EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Fiesta de Santo Tomás, Apóstol
Carta de San Pablo a los Efesios 2,19-22.
Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de
los santos y miembros de la familia de Dios.
Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos,
mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.
En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en
el Señor.
En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de
Dios en el Espíritu.
Salmo 117(116),1.2.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!
Evangelio según San Juan 20,24-29.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando
llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no
veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los
clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba
con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en
medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano:
Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber
visto!".
comentario del Evangelio por
Basilio de Seleucia (?- hacia 468) obispo
Sermón para la Resurrección, 1-4
“Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia a toda la creación”
“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos con la señal de los clavos”. Me buscabas
cuando no estaba aquí; aprovéchate ahora. Conozco tu deseo a pesar de tu
silencio. Antes de que me lo digas, sé lo que piensas. Te he oído hablar y, aunque
invisible, estaba junto a ti, junto a tus dudas, sin dejarme ver; te he hecho esperar
para percibir mejor tu impaciencia. “Mete tu dedo en la señal de mis clavos. Mete tu
mano en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”.
Tomás le toca y desaparece toda su desconfianza; lleno de una fe sincera y de
todo el amor que debe a Dios, exclama: “Señor mío y Dios mío!”. Y el Señor le
dice: “Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Tomás, lleva la buena nueva de mi resurrección a los que no me han visto. Arrastra
a toda la tierra a creer en lo que no ven, en tu palabra. Recorre pueblos y ciudades
lejanas. Enséñales a llevar sobre sus hombros, no las armas, sino la cruz. No ceses
de anunciarme: creerán y me adorarán. No exigirán otras pruebas. Diles que son
llamados por la gracia, y tú, contempla su fe: “Dichosos, en verdad, los que crean
sin haber visto!”.
Este es el ejército seducido por el Señor; estos son los hijos de la piscina
bautismal, las obras de la gracia, la cosecha del Espíritu. Han seguido a Cristo sin
haberle visto, le han buscado y han creído. Le han reconocido con los ojos de la fe,
no con los del cuerpo. No han puesto su dedo en las marcas de los clavos, sino que
se han unido a su cruz y han abrazado sus sufrimientos. No han visto el costado
abierto del Señor, pero por la gracia han llegado a ser miembros de su cuerpo y
han hecho suya su palabra: “Dichosos los que crean sin haber visto!”.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”