EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la duodécima semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de los Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36.
El había oído, en efecto, que el rey se había retirado de Laquis, al recibir la noticia
de que Tirjacá, rey de Cus, se había puesto en campaña para combatirlo.
Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías para decirle:
"Hablen así a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confías,
haciéndote pensar que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria.
Tú has oído, seguramente, lo que hicieron los reyes de Asiria a todos los países, al
consagrarlos al exterminio total. ¿Y tú te vas a librar?
Ezequías tomó la carta de la mano de los mensajeros y la leyó. Después subió a la
Casa del Señor, la desplegó delante del Señor
y oró, diciendo: "Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los
querubines: tú solo eres el Dios de todos los reinos de la tierra, tú has hecho el
cielo y la tierra.
Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las
palabras que Senaquerib ha mandado decir, para insultar al Dios viviente.
Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han arrasado todas las naciones y sus
territorios.
Ellos han arrojado sus dioses al fuego, porque no son dioses, sino obra de las
manos del hombre, nada más que madera y piedra. Por eso los hicieron
desaparecer.
Pero ahora, Señor, Dios nuestro, ¡sálvanos de su mano, y que todos los reinos de la
tierra reconozcan que tú solo, Señor, eres Dios!".
Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: "Así habla el Señor, Dios de Israel:
Tú me has dirigido una súplica acerca de Senaquerib, rey de Asiria, y yo la he
escuchado.
Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él: Te desprecia, se burla de
ti, la virgen hija de Sión; a tus espaldas mueve la cabeza la hija de Jerusalén.
Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión, algunos sobrevivientes. El
celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Por eso, así habla el Señor acerca del rey de Asiria: El no entrará en esta ciudad, ni
le lanzará una flecha; no la enfrentará con el escudo, ni levantará contra ella un
terraplén.
Se volverá por el mismo camino, sin entrar en esta ciudad -oráculo del Señor-.
Yo protegeré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor".
Aquella misma noche, el Angel del Señor salió e hirió en el campamento de los
asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Y cuando los demás se levantaron por
la mañana, vieron que todos eran cadáveres, que estaban muertos.
Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, emprendió el regreso y
se quedó en Nínive .
Salmo 48(47),2-3a.3b-4.10-11.
El Señor es grande y digno de alabanza,
en la Ciudad de nuestro Dios.
Su santa Montaña, la altura más hermosa,
es la alegría de toda la tierra.
La Montaña de Sión, la Morada de Dios,
es la Ciudad del gran Rey:
el Señor se manifestó como un baluarte
en medio de sus palacios.
Nosotros evocamos tu misericordia
en medio de tu Templo, Señor.
Tu alabanza, lo mismo que tu nombre,
llega hasta los confines de la tierra.
Tu derecha está llena de justicia.
Evangelio según San Mateo 7,6.12-14.
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea
que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto
consiste la Ley y los Profetas.
Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que
lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí.
Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los
que lo encuentran.
comentario del Evangelio por
San Benito (480-547), monje
La Regla, Prólogo
«Entrad por la puerta estrecha»
El Señor, buscándose, entre la multitud a la cual dirige su llamada, un obrero,
dice: «¿Quién es el que ama la vida y desea días de prosperidad?» (Sl 33,13). Si
escuchando esto respondes: «¡Yo!», Dios te dice: «Si quieres alcanzar la vida, la
verdadera vida eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad, apártate
del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella» (Sl 33, 14-15)... ¿Qué hay que
sea más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del Señor que nos invita?
Mirad que, en su bondad, el Señor nos indica el camino de la vida. Habiendo, pues,
ceñido nuestros lomos (Ef 6,14) con la fe y la práctica de las buenas obras, guiados
por el Evangelio, avancemos en sus caminos, a fin de que merezcamos ver a aquél
que nos ha llamado a su Reino (1Tes 2,12). Si queremos habitar en las moradas de
este Reino, no llegaremos de ninguna manera a él si no es por las buenas obras.
Con el profeta, preguntemos al Señor y digámosle: «Señor, ¿quién puede
hospedarse en tu tienda? ¿Quién habitará en tu monte santo?» (Sl 14,1). Después
de esta petición, hermanos, escuchemos al Señor que nos responde mostrándonos
el camino...
Vamos, pues, a establecer una escuela al servicio del Señor, en la cual
esperamos no establecer nada riguroso, nada agobiante. Pero si se presentara
alguna cosa un tanto severa, exigida por una razón de justicia a causa de la
corrección de los vicios o para mantener la caridad, no huyas inmediatamente,
preso de terror, pues no nos podemos comprometer en el camino de la salvación de
otra manera que por una puerta estrecha. Por otra parte, gracias al progreso de la
vida y de la fe, se corre por los caminos de los mandamientos del Señor (Sl 118,32)
con el corazón dilatado, en una inefable dulzura de amor. Así, no alejándonos
jamás de su enseñanza y perseverando en su doctrina hasta la muerte en el
monasterio, por la paciencia participaremos en los sufrimientos de Cristo (1P 4,13)
para que merezcamos tener también parte en su Reino.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”