XI Semana del Tiempo Ordinario
Introducción a la semana
Pasadas que fueron las fiestas que jalonan el fin del tiempo pascual, retomamos
los domingos del Tiempo Ordinario, onceno en esta ocasión. La Palabra no
rebaja su densidad salvadora porque ahora no estemos en tiempos fuertes,
litúrgicamente hablando. Transitamos por nuestra ruta vital, tiempo y espacio
para dar razones de nuestra esperanza. En este domingo Ezequiel dice al pueblo
lo que es a la vuelta del exilio babilónico: pueblo humilde, reducido que,
precisamente por eso, sabe que puede ser ensalzado por Yahvé. Pablo no
defrauda, y en su recado del domingo nos anima a trabajar la confianza,
agradando al Señor en cualquier modalidad de nuestra vida. Y dos breves
parábolas sobre el Reino de Dios completan el menú de la mesa de la Palabra: el
misterio fecundo de la vida, el dinamismo secreto de la semilla que germina y
sorprende con belleza y fruto, la asombrosa pequeñez del grano de mostaza
que, en su forma final, evoca la generosidad de todo lo que se hace con el abono
de la esperanza y la lluvia de la confianza en el Señor.
Varias perícopas de los Libros de los Reyes, con el remate sabatino del Libro de
las Crónicas, son el material de las primeras lecturas de esta semana. Desfilan
ante nosotros relatos tales como el de la viña de Nabot, acción del profeta Elías
a favor de los débiles, el prodigioso carro de fuego que separa a Elías y a Eliseo
y el eco que en el Eclesiástico tiene este evento, breve alusión a la recuperación
monárquica en el reino del sur y, el sábado, la apostasía y el castigo de Joás.
De los capítulos 5 y 6 son las lecturas evangélicas de esta semana, continuación
del discurso del monte. La paradoja de la conducta que sugiere Jesús que va
más allá de la letra de la Ley (la otra mejilla, la capa…), la expresión máxima de
la moral evangélica (amor a los enemigos), el trípode en el que para el judaísmo
se apoyaba la justicia (limosna, oración, ayuno), el hermoso regalo de la
transparente oración del Padre Nuestro, expresión de confianza y cariño en el
Abbá. El evangelio del viernes y sábado nos servirá sabias sugerencias del
centro de gravedad de la persona, pues donde tiene su tesoro, allí está su
corazón.
Recordaremos, además, al joven Luis Gonzaga. Oportunidad tenemos de ser
ricos para Dios y su gloria, el hombre, en el regalo de estos días.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org