EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
solemnidad de San Pedro y San Pablo, Apóstoles
Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,1-11.
Por aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia
para maltratarlos.
Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan,
y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días
de "los panes Acimos".
Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro
relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo
comparecer ante el pueblo después de la Pascua.
Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a
Dios por él.
La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía
entre dos soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la
puerta de la prisión.
De pronto, apareció el Angel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El
Angel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: "¡Levántate rápido!". Entonces
las cadenas se le cayeron de las manos.
El Angel le dijo: "Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias" y Pedro lo hizo.
Después le dijo: "Cúbrete con el manto y sígueme".
Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba
sucediendo por intervención del Angel, sino que creía tener una visión.
Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de
hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y
anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Angel se alejó de él.
Pedro, volviendo en sí, dijo: "Ahora sé que realmente el Señor envió a su Angel y
me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío".
Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor;
que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores.
Miren hacia él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Angel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en él se refugian!
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 4,6-8.17-18.
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi
partida se aproxima:
he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe.
Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez,
me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado
con amor su Manifestación.
Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera
proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado
de la boca del león.
El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino
celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Evangelio según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué
dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,
Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado
ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de
la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará
atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
“Me hice todo a todos. No busco mi propio interés, procuro contentar en
todo a todos, para que se salven” (1Co 9,22; 10,33)
"Son hombres de misericordia, cuyos beneficios no caen en el olvido; los
bienes que dejaron a su posteridad subsisten siempre" (liturgia latina; si 44,10-11).
Celebramos, bien amados, el día del nacimiento de los apóstoles Pedro y Pablo; y
conviene... que su muerte sea llamada igualmente nacimiento, ya que engendra a
la vida... He aquí lo que alcanzan los santos: por esta muerte que da vida, dejan
esta vida que conduce a la muerte, para alcanzar esta vida vivificante que está en
manos de Aquel mismo que "tiene la vida", el Padre, como lo dice Cristo (Jn 5,26)...
Hay tres tipos de hombres misericodiosos. Los primeros dan sus bienes... con
vistas a suplir con lo que les sobra la penuria de otros... Los segundos distribuyen
todos sus bienes, y para ellos de ahora en adelante... todo lo tienen en común con
el otro... En cuanto a los terceros, no sólo lo dan todo, sino que “se dan ellos
mismos por entero" (2Co 12,15) y se entregan en persona a los peligros de la
prisión, al exilio y a la muerte, para alejar a otros del peligro en el que se
encuentran sus almas. Ellos mismos son pródigos, porque están ávidos de los otros.
Recibirán la recompensa de este amor "porque no existe amor más grande que dar
su vida por aquellos a los que se ama" (Jn 15,13)...
Tales son estos gloriosos príncipes de la tierra y servidores del cielo donde
hoy - después de largas privaciones "el hambre y la sed, el frío y la desnudez", de
duras fatigassy peligros "de sus compatriotas, paganos y hermanos falsos" (2Co
11,26-27) - celebramos su muerte victoriosa. A tales hombres se aplica bien esta
frase: "sus obras no caen en el olvido", porque no olvidaron la misericordia... Sí, a
los misericodiosos "la suerte que les espera es espléndida, su herencia magnífica"
(Sal.15, 6).
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”