familiares. Este hecho me recuerda el tiempo en que tomé la
decisión de predicar el Evangelio, y algunos de mis amigos me decían que pensara
bien lo que iba a hacer, porque la religión no es muy bien aceptada aunque se
practica en los días festivos, y por ello iba a ser víctima de la incomprensión de mis
lectores, y del aislamiento a que me iban a someter, quienes no compartieran mis
creencias.
Existen dos poderosas razones por las que los familiares de Jesús debieron
intentar impedir la realización de la obra del Señor, así pues, dado que las familias
israelitas estaban fundadas en el patriarcalismo, nadie podía tomar decisiones
importantes en su vida, sin contar con la opinión de los padres, abuelos, hermanos
y otros varones de los clanes, -recordemos que las mujeres no tenían voz ni voto
en la toma de decisiones-, lo cual hizo que Jesús tuviera problemas con ellos,
porque, al hacerse predicador itinerante y por tanto pobre, y al contradecir
abiertamente a los escribas y fariseos, el Señor estaba manchando o -o
ensuciando- la imagen que sus familiares tenían ante la sociedad.
Por otra parte, al contradecir a los fariseos, Jesús no cesaba de poner su vida en
peligro, lo cual era otra causa, por la que sus familiares, querían impedir que el
Mesías siguiera realizando su obra evangelizadora.
Como veremos seguidamente, los escribas se aprovecharon de la desconfianza
que los familiares de Jesús tenían con respecto al Señor, para sembrar su cizaña,
para acabar con la credibilidad que tenía Nuestro Salvador, ante sus seguidores.
"Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y
que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos
llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si
un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una
casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se
levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su
fin. Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si
antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa. De cierto os digo que todos los
pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera
que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás
perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu
inmundo" (MC. 3, 22-30).
Jesús les dijo a sus opositores que las fuerzas del mal no podrían derrotarlo
jamás, a no ser que se diera el caso de que pudieran ser más poderosas que El,
cuyo poder representa las fuerzas del bien.
Cuando nos formaron para recibir al Señor por primera vez, nos dijeron que dios
perdona todos nuestros pecados. Esta es la razón por la que nos podemos extrañar,
al saber que, las blasfemias contra el Espíritu Santo, no serán perdonadas, ni en
este mundo, ni cuando el Reino de dios sea plenamente instaurado entre nosotros.
Hay pecados que se cometen por ignorancia, y pecados que se cometen a
sabiendas de que se infringen los Mandamientos de la Ley de Dios. No es lo mismo
negar la existencia de Dios porque se le desconoce y muchos tienen miedo a
examinar las novedades que suponen cambios radicales en la vida de quienes las
aceptan, que hacerlo conociendo al Dios Uno y Trino. Las blasfemias contra el
Espíritu Santo empiezan siendo palabras indicativas del rechazo a Dios, pero, con el
paso del tiempo, el hecho de no respetar a la Suma Divinidad, se traduce en la
negación del servicio al prójimo, en el hecho de no tributarle culto a Dios, en la
aceptación de vicios destructivos... Es triste la vida de quienes no aman a sus
prójimos porque no se fían de nadie, se desprecian a sí mismos porque no se
sienten útiles ni para sí ni para la sociedad en que viven, y rechazan a Dios, porque
prefieren sentir odio, antes que lástima con respecto a sí mismos.
Muchos autores consideran que el Espíritu Santo es el gran desconocido, cosa que
pienso que es totalmente cierta, porque a Jesús se le conoce porque se lee un
fragmento de su vida en cada celebración sacramental, conocemos a Nuestro Santo
Padre porque Jesús dedicó su Ministerio a hablar de El, pero no conocemos al
Espíritu Santo, porque apenas logramos creer en Dios. Es curioso cómo al vivir en
una sociedad en que muchos de cuyos habitantes se empeñan en basar su
existencia en la fuerza de sus sentimientos, los tales no pueden sentir la presencia
del Espíritu Santo, ni en su vida, ni en el ambiente en que viven.
2. ¿Quiénes constituyen la verdadera familia de Jesús?
"Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a
llamarle" (MC. 3, 31).
El hecho de que los familiares de Jesús no entraran en la casa en que Nuestro
Redentor estaba reunido con sus seguidores, indica que no aceptaban al Señor
como profeta, que estaban molestos porque, aunque el Señor sabía de la
importancia que tenían los clanes, había buscado a sus seguidores entre quienes no
formaban parte de su familia, lo cual era humillante para ellos.
Muchos hermanos separados de nuestra Iglesia, con tal de considerarnos a los
católicos idólatras porque sentimos un gran amor por la Madre de Jesús y por ello la
veneramos, dicen que María Santísima no es un gran ejemplo de fe a imitar como
creemos, porque ella fue a buscar a Jesús, junto a quellos de sus familiares, que no
tuvieron reparo alguno en decirles a los oyentes del Mesías que Nuestro Redentor
había perdido el uso de razón, con tal de intentar impedir la realización de la obra
mesiánica del Unigénito de Dios.
