Solemnidad, Natividad de San Juan Bautista
Misa Vespertina
Padre Julio Gonzalez Carretti
Lecturas
a.- Jr. 1, 4-10: Antes de formarte en el vientre te escogí.
La primera lectura, nos narra la vocación del profeta Jeremías, lo que en definitiva,
le dará sentido a toda su existencia, lo que implica saber bien, cuál es la misión que
cada uno tiene, de lo contrario, puede ser el fracaso de una vida. El joven Jeremías
sabe cuál es su misión: ser profeta de las naciones (v.5). Los grandes hombres de
Dios, han dejado huella de su encuentro con Dios, desde la que han conformado su
vida. Se trata de una profunda experiencia de Dios y de la propia realidad humana,
lo que se traduce en una certeza, una seguridad y una eficacia de saberse llamado
a cumplir una misión. Jeremías se sabe amado por Dios, conocido en lo interior,
pero a la vez, conocedor del querer de Dios para su vida. Esto es amor verdadero,
ya que en la tradición bíblica, se conoce con el corazón; lo que redunda en saberse
un consagrado, dedicado exclusivamente a Dios, apartado de todo lo demás. Si
bien, comprendió esto desde muy joven, a los veinte años, también tenía la certeza
que Dios se lo reveló en la intimidad, designio eterno de Yahvé, antes que fuera
formado en el seno de su madre. En su humildad, Jeremías quiere ser uno de
tantos, como un hombre cualquiera, es más, se siente como un niño que apenas
balbucea estas cosas. Jeremías, es tímido por naturaleza, pero se fía de Yahvé, que
no lo abandonará. Lo divino invade el alma de Jeremías, se siente capaz de
responder desde su pequeñez. Será Yahvé quien respalde cuanto proclame
Jeremías, porque ha sido ÉL, quien ha puesto en su boca las palabras que
proclamará y de ello se asegura, cuando purifica sus labios al toque de su mano. El
recurso a la antítesis, destruir, para construir, deja en claro su misión: enderezar lo
torcido, profundizar la revelación, derrotar la idolatría y las perversas costumbres
(v.10). Tiene que predicar, pero teniendo como paisaje interior, las exigencias de la
voluntad divina y la debilidad humana, que se hace presente a cada paso en su
vida, y en la de su prójimo. Desde esta sabia y dolorosa conjunción, se forjan los
grandes héroes del espíritu como es el caso de Jeremías.
b.- 1Pe. 1, 8-12: Esta salvación fue el tema que los profetas investigaron y
escrutaron.
San Pedro apóstol en su epístola, nos habla de los sufrimientos de la vida presente,
pero también, de la certeza de la herencia, que nos está reservada en los cielos. El
cristiano no puede poner en duda dicho beneficio, porque depende de Dios. Un
motivo grande de esperanza es el amor, don del Espíritu, que el cristiano profesa a
Jesucristo en esta vida, lo mismo se diga, de la alegría, que irrumpen en medio de
las dificultades precisamente para fortalecer la fe y la esperanza de alcanzar la vida
eterna. Las dificultades provienen de los hombres que no creen en Dios, en cambio,
la herencia es don de Dios, y ellos no pueden despojarle de esas dádivas, porque
no pueden alcanzarle. Si las tribulaciones y trabajos, como son las persecuciones
del tiempo de Nerón o sus herederos, son un medio de purificación, por ello, la
exhortación del apóstol, el que cree es probado como el oro en el crisol, la vida
cristiana, vale mucho más que todo el oro del mundo. La fe y el amor, son el
puente que salva la distancia, entre los que en Israel conocieron a Jesús, y estas
nuevas generaciones de cristianos. La intimidad divina con Cristo, no se ve afectada
por el tiempo y el espacio, aunque pareciera que el texto lo quiera resaltar (v.11),
pero no es de menor importancia, la vinculación con su persona, mensaje y destino
por el camino de la fe y el amor que posee el discípulo que lo busca y escucha en lo
interior.
