XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
No tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar"
Jb 38,1.8-11: "Aquí se romperá la arrogancia de tus olas"
Sal 106,23-24.25-26.28-29.30-31: "Dad gracias al Señor, porque es
eterna su misericordia"
2 Co 5,14-17: "Lo antiguo ha parado, lo nuevo ha comenzado"
Mc 4,35-40: "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"
En el libro de Job, se van desmontando uno a uno los argumentos con los que los
amigos de Job le habían atormentado. Los considera como personas que no saben
lo que dicen, ya que han pretendido entrar en un círculo que es exclusivo de Dios.
La mención de la barca en medio de la tempestad es una clara alusión a la Iglesia y
los avatares que habría de sufrir en la historia. Pero, sobre todo, había que
subrayar la permanente presencia de Jesús en su favor.
San Mateo emplea el mismo término usado entre los profetas como turbación o
desasosiego en el seno de Israel para describir la tempestad. Puede aplicarse a la
Iglesia mediante el símil de la barca sacudida por las olas.
De vez en cuando llegan a nuestros oídos expresiones pesimistas y casi
apocalípticas, en relación con la Iglesia y hasta hay amenazas de desmoronamiento
por los pecados de los que la formamos. Es verdad que somos pecadores, que
damos una imagen distorsionada o deforme de la Iglesia. Pero el mantenimiento en
pie de la Iglesia no depende sólo de nosotros. Probablemente habría que interpelar
a los pronosticadores de calamidades con la pregunta de Jesús: "¿Por qué sois tan
cobardes? ¿Aún no tenéis fe?"
— El Reino, objeto de los ataques de los poderes del mal:
"El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía
acabado «con gran poder y gloria» (Lc 21,27) con el advenimiento del Rey a la
tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal a pesar de
que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta
que todo le haya sido sometido, y «mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra,
en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e
instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa.
Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y
que esperan la manifestación de los hijos de Dios» (LG 48). Por esta razón los
cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía, que se apresure el retorno de Cristo
cuando suplican: «Ven, Señor Jesús»" (671).
— Los cristianos y la venida del Reino:
"Mediante un vivir según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de
Dios, «Reino de justicia, de verdad y de paz» (MR, Prefacio de Jesucristo Rey). Sin
embargo, no abandonan sus tareas terrenas; fieles al Maestro, las cumplen con
rectitud, paciencia y amor" (2046; cf. 2610).
— "Incluso aunque esta oración no nos hubiera mandado pedir el advenimiento del
Reino, habríamos tenido que expresar esta petición, dirigiéndonos con premura a la
meta de nuestras esperanzas. Las almas de los mártires, bajo el altar, invocan al
Señor con grandes gritos: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin
hacer justicia por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?» (Ap 6,10). En
efecto, los mártires deben alcanzar la justicia al fin de los tiempos. Señor,
¡apresura, pues, la venida de tu Reino!" (Tertuliano, or. 5) (2817).
Temer por la Iglesia es no fiarse de la fuerza del Espíritu que Jesús nos dio; temer
por nosotros mismos es fiarse sólo de la gracia.
Con permiso de Almudi.org