XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Todo es posible para el que cree"
Sb 1,13-15; 2,23-24: "La muerte en el mundo por la envidia del diablo"
Sal 29,2 y 4.5-6.11 y 12a y 13b.: "Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado"
2 Co 8,7.9.13-15: "Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los
hermanos pobres"
Mc 5,21-43: "Contigo hablo, niña, levántate"
El autor de Sabiduría habla aquí de la muerte espiritual, de la separación definitiva
de Dios, y también de la existencia sin fin junto a Dios; es decir, de la inmortalidad
bienaventurada.
El acercamiento de la mujer enferma a Jesús, no tiene una motivación mágica
aunque lo parezca. El evangelista descubre enseguida la verdad de su actitud: la
"fuerza" que había en Él era algo escondido para el no creyente. La mujer no se ve
salvada por haber tocado, sino por la fe. Y en el segundo caso, frente a la creencia
generalizada de que Jesús no lo puede todo ("Tu hija ya se ha muerto"), Jesús
destaca la fidelidad de Jairo: "Basta que tengas fe".
Hoy se produce un fenómeno paradójico: nunca la sociedad ha alcanzado límites de
secularismo como en nuestros días; y pocas veces ha llegado a extremos el uso de
toda clase de elementos mágicos como ahora. El ocultismo y las "ciencias"
adivinatorias ocupan hoy mucho espacio en los medios de comunicación. Y no
digamos de las publicaciones de "Oraciones al Espíritu Santo", a san Judas Tadeo,
etc. Mientras lo mágico no se confunda con la fe, allá cada cual. La fe nunca ha de
ser un elemento de manipulación.
"La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que
se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie
puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida
a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro
amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada
creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer
sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de
los otros" (166; cf. 150-152).
"Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la
actitud cristiana justa consiste en ponerse con confianza en las manos de la
Providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al
respecto. La imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad" (2115).
"Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende
domesticar las potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder
sobrenatural sobre el prójimo _aunque sea para procurar la salud_, son
gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más
condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro o
recurren a la intervención de los demonios" (2117).
_"Cuando los apóstoles decían al Señor que la turba le apretujaba, Él contestó:
«Alguien me ha tocado» . Unos aprietan y la otra le toca. Muchos aprietan
desagradablemente el cuerpo del Señor y pocos le tocan saludablemente. ¿Quién
me ha tocado? Como si dijera el Señor: Busco a los que me tocan, no a los que me
aprietan. Ahora ocurre lo mismo, porque el Cuerpo de Cristo es su Iglesia, y,
mientras la toca la fe de unos pocos, la aprieta una turba inmensa... La carne
empuja, la fe toca... Levantad, pues, los ojos de la fe y tocad la orla externa de su
vestido, que eso basta para la salud" (San Agustín, serm 77).
El que cree nunca utiliza a Dios; el que no cree, tal vez lo intente; pero Dios nunca
utiliza ni a uno ni a otro.
Con permiso de Almudi.org