Solemnidad. San Pedro y San Pablo, apóstoles (29 de Junio)
Misa del día
Padre Julio Gonzalez Carretti
Lecturas
a.- Hch. 12,1-11: Pedro es librado de la muerte.
La mención del rey Herodes Agripa, nieto de Herodes, el Grande, cuando asumió,
buscó ganarse el favor de los grupos religiosos más ortodoxos. La secta cristiana se
había separado del judaísmo, por ello, el arresto de Santiago y Pedro, como
cabezas de la Iglesia de Jerusalén. Era el tiempo de los Ázimos, es decir, de la
pascua judía. ¿Qué sucederá con Pedro arrestado? Es liberado de la cárcel, por el
ángel del Señor. Mientras tanto, la Iglesia oraba por él. Una vez liberado, los
cristianos no lo pueden creer, sólo la muerte de Herodes, les hará comprender la
ayuda divina vivida, por la Iglesia en ese momento de persecución. Lucas, quiere
dejar en claro que la intervención de Dios ha sido grande: sólo ÉL ha liberado a
Pedro de la muerte. El relato del martirio de Santiago, queda al servicio del relato
de Pedro, esa es la intención del autor, porque era más importante para la
comunidad cristiana. La liberación de Pedro, es una manifestación del poder de Dios
y el favor que presta a los cristianos. Dios interviene por medio de su ángel, Pedro
se mantiene tranquilo, y deja que Dios actúe, duerme y es despertado,
desconcertado, sigue las órdenes que le da el ángel (vv.7-8; cfr. Hch. 16, 25). En
definitiva, la obra de la liberación es obra de Dios, y no obra suya. Guiado por el
ángel, pasan la primera y la segunda guardia, abriéndose las puertas hasta llegar a
la calle, el ángel le deja. Pedro vuelto en sí, reconoce la obra de Dios y lo que
verdaderamente ha ocurrido: “Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha
enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que
esperaba el pueblo de los judíos.” (vv. 9-10).
b.- 2Tim. 4, 6-8.17-18: Pablo espera la corona de justicia.
Pablo, vive sus últimos días, o al menos los intuye, el tono de la carta tiene un
carácter dramático, pero solemne, por ello le insiste a Timoteo, que cumpla con
valentía y decisión su misión como ministro de Jesucristo. Es como su testamento,
para su discípulo. Antes del texto que leemos hoy, el apóstol, le habla del juicio de
Dios que se acerca, cuando venga Cristo, como juez de vivos y muertos y el reino
alcance su plenitud (Hch. 4,1; cfr. Hch. 10,42; 1 Cor.15,24; 2 Cor. 5, 3; 1Tes.
4,17). Confirma la doctrina que Pablo ha predicado a lo largo de su ministerio, que
los vivos al momento de la parusía, no conocerán la muerte (cfr. 1 Cor.15, 21; 2
Cor. 5,3; 1Tm. 4,1-2). Luego le da instrucciones muy precisas: proclamar la
palabra, ser prudente, soportar los sufrimientos, evangelizar, desempeñar con toda
perfección su ministerio (vv. 2-5). Todo esto, porque Pablo, visualiza tiempos
difíciles y con muchos adversarios que vencer (cfr. 1Tm. 4,1-2). Lo dicho a
Timoteo, es como una síntesis de lo que ha sido su ministerio de apóstol, es el
testamento que deja a su discípulo, y ahora está a punto de ser derramado en
libación (vv. 6-8). Pablo ve que su causa, su proceso, tendrá un resultado adverso,
es decir, que no sólo sabe que ha llegado al término de su vida, sino que su libación
hay que entenderla como suave ofrenda unida a la de Jesucristo (cfr. Flp. 2, 17;
Col. 1, 24; Rm. 12,1). El apóstol, usa las imágenes del combate y de la carrera
mencionadas en otros textos, pero demuestra el gozo de quien ha guardado la fe,
en medio de combates (v.7), sin dejar la carrera, hasta recibir de manos de Cristo
Jesús la corona inmarcesible de gloria eterna (cfr. 2Tim. 2,5; 2Tes.1,4).
c.- Mt. 16, 13-19: Confesión y primado de Pedro.
El evangelio establece que para el nuevo Israel, es necesario tener certezas sobre
la persona, mensaje y destino de Jesús. ¿Qué es lo que ve el pueblo en la persona
del joven rabino de Nazaret? (cfr. Mc. 8, 27-30; Lc. 9, 18-21). Ve en ÉL un
personaje importante como Juan Bautista, Elías, el profeta, el Precursor que tenía
que venir (cfr. Mal. 3,23); o Jeremías, el profeta que luchó para que el pueblo
depositara en Yahvé su confianza, y no en alianzas políticas. Pero hay una realidad
que no han descubierto: es el Mesías. Será Pedro quien descubra su identidad de
Mesías e Hijo de Dios, fruto de fuertes experiencias vividas por él (cfr. Mt. 14, 33).
La respuesta de Jesús es una bienaventuranza, por revelar su verdadera condición
de Hijo de Dios, una bendición que lo conduce a la plenitud del Reino, porque esta
confesión, no es fruto de la carne ni de la sangre, sino de “mi Padre” (v. 17).
Reconoce su revelación, y le anuncia su nuevo rol en su Iglesia: le cambia el
nombre por Kefá, Piedra, lo que supone cambio de misión, nombre que Mateo le da
desde el comienzo de su evangelio (Mt. 4,18; Gál. 1,18; 2,9). Piedra, en el lenguaje
bíblico que viene a significar, Yahvé, causa última de salvación (cfr. 1Sam. 2, 2;
2Sam. 22, 2. 3. 32; Sal. 18,3; 19,15; Is. 17,10), firmeza de su pueblo; en el NT,
en cambio, se aplica a Jesucristo (cfr. Hch. 4, 11; Rom. 9, 33; 15, 20; 1Cor. 3,10;
1Pe. 2, 4-7). Sobre esta piedra, Jesús edificará su Iglesia, es decir, los reunidos,
fruto de la llamada que hace a los hombres en nombre de Dios. El vocablo Iglesia,
significa, convocados y el acto de convocar (cfr. Mt. 18,18); Dios convoca a los
hombres para formar su pueblo, para dar frutos de santidad para el Reino de Dios
(cfr. Mt. 21, 33-44). Sin embargo, su propuesta ha sido rechazada la mayoría de
las veces. Ahora realiza la última convocatoria por medio de su Hijo, con ese fin,
llamó a los Doce, símbolo del pueblo convocado, y por ello, encomienda y capacita
a Pedro, para ser piedra, firmeza, que confirme la fe de sus hermanos, los
convocados, fortaleza que le viene de Jesús y del Padre. Le da la certeza que las
puertas de su Iglesia, no serán derrotadas por el poder de la muerte. En esta
Iglesia, que nace para el servicio del Reino de Dios, Pedro tendrá las llaves que
permite ingresar y salir, además del poder de atar y desatar, de admitir y
excomulgar validamente ante Dios, permitir y prohibir. El pasaje evangélico,
termina con el mandato de silencio por parte de Jesús, ya que título de Mesías, hay
que asumirlo, vivirlo, y antes que se especule sobre él, quiere manifestar cómo lo
va a realizar, por ello encontramos enseguida, el primer anuncio de la pasión (Mt.
16,21-23). Con su vida entregada al servicio de los hermanos, Pedro, confirmó su
fe en Cristo muriendo mártir en la Roma imperial. La semilla del Reino de los Cielos
estaba ya germinando en ese espacio regada por la sangre de estos insignes
apóstoles Pedro y Pablo.