Para comprender el papel que pudo llevar a cabo María Santísima en la escena
evangélica que estamos considerando, debemos tener en cuenta que, ante todo y
ante todos, ella es la Madre de Nuestro Señor, y presentía más que nadie que, de
seguir desafiando a las autoridades religiosas con su comportamiento, Jesús podía
ser asesinado en cualquier momento, así pues, según recordamos en el epígrafe
anterior, los escribas no acusaron a Jesús de estar poseído por un demonio que lo
hacía actuar inocuamente solamente para que los amigos del Señor lo
desampararan, pues también querían convencerlos de que, de acuerdo a su visión
de la Ley, el Mesías debía ser lapidado.
Si en aquel tiempo María había aprendido que no debía considerarse Madre de
Jesús solo por haber dado a luz al Mesías, pues también debía hacerlo por creer y
predicar el Evangelio, si sus familiares la obligaron a acompañarlos para que
presionara a Jesús para que desistiera de la realización de su obra, ella tenía que
obedecer a los varones que le daban órdenes, ya que carecía de libertad para tomar
decisiones, porque era mujer.
Los familiares del Señor no quisieron entrar a la casa en que estaba Jesús,
porque se sentían avergonzados del Señor, tal como también nos sucede a
nosotros, cuando nos avergonzamos de reconocer que celebramos la Eucaristía,
cuando buscamos excusas para no hacer el bien, y cuando evitamos orar, porque,
verdaderamente, no tenemos fe en Dios, pues, si decimos que creemos en El, es
más grande el sentimiento de vergüenza que tenemos, que la alegría de
considerarnos hijos de Dios.
Para comprender las palabras de Jesús que vamos a considerar brevemente,
debemos entender que Nuestro Salvador tuvo que reaccionar enérgicamente ante
sus familiares, con tal de que los mismos no le impidieran llevar a cabo la obra que
le encomendó Nuestro Santo Padre. Prestemos atención a la gran fuerza de
voluntad con que el Señor deshizo el lazo que quisieron tenderle sus familiares.
"Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos
están afuera, y te buscan. El les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis
hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi
madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi
hermano, y mi hermana, y mi madre" (MC. 3, 32-35).
Jesús no le dijo a María Santísima que no la amaba por ser su Madre carnal,
pues, con su gran fuerza de voluntad, les dijo a sus familiares que, si lo amaban, si
querían contarse entre los miembros de su verdadera familia, tenían que amoldarse
al cumplimiento de la voluntad de Dios. La escena evangélica que estamos
considerando, encierra en sí episodios de la vida de los predicadores religiosos y
laicos, que hemos tenido problemas con nuestros familiares, porque hemos tomado
la decisión irrevocable, de predicar el Evangelio.
"Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le
dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. Y él dijo:
Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan" (LC. 11, 27-
28).
¿Se sintió Nuestra Santa Madre despreciada por Jesús, cuando el Señor dijo las
citadas palabras? Yo creo que Ella se sintió sumamente feliz porque tenía un nuevo
motivo por el que Jesús la iba a seguir amando inmensamente como Madre, porque
no solo la había elegido a ella para que le hiciera de Madre, pues también le había
dado el privilegio de ser su Madre, sirviéndolo en los necesitados de escuchar la
Palabra de Dios, y en quienes sufrían por causa de sus desavenencias familiares, la
pobreza que abundaba en Israel, y las enfermedades, que, de alguna manera, eran
consecuentes de la carencia de dinero.
Jesús nos invita a todos a ser sus madres y hermanos en el Reino de Dios que se
instaura lentamente entre nosotros, según crecemos espiritualmente, meditando la
Palabra de Dios, predicando el Evangelio, haciendo el bien en favor de nuestros
prójimos los hombres, y orando incesantemente.
¿Por qué no podemos ser también padres de Jesús?
El Señor, nos dice:
"Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el
que está en los cielos" (MT. 23, 9).
Según las palabras de Jesús que estamos recordando, ¿hacemos mal los católicos
al llamar "padres" a nuestros sacerdotes? Si pretendiéramos considerar que los
sacerdotes son superiores a Dios, se nos podría acusar de ser idólatras, pero si
consideramos que los tales son como padres que nos instruyen espiritualmente, -
pues por ello renuncian a formar sus familias, porque quieren estar pendientes a
nuestra formación espiritual, para que podamos alcanzar la salvación-, no hacemos
mal alguno al llamarles "padres", pues, en cierta manera, tienen el deber de cuidar
nuestras almas, como si fuéramos sus hijos carnales.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com