c.- Lc. 1, 5-17: Te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan
El evangelio nos presenta, el anuncio y nacimiento de Juan Bautista. Zacarías,
sacerdote del templo de Jerusalén, sirve en el templo de Jerusalén, le toca el turno
de quemar el incienso, en la oración de la tarde, donde luego se hacía sonar el
cuerno, y salir para bendecir al pueblo. Pero sucedió algo no habitual: se le aparece
el ángel del Señor y le anuncia que su oración ha sido escuchada: va a tener ser
padre. Se puede pensar que Dios escuchó un antiguo deseo del matrimonio,
formado con su mujer Isabel; ambos entrados en años y ella, estéril. También se
puede interpretar, que su petición es de tipo salvífica para el pueblo. La verdad, es
que ambas realidades se dan en este niño que nacerá, puesto que será una alegría
para el matrimonio de Zacarías e Israel. Pero el sacerdote no cree, contando sólo
con sus posibilidades, exige pruebas, que por cierto, no se le conceden (cfr. Gn. 15,
8; Lc. 1, 34). Como hombre versado en la Escritura, debería haber comprendido el
mensaje divino, María de Nazaret es una adolescente, y como Abrahán, el primero
al que hablaba Yahvé en esos términos, y por ello, también exige pruebas (cfr. Lc.
1,34; Gn. 15,8). Pero el plan de Dios, no se detiene por las dudas de Zacarías,
porque el mismo, se convierte en signo de su plan de salvación, al dejarlo
sordomudo, castigo y secreto, que guardan esa mudez hasta que se cumpla lo
anunciado. El pueblo espera afuera inquieto, para contemplar a Zacarías, que es
incapaz de pronunciar la bendición (cfr. Nm. 6, 22-27).
La importancia del ángel, está en el mensaje que comunica, es el primero del
evangelio que se comunica a un hombre, es la Buena Nueva que llega a Zacarías, y
en la identificación que hace de sí mismo: es Gabriel, protagonista del libro de
Daniel (cfr. Dn. 9). Le da razones para tranquilizarlo con esta visión, que no es
producto de su imaginación. Le anuncia que será padre de un niño, le impone el
nombre de parte de Dios, se llamará Juan, que significa, “Yahvé ha sido generoso o
será grande a los ojos del Señor” (v.13), se lo confirmará con el testimonio que
dará a lo largo de su existir, y la creencia popular de los judíos, que el nombre
influía en la persona que lo recibía. Si bien, el nombre lo colocaba el padre, que lo
haga Dios, viene a significar, que aquel niño va a ser grande dentro de su plan de
salvación. Su concepción en el seno de su madre Isabel, será motivo de gozo no
sólo para ellos, como para todo Israel (v.14). El ángel detalla la figura y misión de
este niño: “Será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de
Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les
convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías,
para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (vv. 15-
17). La mujer, Isabel agradece el gesto de Dios, pues borraba su oprobio. El
anunciado niño por su milagrosa concepción, se asemeja a Isaac y Samuel, su
nombre describe que será un favorecido de Dios: “El Señor muestra su favor”, no
sólo a su padre y a Israel, sino que también a su propia persona. Convertirá a
muchos israelitas a Yahvé, con la fuerza del Espíritu Santo; caminará con el poder
de Elías, delante de Yahvé (cfr. Mt. 11, 14; Mal. 3, 23; Gn.18,9-15; 1Sam. 1,9-19).
Si Israel se convierte por la predicación de Juan, se salvará y evitará la maldición,
es decir, su misión consistirá en fortalecer las buenas relaciones entre Dios y los
hombres, también entre los israelitas. Su palabra llegará a todos los rebeldes e
insatisfechos, como también a los justos, ambos son llamados a la conversión, para
convertirse en un pueblo bien dispuesto para Dios. Ante el vino nuevo del evangelio
que traerá Jesús, será una exigencia para Israel renovar los viejos odres de sus
mentes y estructuras: esta es la misión exclusiva del niño, Juan, que nace hoy.