¿SOMOS DEDO DEL SEÑOR?
Padre Javier Leoz
Uno de los hándicap existentes para el encuentro cara a cara, entre Dios y el
hombre de hoy, son las innumerables barreras que se levantan ante nosotros:
sociológicas, ambientales, económicas, culturales, o ideológicas: condicionan
muchísimo a la hora de ejercer la libertad religiosa en la actualidad.
1.- San Juan Bautista es un “rompe-muros”. Nos hace tomar conciencia de nuestras
propias fragilidades. De aquello que nos separa o distancia del Señor. Acercarse a
este personaje es arriesgarnos a sentirnos provocados por su estilo de vida. Es
abrir los ojos hacia el futuro marcado por Dios y desde Dios.
-“Convertíos” era la palabra preferida y profética del precursor. ¿De qué? ¿Por qué?
¿Hacia quién? Son las respuestas de la coyuntura que nos rodea.
-Regresar de una vida fácil y cómoda. Su desierto, para nosotros, es una
interpelación muy seria a retirarnos de vez en cuando a esos espacios de silencio y
de reflexión donde pueda hablarnos con todas las consecuencias Dios.
-Retornar del desencuentro con Jesús. Pensamos que ya lo tenemos. Que, nuestra
fe, ya está totalmente resuelta con unas prácticas más o menos piadosas. Pero
¿hemos abrazado a Cristo con todas las consecuencias?
-Escaparnos de la grandeza. Juan llevó una vida austera y sencilla. Su forma de
vida contrastaba, y denunciaba, aquellas otras que estaban montadas sobre la
riqueza o la simple apariencia.
2.- San Juan Bautista es el último gran profeta del Antiguo Testamento. Aquel que,
con valentía y comprometiendo su propia sangre, apuntó con su dedo, con sus
sentimientos, obras y con su Palabra al Salvador.
¿Somos nosotros testimonio vivo y real del Señor? ¿Lo señalamos con el índice de
nuestra vida cristiana? ¿Cuándo se nos exige dar razón de Él, lo damos a conocer o
instalamos la sordina de la vergüenza o timidez? ¿Somos camino o laberinto para
que otras personas puedan llegar a la comprensión y encuentro de Jesús?
3.- La Nueva Evangelización no depende tanto de lo que la Iglesia a nivel
institucional proyecte, piense, haga, diga o plantee sino de los cristianos de a pie
(especialmente las familias) que demuestren una actitud valiente, constante y
decidida para trasmitir la fe.
**Hoy, muchos padres, han dejado de señalar con su dedo al cielo. Nos
encontramos con hijos que viven perdidos en el desierto de la incredulidad. No
porque ellos lo hayan elegido sino porque, nadie, les ha hablado de Aquel que es
Hijo de Dios, nació en Belén, murió en Jerusalén y al resucitar nos dio vida nueva.
**Hoy, muchos religiosos y sacerdotes, tenemos miedo a predicar la austeridad, el
evangelio sin remiendos, la autenticidad de la Iglesia, el vigor del Evangelio ante
una sociedad caprichosa y decadente
**Hoy, muchos medios católicos, dejan de ser referencia y altavoz de los valores
evangélicos y los silencian por temor a perder clientela o por ser tachados de
confesionales.
4.- Por ello mismo, San Juan Bautista, nos espabila y nos pone en el lugar que nos
corresponde: ¡CONVERTÍOS! Adentrémonos por el camino de Jesucristo. Que nadie
nos aparte de Él. Y en las pequeñas cosas, sembrando de nuevo el Evangelio,
podemos ser más grandes que el mismo Juan. Y no lo digo yo…lo dice el mismo
Jesucristo.
5.- QUE YO, SEÑOR, TAMBIÉN TE ANUNCIE
Por mis senderos y mis propias calles
llevando a los que me rodean a tu CAMINO
y te conozcan y te amen
al igual que yo lo hago contigo.
Que en medio de tantos desiertos
de los que te buscan y no te encuentran
de los que andan perdidos y no quieren dar contigo
de los que te conocieron y te olvidaron
nunca me eche atrás, oh Señor,
y siga siendo heraldo de tu Evangelio
pregonero de tus gracias y de tu presencia
altavoz de tus verdades grandes y ciertas
QUE YO, SEÑOR, TAMBIÉN TE ANUNCIE
Con mis palabras, pero sobre todo, con mi vida
Con mi alegría, pero ante todo, con mi corazón
Con mi fuerza, pero siempre, con tu Espíritu
Con mi convencimiento, pero con tu auxilio
QUE YO, SEÑOR, TAMBIÉN TE ANUNCIE
Que sea profeta en este mundo incierto
en el que sobra la palabrería
y echamos en falta palabras de amor y de consuelo
Que sea un pequeño profeta, oh Señor,
y, como Juan Bautista, comunique tu llegada
que, hoy y aquí, sigues vivo entre nosotros
empujando y sosteniendo a tu Iglesia
alimentando las esperanzas de tu pueblo
dando testimonio de que, Tú, eres el Hijo de Dios.
Tú, Cordero de Dios, que vienes a salvarnos
bendícenos con tu mano siempre abierta
y que, lejos de fatigarnos,
nos des la fuerza del Espíritu Santo
para seguir siendo voces de tu Reino.
Amén.