Queridos hermanos y hermanas,
(lecturas de la misa de la vigilia)
hijos de Israel convertirá al Señor su Dios, y caminará
delante del Señor... A fin de preparar al Señor un
pueblo bien dispuesto”.
La Iglesia a lo largo del año litúrgico celebra tres
nacimientos: el de Jesús, el de María, y el de Juan
Bautista. Porqué en ellos hubo una intervención muy
especial de Dios.
Dios tiene un plan. Hemos de vivir la vida cristiana bajo
esta perspectiva de descubrir el Plan de Dios y de
llevarlo a término. Porqué el Plan de Dios siempre
genera vida, amor, justicia, atención a los pobres,
conversiones, etc...
El evangelio que hemos leído nos relata esta
intervención de Dios, que en definitiva nos habla de un
Plan de Dios. Todo nacimiento, también el nuestro, lleva
asociado un Plan de Dios.
Hasta podríamos decir que es como emocionante:
¡hemos de descubrir el Plan de Dios!, ahora, para mí, en
este momento de mi historia de salvación. ¿Nos damos
cuenta de la grandeza, de la belleza de este
planteamiento?. Aquí no entra la rutina, aquí no entra
“el ir haciendo”, aquí no entra el aburrimiento. La vida
cristiana como una llamada constante de Dios. Dice
Chesterton: “La mediocridad, posiblemente, consiste
en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”.
La primera lectura lo manifiesta muy clara y
poéticamente: “Antes que te formara en las maternas
entrañas te conocía; antes que tú salieses del seno
materno te consagré”. Esto que experimenta Jeremías
es también nuestra realidad. ¡A nosotros Dios no nos
ama menos que a Jeremías!. También nosotros hemos
sido modelados, amados y consagrados por el Señor.
El Papa Benedicto en la misa de inicio de su pontificado
decía: “Mi verdadero programa de gobierno es no
hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino
ponerme junto con toda la Iglesia, a la escucha de la
Palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir
Las palabras del ángel a Zacarías en el evangelio
también manifiestan el Plan de Dios para la persona de
Juan: “Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo,... Será
grande en la presencia del Señor.... A muchos de los
por Él”. Con 80 años entiende que se abre delante de él
un nuevo Plan de Dios.
Ahora y para mí, Dios tiene un Plan. Ahora, para ti y
para ti, Dios tiene un Plan.
Las catequistas, los padres, los sacerdotes, si vivimos
este dinamismo del Plan de Dios, tenemos la autoridad,
la gracia, para desarrollar nuestras tareas.
¿Y las dificultades, qué? Las podemos superar todas
luchando y pidiendo ayuda a Dios. Lo vemos en los
santos.
Delante del plan puede surgir el miedo. Jeremías: “¡Ah,
Señor, Yavé!. No sé hablar. Soy todavía un niño”. Pero
la respuesta del Seor es clara y contundente: “No
digas: Soy todavía un niño... No los temas, que yo
estaré contigo para protegerte... Hoy te doy sobre
pueblos y reinos poder”. Lo mismo nos dice a nosotros.
San Tomás Moro habría podido ceder delante de
Enrique VIII. Las madres de Santo Tomás de Aquino y
Santa Catalina, no querían que sus hijos se hicieran
religiosos. El Santo cura de Ars o San Clemente
Hofbauer tenían dificultades muy serias en sus
estudios eclesiásticos. San Agustín experimentaba
fuertes tentaciones en contra de la pureza.
Yo cuando paso por momentos de dificultad, de duda,
me voy directo a leer la llamada de los profetas. Es
edificante leer como ante de sus objeciones, Dios dice:
Yo estaré contigo, yo actuaré, yo te ayudaré, y nunca
te abandonaré. ¡Es tremendamente edificante!
Todos ellos luchando e implorando la ayuda a Dios
superaron las dificultades. ¡Para Dios no hay nada
imposible!, lo dice Jesús. Nos hace falta la fe... Dice un
santo: “cada vez entiendo más la vida cristiana como la
espera constante del milagro, del milagro de mi
conversin y de la de los demás”.
No podemos tener miedo. Y esta “autoridad” de la que
habla se ha de entender como la gracia para llevar a
término el plan. Dios te encomienda un plan, una tarea,
te da una autoridad/gracia para llevarlo a término y no
deja de darnos esa gracia esa autoridad.
¿Y cuál es el plan de Dios para mi? Esto te lo ha de
decir Dios. En el silencio de la plegaria. Por esto San
Juan Bautista marcha al desierto, porqué sólo en el
silencio del desierto (de la plegaria) podemos
descubrir el plan de Dios.
Ahora bien, si tu marido no cree, quizás tu plan va por
aquí... Si tus hijos no llevan los niños a hacer
catequesis, quizás tu plan pase por aquí... Si tienes
patrimonio, quizás el plan de Dios pasa por aquí...
Digamos a Dios en el silencio de nuestra plegaria:
“habla, que tu siervo te escucha, hazme ver tu Plan y
ayúdame a superar las dificultades.”