Solemnidad. Natividad de San Juan Bautista
Segunda Lectura: He 13,22-26:
“Antes de que llegara Cristo, Juan predicó a todo Israel un bautismo
de penitencia”
Celebramos la solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, cuya vida
estuvo totalmente orientada a Cristo, como la de su madre, María. San Juan
Bautista fue el precursor, la ‘voz’ enviada a anunciar al Verbo encarnado. Por eso,
conmemorar su nacimiento significa en realidad celebrar a Cristo, cumplimiento de
las promesas de todos los profetas, entre los cuales el mayor fue el Bautista,
llamado a “preparar el camino” delante del Mesías (cf. Mt 11, 9-10).
San Juan Bautista nació seis meses antes que el Hijo de Dios. Sabemos que
era primo de Jesús, pues las madres de ambos, María e Isabel, eras primas. Le tocó
a Juan preceder al Mesías esperado, anunciarlo y preparar a la gente para recibirlo.
Así lo atestiguan san Pablo en los hechos de los Apóstoles, de la segunda lectura:
“Antes de que llegara Cristo, Juan predic a todo Israel un bautismo de penitencia”.
El bautismo que administraba Juan Bautista era un bautismo de penitencia con
miras a la remisión de los pecados. Era conveniente para los que, reconociendo sus
culpas, querían convertirse y retornar a Dios.
El mensaje de la Palabra de Dios nos interpela a nosotros y nos ilumina en
nuestro caminar. El Precursor, que recibió de Dios la misión de preparar al pueblo
elegido para la venida del Salvador prometido, nos renueva también hoy el llamado
a nosotros a la conversión, a disponer los corazones para salir al encuentro del
Seor. En nuestra Iglesia se “revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a
fin de vivir con Cristo, cuya gracia nos ha salvado” (San Agustín, serm. 214, 11).
En efecto, mediante el nuevo bautismo de penitencia, la Confesión o reconciliación,
el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia, cuando reconoce su
pecado.
Por consiguiente, el bautismo de penitencia, del que nos habla den Pablo en
esta fiesta del nacimiento de san Juan, es una invitación a la conversión, como un
proceso permanente de crecimiento en el amor de Dios. Cristo nos llama y no deja
de llamar a la conversión, que es la primera condición para entrar en el Reino de
Cristo. En esta fiesta nos llama a la penitencia, es decir, a la penitencia, a la
conversión.
“Por el sacramento de la Confesin el pecador recurre a la misericordia
divina, y reconociéndose frágil se abre a Dios que sale a su encuentro con el
perdón. La conversión es un proceso de continua respuesta a la gratuita invitación
de Dios a la reconciliación.
La conversión y renovación personales, avanzando por los caminos, que
dispone el designio divino, es tarea de todos en el Pueblo de Dios. Con precisión
seala el Catecismo que el proceso de conversin “es una tarea ininterrumpida para
toda la Iglesia que ‘recibe en su propio seno a los pecadores’ y que siendo ‘santa al
mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la
penitencia y la renovacin’. Este esfuerzo de conversin no es slo una obra
humana. Es el movimiento del ‘corazn contrito’, atraído y movido por la gracia a
responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero”.
Un resumen y a la vez una motivacin nos viene de san Agustín: “La
penitencia purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne al espíritu, hace
al corazón contrito y humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia,
apaga el fuego de las pasiones y enciende la verdadera luz de la castidad”. (Sermn
73).
Invoquemos la intercesión de san Juan Bautista, junto con la de María
santísima, para que también nosotros, Pueblo de Dios, nos mantengamos siempre
fiel a Cristo y testimoniemos con valentía su verdad y su amor a todos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)