Solemnidad, Natividad de San Juan Bautista
Misa del día
Padre Julio Gonzalez Carretti
Lecturas
a.- Is. 49, 1-6: Te hago luz de las naciones.
En la primera lectura, contemplamos al Siervo de Yahvé. No se trata del Israel
histórico, rebelde y pecador, objeto del juicio de Dios, sino con el Israel teológico,
es decir, “el resto” de los piadosos y justos. Este Israel, tiene como misión, hacer
llegar la salvación a todas las naciones. El Israel del espíritu, se ha convertido en
profeta, vehículo de salvación desde su realidad histórica. Este pueblo ya tiene
nombre propio, misión que realizar, ser instrumento de Yahvé, como soldado que
prepara sus armas. Su espada será la palabra, afilada y dolorosa, lejana a toda
violencia física, pero efectiva, en lo moral y espiritual. Cuidado y acariciado como el
guerrero, cuida de sus armas; convertido en saeta aguda, guardada para el
momento difícil. Isaías es ese siervo. Experimenta su debilidad y sorpresa, pero
Yahvé es su fuerza; desde ahora será, “luz de las gentes para llevar la salvacin
hasta los confines de la tierra” (v. 6). El resto de Israel se ha convertido en rey,
sacerdote y profeta de la humanidad. En el NT, el siervo de Yahvé, es el pueblo de
los redimidos que unidos a Jesús, su Cabeza, es el Ungido del Padre. Este nuevo
pueblo de Dios, está llamado a llevar la salvación a todos los pueblos de la tierra.
Pero antes, será Juan el Bautista el que prepare los caminos del Señor Jesús, para
disponer a Israel, a escuchar el Evangelio de la gracia y salvación.
b.-Hch. 13, 22-26: Juan predicó antes que llegara Cristo
Pablo y Bernabé, son invitados a comentar en Antioquía de Pisidia, la Palabra que
se acaba de proclamar, seguramente algún texto profético. La gente se preguntaba,
si había algún indicio del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su
pueblo. ¿La Escritura podía señalar que la mano de Dios estaba con ellos, en su
vida cotidiana? Desde este momento, será Pablo, el que tome la palabra, Bernabé
calla. Pablo comienza haciendo una referencia al pasado de Israel: la conquista de
la tierra prometida, el período de los Jueces, los dos primeros reyes de Israel, y
desde David, pasa a Jesús, es decir, las promesas hechas a su dinastía se cumplen
en Jesús, es el Salvador. Todo el acento está puesto en David: “He encontrado a
David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo
quiera” (v. 22). Según una interpretación judía, Dios había prometido un rey que
reinase para siempre. Cosa que no había sucedido, ya que la dinastía davídica había
desaparecido hacía siglos, de ahí que la esperanza de Israel, se orientara a que
Dios enviaría una persona que iniciara una nueva era para su pueblo: el Salvador o
Mesías. El primer término, Salvador, tenía mayor significado que el segundo, en la
mentalidad del tiempo de Pablo, de ahí su uso por parte del apóstol. Antes de la
actuación de Jesús, aparece Juan el Bautista, que anunció a Jesús y dio testimonio
de ÉL, es más, clarificó que no era él quien la gente pensaba, el Mesías, y se
consideró indigno de desatarle las sandalias (v. 25; cfr. Jn. 1, 23-34). Pablo, habla
de Juan para no caer en el error de sus discípulos de sobrevalorarlo, respecto de
Jesús, pero lo más importante, es que lo revela como Precursor y testigo del Mesías
que ya había venido.
c.- Lc. 1, 57-66- 80: Se va a llamar Juan.
El evangelio no da detalles del nacimiento de Juan, porque lo que le interesa al
autor, es la imposición del nombre y la circuncisión. Son los vecinos y parientes los
que nos hablan de la alegría y el gozo de la madre, Isabel, su gratitud, puesto que
ha sido la misericordia de Dios la que le ha quitado su oprobio. Los padres son
piadosos, porque a los ocho días cumplen con la ley de Moisés, que mandaba
circuncidar a los varones. Son los parientes y amigos quienes deciden imponer el
nombre del padre al niño, Isabel, interviene y señala, que el nombre es Juan, como
lo había llamado el ángel. Recurren al padre Zacarías, quien confirma lo dicho por
su esposa, y escribe, el nombre del niño en una tablilla de cera. La admiración los
invade a todos, e inmediatamente a Zacarías, se le suelta la lengua y comienza a
hablar, alaba a Dios. Los vecinos se preguntan qué será de ese niño, pues la mano
de Dios está sobre él, lo protege (cfr. 1Cro. 4,10; Hch. 11, 21), con lo que se indica
un futuro liberador (cfr. Ex. 15,6). Cambia la mirada dada por este acontecimiento,
ya que si antes se miraba al pasado, para observar el cumplimiento de la ley, ahora
se mira al futuro, a los designios que Dios tiene sobre este niño. El hasta ahora
callado Zacarías irrumpe, lleno de Espíritu Santo, con un cántico hecho de muchos
textos bíblicos, más universal que el Magnificat, porque no alude a sí mismo.
Cántico que se centra en la obra de Dios, en la obra de su hijo y en el futuro
Salvador, las antiguas profecías, se van cumpliendo en el tiempo de la salvación.
“Bendito sea el Seor…” (v. 68-69). Zacarías, alaba a Dios, por la redención que
proyecta, por medio de una fuerza, un cuerno salvador, que proviene de la casa de
David (cfr. Ez. 29, 21). Esa liberación sigue el sentido bíblico, que nace en Egipto, y
que se mantiene en el tiempo hasta Zacarías. “Que nos salvará de nuestros
enemigos” Esa liberacin librará a Israel de sus enemigos (v. 71), entendidos
quizás, en la comunidad de Lucas, por la dominación romana, para volver a la
monarquía de tipo davídico. La santa alianza, se refiere a todos los compromisos,
alianzas, que Yahvé hizo con Israel, donde se demostró la fidelidad de Dios, y
liberación de los enemigos (cfr. Gn. 15, 18; 22, 17). Esta alianza compromete al
pueblo al servicio cultual y al cumplimiento de la ley. “Y tú, nio, serás llamado
profeta del Altísimo…” (v. 76-79). Zacarías piensa a su hijo como un profeta como
los de antaño: le anuncia que irá delante del Señor a preparar sus caminos (cfr.
Mal. 3,1). Si bien, la referencia al Señor, se refiera a Dios, también se puede pensar
a Jesús, que Juan siente pronta su llegada. A la salvación que trae Juan, y
liberación de los enemigos, se agrega el tema del perdón de los pecados, enemigo
interno y espiritual; con su bautismo inaugurará la experiencia de sentirse
perdonados por Dios, dependiendo del grado de contricción que traiga cada hombre
en su corazón. El pecado se opone a la salvación, que trae Jesús en todo el
evangelio. De la fuerza, el cuerno, que viene se pasa, a la luz que viene de lo Alto y
vence las tinieblas, es decir, al enemigo interno; el que viene es retoño de David, y
viene a iluminar a los hombres, para guiarlos por el camino de la paz. Terminado el
canto, se habla del crecimiento de Juan, en lo físico y espiritual. Va a vivir al
desierto cuando se hace hombre, antes de comenzar su misión en Israel. Como
Juan Bautista estamos llamados a preparar el camino de nuestra vida para el Señor
Jesús y una vez encontrado con ÉL para no dejarlo, preparar los caminos de
nuestra sociedad, para que el Reino de Dios crezca entre nosotros. Juan vivió para
Jesús hasta entregar la vida por el ÉL.