EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la undécima semana del tiempo ordinario
Libro de Eclesiástico 48,1-15.
Después surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una
antorcha.
El atrajo el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo
alto.
¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual
a ti?
Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la
palabra de Altísimo.
Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes:
tú escuchaste un reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación;
tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tu sucesores
tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego.
De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle, para
hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de
Jacob.
¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor, porque también
nosotros poseeremos la vida!
Cuando Elías fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante
su vida ningún jefe lo hizo temblar, y nadie pudo someterlo.
Nada era demasiado difícil para él y hasta en la tumba profetizó su cuerpo.
En su vida, hizo prodigios y en su muerte, realizó obras admirables.
A pesar de todo esto, el pueblo no se convirtió ni se apartó de sus pecados. hasta
que fue deportado lejos de su país, y dispersado por toda la tierra.
Salmo 97(96),1-2.3-4.5-6.7.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son la base de su trono.
Un fuego avanza ante él
y abrasa a los enemigos a su paso;
sus relámpagos iluminan el mundo;
al verlo, la tierra se estremece.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,
los que se glorían en dioses falsos;
todos los dioses se postran ante él.
Evangelio según San Mateo 6,7-15:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por
mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que
les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea
tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los
perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Comentario del Evangelio por
Beato Juan XXIII (1881-1963), papa
En Discursos, mensajes, conversaciones, t. 1, Vaticano 1958, p. 43
«Danos hoy nuestro pan de cada día»
Queremos insistir en el triple privilegio de este "pan diario" que los hijos de la
Iglesia le deben pedirle al Padre celeste, y esperar, en la confianza, de su
providencia divina. Debe ser ante todo "nuestro pan", es decir el pan pedido en
nombre de todos. "El Señor, nos dice san Juan Crisóstomo, nos invita en el Padre
nuestro a enviarle a Dios una oración en nombre de todos nuestros hermanos.
Quiere también que las oraciones que elevamos a Dios, conciernan tanto a los
intereses del prójimo como a los nuestros. Piensa, por ahí, combatir las
enemistades y reprimir la arrogancia."
Debe ser, por añadidura, un pan "sustancial" (Mt 6,11 griego), indispensable
para nuestra subsistencia, para nuestro alimento. Pero si el hombre está compuesto
por un cuerpo, lo está también de un espíritu inmortal, y el pan que conviene
pedirle al Señor no será sólo un pan material. Será, como nos la ha hecho observar
con tanta ocurrencia este doctor de la eucaristía que es santo Tomás de Aquino, un
pan espiritual ante todo. Este pan, es Dios mismo, la verdad y la bondad que hay
que contemplar y amar; un pan sacramental: el Cuerpo del Salvador, testimonio y
viático de la vida eterna.
La tercera cualidad pedida a este pan, y no menos importante que las
precedentes, es que sea "uno", símbolo y causa de unidad (cf 1Co 10,17). Y san
Juan Crisóstomo añade: "lo mismo que este cuerpo está unido con Cristo, del
mismo modo nosotros estamos unidos por medio de este pan"..
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